Esta investigación centra su estudio en algunas propuestas de lectura para la narrativa chilena reciente, especialmente un corpus compuesto por un conjunto de obras de cuatro autores: Álvaro Bisama, Alejandra Costamagna, María José Viera-Gallo y Alejandro Zambra. Se propone que desde la recepción es posible precisar algunas formas de lectura que se concretan pensando en el grado de complicidad que logra el lector con estas obras, determinada por su relación de colaboración o participación en el acto de leer. El lector se acercará más o menos a la obra siguiendo las señas propuestas en ella, así las formas de leer irán desde lo crítico hasta lo afectivo, actualizando los relatos a partir de un estrecho vínculo entre escritor, obra y lector. De esta forma la lectura siempre será cómplice, pero desde diferentes aspectos y en distintos grados. Teniendo en cuenta estos matices revisaremos tres formas de lectura cómplice: a) de apropiación del pasado, b) política y c) dinámica.
This research explores certain suggested ways of reading recent Chilean narratives, focusing particularly on a corpus of works by four authors: Alvaro Bisama, Alejandra Costamagna, María José Viera-Gallo and Alejandro Zambra. It is proposed that from reception it is possible to specify certain ways of reading that manifest themselves in the degree of complicity achieved between the reader and the works, where this is defined by the reader’s cooperation or participation in the act of reading. The reader is drawn into the work by following the signs given in it, shifting from a critical to emotional reading by updating the stories through a close link between writer, the work and the reader. Thus the works are always read in a complicit way, but from different viewpoints and on different levels. Taking these nuances into account we aim to revise three ways of complicit reading: a) through appropriation of the past, b) politically and c) dynamically.
Las temáticas frecuentes de autores publicados desde fines de los noventa hasta ahora, se encuentran, ineludiblemente, cruzadas por el hecho de que los narradores vivieron el final de su infancia y parte de su adolescencia en un contexto histórico- político inestable. Inevitablemente, la dictadura militar causa un quiebre (y una herida) en la vida nacional, y se van articulando los discursos de todas las artes pensando en lo que fue antes del Golpe, lo que fue durante la Dictadura y lo que fue después de la Dictadura, la pos-dictadura. Rubí Carreño ha señalado en su libro
“Son los textos de artistas cuyo trabajo literario está cruzado tanto por los medios masivos de comunicación como por haber vivido la infancia o la juventud en un país en dictadura. (…) La dictadura no solo otorgó un contexto ultra violento a los años de formación, sino que también significó experimentar exilios en los que se mezclan motivaciones políticas, familiares, sexuales” (Carreño,
Aclaro que no se trata de una literatura puramente política, pues las visiones de los narradores son las de quienes vivieron los procesos políticos nacionales desde la postura del que “observa”, “entiende a medias”, y “no opina”; son la voz de una generación de “personajes secundarios”, como los llama Alejandro Zambra, retomando la idea del documental “Actores secundarios” dirigido por Jorge Leiva y Pachi Bustos, en el que se relatan las actividades del movimiento estudiantil chileno desde el año 85 hasta finales de la dictadura. En la narrativa reciente estos “secundarios” tienen la posibilidad, al fin, de preguntar (se), criticar y relatar la historia del que sufría o no sufría consecuencias sin la facultad de intervenir ni a través de la acción ni a través de la palabra.
La narrativa chilena reciente propone nuevos discursos a través de los cuales configura nuevos relatos del pasado histórico y el presente actual del país construido en los últimos quince años. Las obras propuestas para esta investigación
A partir de la recepción
Nuestra
En la lectura de apropiación del pasado el lector interpreta los sucesos pretéritos personales o colectivos manifiestos en la obra como un pasado conocido y queda abierto a una posible identificación o discordia, pues, como señala George Steiner en
No se trata del pasado de las grandes historias nacionales o latinoamericanas, aunque se conecte con ellas, se trata de la cercanía del pasado de aquel/la que crece dibujando o leyendo en un rincón mientras afuera sucede la historia, el de él/la que vive el primer amor desde la disfuncionalidad amorosa paterna, el de él/la que crece en pequeños pueblos entre la ausencia de los padres, las historias de los abuelos y la inocencia de los amigos, y por supuesto también de infancias situadas en la dictadura la de él/la que crece en el exilio o vuelve de él prácticamente desvinculado/a de la patria paterna, el de él/la que crece viendo un dictador que parece un personaje televisivo odiado o amado por el misterioso mundo de los adultos, el de él/la que siempre se enteró de todo de la mano y desde la perspectiva de sus padres, el de él/la que descubrió, aprendió y tomó decisiones entre los juegos infantiles y los amores adolescentes, el de él/la que exigió saberlo todo para perpetuar la vida de los padres (o el adulto más cercano) