El artículo tiene como objetivo analizar la tipología y características de los medios de comunicación del exilio republicano durante su etapa más fructífera correspondiente al decenio 1939-1950. Se han utilizado los fondos del Archivo de la República Española en el Exilio, el Partido Comunista de España, la Fundación Pablo Iglesias y el Centro de Investigación para la República Española en el Exilio (CIERE) a los que se ha aplicado la metodología cualitativa y el enfoque deductivo como vías de acercamiento a la realidad socio-comunicativa objeto del estudio.
Partimos de la idea de que el perfil de los protagonistas de dichos medios y su disgregación en Europa y América influyeron en la segmentación e inestabilidad de las publicaciones. A lo largo de sus páginas se localizan los focos principales de la producción periodística exiliada y se examinan a grandes rasgos los prototipos, los contenidos y los actores.
The aim of this article is to analyse the typology and characteristics of the Spanish Republican exile media during its most productive stage (1939-1950). The funds of the Spanish Republic Archive in Exile, the Communist Party of Spain, the Pablo Iglesias Foundation and the Research Centre for the Spanish Republic in Exile (CIERE) have been used in this research. We have used qualitative techniques and a deductive approach as ways of dealing with the object of study. Our starting point is the idea that the profile of the editors and journalists and their dispersal across Europe and America contributed to the fragmentation and fragility of its publications. The main centres of journalistic output in exile are set out, and we examine prototypes, contents and actors.
El exilio de los republicanos fieles a la II República cuenta ya con un importante volumen de estudios (Abellán,
La historiografía ha desvelado suficientemente cómo la salida de españoles fieles a la legalidad constitucional fue constante desde septiembre de 1936, por lo que el término aceptado de “exilio de 1939” responde más a una denominación sintética de este fenómeno que a la precisión del mismo.
La dispersión fue la nota predominante de los transterrados, exceptuando los dos grandes núcleos que se concentraron en Francia y México. La vida no fue fácil durante el tiempo que duróla II Guerra Mundial con la amenaza constante de las tropas de ocupación alemanas, situación que les obligaba a vivir escondidos y a cambiar de residencia con más asiduidad de lo deseado. Muchos fueron conducidos a campos de concentración y, en general, tropezaron con distintas vicisitudes dependiendo del país donde hicieron la primera parada de su destino incierto. Los pocos que lograron visado para Gran Bretaña
La distribución por los distintos territorios tuvo relación, entre otras circunstancias, con su adscripción política e ideológica. Los partidos socialistas y los comunistas se asentaron sobre todo en Francia y éstos últimos lo hicieron también en los países del bloque soviético. Los grupos de republicanos de izquierda se ubicaron en Francia, México y América del Sur. El gobierno republicano en el exilio experimentó, asimismo, cambios de sede: en un principio se apostóen México, pero posteriormente pasóa París por la hipótesis de un retorno inmediato a tierras españolas (Cabeza Sánchez-Albornoz,
Esta localización del éxodo tuvo, sin lugar a dudas, su reflejo en los medios de comunicación republicanos. Acostumbrados a ese impulso recibido desde los tiempos de la Constitución de 1931 con la aprobación de la libertad de imprenta, no cejaron en su empeño de continuar informando desde planteamientos políticos, propagandísticos, culturales o de cohesión social. No en vano heredaban esa tendencia inaugurada en los años republicanos, una de las etapas más brillantes y prolífica de la historia del periodismo español —la
El mundo de la información en el exilio quedó, pues, completamente descabalado ante las anómalas circunstancias de sus actores, pendientes de reorganizar sus vidas y sus haciendas y atentos a los acontecimientos políticos en España. La producción mediática en estas condiciones se hizo especialmente complicada, aunque desde el mismo momento de la salida crearon y distribuyeron sencillas publicaciones que respondían a un deseo intencionado de comunicación y de expresión de los recién expulsados (Sánchez Vázquez,
Las principales cabeceras republicanas se editaron, organizándolas por continentes (Piedrafita,
Francia y México, pues, se configuran como los principales centros editores, seguidos muy de lejos por Argentina, Chile, República Dominicana, Cuba, Argelia y Venezuela (Sánchez Illán,
La categorización informativa del republicanismo en el exilio responde fundamentalmente al periodismo especializado. En primer lugar, se puede distinguir la prensa política —partidista y sindical—, la tendencia más prolífica y de mayor duración en relación con una sociedad fragmentada ideológicamente y muy politizada. En segundo lugar los medios editados desde los ateneos, centros culturales y asociaciones, en consonancia con el alto nivel cultural del exilio; y finalmente la comunicación institucional, divulgada desde el gobierno de la República. Los tres tipos de publicaciones estuvieron sometidos a las coyunturas económicas de cada centro emisor pero también a oscilaciones políticas y a cambios de residencia de los exiliados, factores que influyeron en la periodicidad y la durabilidad.
En cuanto a la prensa política, hemos de destacar el hecho de que los órganos pertenecientes al PSOE, PCE, Izquierda Republicana y CNT constituyen el grupo más estable y de mayor continuidad comparado con el resto de medios. Sus objetivos, en general, conjugaban la denuncia del franquismo con la propaganda partidista y funcionaban como arma política y de difusión ideológica. No tenían afán de lucro y estaban financiados por las cuotas de los afiliados y las suscripciones de lectores, unos ingresos que apenas cubrían los gastos. El PSOE disponía de
El PCE contaba fundamentalmente con
El partido Izquierda Republicana contaba con órganos propios y otros afines cuyos cometidos eran comunes: la denuncia del franquismo y la reivindicación de la legalidad republicana. Un ejemplo fue
En segundo lugar se encuentran los numerosos centros culturales e instituciones que editaron sus propios medios de comunicación. Los republicanos refugiados en la embajada de Chile nada más finalizar la guerra redactaron
Los centros y asociaciones de emigrados promovieron revistas culturales y boletines de gran calidad que despertaban un gran interés entre sus lectores, especialmente porque contenían una información dirigida a un público de perfil muy específico. Entre las más conocidas figuran
Gallegos, catalanes y vascos, pero también colectivos profesionales o mujeres dispusieron de impresos con formatos variados y expresivos de la voluntad de servir de canal eficaz de comunicación al republicanismo. Algunos ejemplos los encontramos en
En Argentina los exiliados fundaron la editorial Espasa Calpe, Losada (donde editaban a Lorca, Alberti, Ayala, Rosa Chacel, María Zambrano o Sánchez-Albornoz), Emecé, Pleamar, Editorial Sudamericana y Nuevo Romance. En Chile se hallaba la Editorial Cruz del Sur y en México las empresas editoriales e informativas componen un catálogo importante entre las industrias culturales. En este país el antiguo director de periódicos Roberto Castrovido fundóla librería Góngora poco antes de su fallecimiento. No en vano se puede afirmar que México se erigióen la capital de la prensa literaria del exilio durante la década de 1940 y 1950 hasta que las circunstancias políticas y el paso del tiempo provocarán su declive.
En tercer lugar figuran los medios de comunicación institucionales, subordinados a los vaivenes políticos del gobierno exiliado y al reducido soporte económico. Frente a la España de Franco organizada con una estructura informativa fortalecida progresivamente con recursos humanos y económicos, el ejecutivo republicano carecióde un sistema mediático eficaz y reducido al mínimo con motivo de la paulatina y drástica disminución de las arcas gubernamentales. La Junta Española de Liberación, pacto de unidad forjado en México en 1943 para restablecer la República, publicóel semanario
Junto a estos tres canales, el gobierno publicaba folletos con mensajes específicos o declaraciones ministeriales de bajo precio y fácil transporte. Sin embargo, estos medios no pudieron cumplir con las metas propuestas como consecuencia de las dificultades de la distribución —muy compleja ante la dispersión de los lectores—
Cuando el gobierno de Rodolfo Llopis finalizóen agosto de 1947, el gabinete de Álvaro de Albornoz redujo los gastos y puso el énfasis en la radio. De este modo nació
En agosto de 1951 el nuevo presidente Félix Gordón Ordás decidióretomar la publicación de los boletines de información y la edición puntual de octavillas, folletos y manifiestos. Asimismo, se planteócomo prioridad montar una estación de radio para hacer propaganda hacia el interior de España pero problemas económicos y diplomáticos impidieron que los trámites ante distintos países europeos —Francia y Yugoslavia— y norteafricanos dieran resultados (Alonso García,
La prensa republicana en el exilio contó, en general, con la colaboración de lo más brillante de la cultura española, aprovechando la oportunidad de que un gran número de artistas, escritores, poetas, científicos y universitarios de todas las disciplinas se hallaban fuera de España. Muchos se convirtieron en periodistas accidentales, profesionales temporales de los medios, quienes enriquecieron con su sabiduría y su pluma las páginas de la producción impresa en el exilio. Utilizaron todos los géneros periodísticos, pusieron en marcha revistas literarias, como
La gran actividad que mostraron, enfrentándose a las dificultades de la disgregación de sus lectores y a la falta de medios económicos para sacar las ediciones, indica la constante preocupación por mantener informados a los exiliados ante la eventual caída del franquismo y la consecuente vuelta a casa, unas circunstancias que se demoraron más años de lo previsto.
Prensa y sociedad coincidieron en el espacio y en el tiempo desplegando con intensidad acciones expresivas de intereses comunes como la propaganda a favor de la República o la denuncia de la violencia del franquismo ante la opinión pública, en definitiva, la acusación del Régimen ante la comunidad internacional en su calidad de última reminiscencia de los nazi-fascismos de entreguerras. Estas críticas continuaron en las décadas de los cincuenta y sesenta, además de la difusión de los movimientos de la oposición antifranquista en el interior y las actividades clandestinas de las fuerzas políticas reorganizadas.
Tanto el gobierno de la República como los partidos y organizaciones republicanas eran conscientes de que la divulgación de sus reivindicaciones a través de los medios de comunicación era una de las vías más efectivas para conseguir el reconocimiento de las potencias occidentales y la actuación contra Franco. El denominador común, como hemos señalado, era la defensa de la legalidad republicana y la denuncia al régimen franquista, aunque todos incorporaban a las páginas de sus cabeceras contenidos reivindicativos propios o propagandísticos destinados a la conquista de su público objetivo: exiliados en general, autoridades internacionales de prestigio o afiliados a partidos. Y es que atendiendo al tipo de publicaciones que mencionamos anteriormente —periodismo político, cultural e institucional—, el papel y las funciones de los órganos de comunicación responden a objetivos diferentes relacionados con su misión fundacional.
Las secciones en las que estaban organizados los medios en el exilio responden a los temas de mayor interés para el colectivo transterrado: información internacional, noticias sobre España, información del partido o institución editores del medio de comunicación y cultura. El análisis cualitativo de los contenidos nos conduce a agruparlos en torno a diferentes temáticas entre las que sobresalen en primer lugar, la represión y las fórmulas practicadas para sobrevivir. En algunos casos, se hacía especial mención a la dura aplicación de estas medidas en las nacionalidades históricas, Cataluña y País Vasco. Se trataba de la expresión pública del dolor como consecuencia de la muerte violenta de familiares y de la persistencia coercitiva. La información sobre cárceles, campos de concentración y el trato dispensado en estos centros formóparte de la agenda mediática exiliada.
En segundo lugar asuntos de política nacional, como reportajes sobre Falange, el carlismo o los monárquicos y su insatisfacción con el Régimen, siendo ésta actitud disidente publicada en la prensa con el propósito de mostrar un síntoma del descontento de estos grupos. Uno de los hechos más vergonzosos para quienes se hallaban fuera de España lo constituyóla política gubernamental de asilo a los acusados en Nüremberg al final de la II Guerra Mundial, medida recogida en grandes titulares de las portadas republicanas como un acontecimiento escandaloso que pretendía llamar la atención sobre la afinidad del franquismo con los antiguos estados nazi-fascistas
En tercer lugar encontramos noticias relativas a la oposición en el interior. La prensa exiliada revelóla existencia de varios complots para asesinar a Franco y se publicitóla huelga de transportes en Barcelona (1951), primera actuación de la oleada subsiguiente de protestas que caracterizarían la década. Los reportajes sobre las actuaciones guerrilleras fueron también habituales. Con este tipo de noticias se pretendía exteriorizar la fuerza de los opositores tradicionales y el surgimiento de otros descontentos derivados de la pésima situación económica y social.
Otro conjunto de artículos hacen referencia a la economía, con el protagonista indiscutible del estraperlo, el mercado negro, la penuria alimenticia, las anomalías detectadas en el Banco de España, el paradero del capital incautado a los republicanos y las numerosas críticas al intervencionismo estatal. Esta temática se presentaba a modo de indicadores de la pésima marcha de la administración y la corrupción del sistema.
La prensa exiliada prestóuna gran atención a la política exterior y la diplomacia por cuanto que el éxito de su gestión estaba vinculado a la supervivencia de la República. Y es que las “maniobras franquistas” estaban dando frutos muy jugosos a la acción exterior del Estado, como la firma de los pactos con los Estados Unidos o el Vaticano. Así en el número de octubre-noviembre de 1953
Finalmente hemos de mencionar la gran variedad de información cultural que albergaron las publicaciones, desde reseñas literarias a convocatorias de actos científicos y culturales celebrados en las diversas capitales donde residía el colectivo exiliado. En las piezas informativas se hacía especial énfasis en la alta calidad de los participantes de dichos actos con un propósito de exaltar el nivel cultural y profesional de los protagonistas.
Una opinión bastante extendida entre los medios del exilio era el fin próximo de la dictadura. Los disturbios en el interior, la labor de la oposición de dentro y fuera de las fronteras junto a la pésima situación económica, constituían evidencias de que el final del régimen llegaría pronto. Incluso a mitad de los años cincuenta, cuando la España de Franco fue admitida en los organismos internacionales, la España de la República no se dio por vencida, confiada en que un día u otro las potencias democráticas acabarían con la existencia de un gobierno poco apto para la nueva Europa en construcción.
La prensa y la sociedad en el exilio se alimentaron de visiones y percepciones de la realidad bastante sesgadas. Entre 1939 y 1950 la nota dominante fue la esperanza en el triunfo aliado, la caída del franquismo y la lógica vuelta a España. En este tiempo abundaron los contenidos plagados de euforia y de actividad, en plena consonancia con el espíritu de los exiliados, convencidos de la pronta restauración democrática. A partir de 1950 el exilio asistióa la paulatina acogida del franquismo en la sociedad internacional gracias al ingreso en Naciones Unidas y en sus organizaciones dependientes y, sobre todo, contemplócon decepción la firma de pactos con la superpotencia del mundo occidental, Estados Unidos. En sus páginas, sin embargo, periodistas y colaboradores seguían insistiendo en la idea de que el final estaba próximo, una opinión afianzada con motivo de la información que llegaba sobre el resurgimiento de la oposición en el interior, las primeras protestas universitarias y las relaciones entre el exilio y la disidencia en el interior que podían contribuir a la forja de una alternativa válida para la sustitución política. El espejismo de estas noticias impedía ver la realidad de una dictadura cada vez más asentada en ese peculiar marco de la Guerra Fría. Los medios y el conjunto del exilio parecían vivir encerrados en la hipótesis de que el mundo daría la razón sin más a la legalidad y a la justicia arrebatada por los militares sublevados del 18 de julio de 1936.
Lo cierto es que la voz de los republicanos, aunque unánime en la denuncia, se presentóde forma fragmentaria, escindida en numerosos grupos casi irreconciliables. Voz de dolor, diluida en un conjunto de individualidades representantes de una cultura de lo imposible, ligada a un ligero quijotismo y aspirante a la implantación de la libertad en esa añorada España. No podía ser de otro modo ante tantas agresiones físicas y psicológicas en una coyuntura en la que apenas hubo sosiego para un análisis realista en el entorno difícil de Francia o en el teórico paraíso de México, donde tenían que dedicarse a problemas de su integración en el mercado laboral.
Sociedad y prensa no se apercibieron de que el franquismo estaba asegurado y que contaba con apoyo entre la población, conseguido a través del miedo y su aliado, el silencio, o simplemente ganado con el consenso de las clases sociales pro-franquistas. Tampoco reconocieron o no fueron capaces de reconocer que el Régimen estaba sustentado por la sociedad internacional, bien por acción —caso de las dictaduras iberoamericanas, de Estados Unidos, del Vaticano, de algunos países árabes y de otras dictaduras asiáticas y africanas—, bien por omisión, como consecuencia del principio de la no ingerencia en asuntos internos de los Estados. La alimentación recíproca de la ilusión de la caída del franquismo, junto al problema central de la fragmentación política interna, fue tremendamente perjudicial para todos porque les impidiódisponer de un interlocutor ante las democracias y planificar una estrategia que pudiera ser ofertada ante los foros internacionales como la alternativa democrática al franquismo. Les faltóautocrítica y un análisis profundo de la realidad española; tampoco hubo éxito en los llamamientos a la unidad republicana. A partir, pues, de 1950, apenas se pusieron en marcha nuevas iniciativas y muchos medios de comunicación tuvieron que cerrar sus redacciones, a excepción de las cabeceras de la prensa política, la más duradera de toda la tipología informativa como consecuencia de su vinculación a los partidos y sindicatos de la oposición.
Gran Bretaña recibióun goteo de exiliados desde 1939. Muchos trabajaron en la BBC para las emisiones en español de esta cadena como Luis Araquistain, Segismundo Casado, José Castillejo, Arturo Barea o Luis Portillo, quien además de trabajar como traductor, mantuvo un programa llamado
Se hacían primero a mano y luego con máquinas de escribir. Uno de ellos era
Catálogo de publicaciones en Archivo de la República en el Exilio, Fondo París (en adelante ARE-FP).
Disponible en la Fundación Pablo Iglesias (FPI) y digitalizado en http://www.fpabloiglesias.es/fundacionpabloiglesias/fpi/hemeroteca.jsp? (acceso el 24 de mayo de 2010).
Los miembros del PCE reclamaban a la dirección del partido el envío de estos medios de comunicación, nexos importantes entre ellos y soportes informativos de gran valor para los residentes en estas capitales del Telón de Acero. Archivo Partido Comunista de España (en adelante APCE). Emigración Política. Rumania, 96/5.1.
Emigración política. Polonia. 96/4. APCE.
Emigración Política. Rumania, 96/5.1. APCE.
Quería, además, ser un instrumento de comunicación entre los militantes republicanos repartidos por todo el mundo. Algunos de los redactores y colaboradores eran Carlos Esplá, Juan Bautista Climent, Álvaro de Albornoz, José Giral, Julio Just, Marcelino Domingo, Claudio Sánchez Albornoz. Véase Archivo Carlos Esplá, dirección web: http://www.cervantesvirtual.com/portal/ACE/ (acceso el 4 de junio 2010).
El Ateneo se constituyócomo un centro cultural dedicado al estudio de los problemas de España y del republicanismo, y tenía como máxima prioridad la unión de todos los republicanos respetando la identidad de los partidos de origen. Era una asociación fundada por antiguos militantes de Izquierda Republicana disidentes de ARDE encabezada por Carlos Esplá.
El primer número salióen 1939, y aunque con cambios en la periodicidad, logróprolongarse hasta 1976. Personajes de la talla intelectual de Albert Einstein, Pablo Casals, Rubia Barcia o Ramón J. Sender, constituían las asiduas firmas de sus páginas. Su contenido se estructuraba básicamente en torno a dos partes, por un lado la actualidad del momento referida a España y la situación del exilio, y por otro, artículos de opinión y ensayos de exiliados que escribían respecto de estas noticias. La heterogeneidad de sus firmas confirma la diversa opinión de los exiliados. Véase en ARE-FP.
Trabajaron con agencias internacionales y gestionaron distintos contactos con redactores de medios de comunicación de Europa y América tanto para convencerles de que informaran en sus diarios contra el régimen franquista como para que utilizaran la información que ellos proporcionaban. El fichero de receptores se lo habían facilitado partidos, ateneos, centros regionales, etc. ARE-FP.
La distribución, especialmente rudimentaria, era la causa de que la recepción fuera muy irregular, cuando apenas interesaba ya la información que contenía porque era conocida a través de otros medios. Se hacía a través de un corresponsal al que se remitía un número de ejemplares y éste corresponsal era el encargado de venderlo entre las colonias de españoles.
En 1959 Gordón Ordás consiguióque Venezuela cediera el permiso necesario para el funcionamiento de
El general Emilio Herrera fue muy activo mediáticamente hablando y participódurante 1950-51 en
El 16 de julio de 1948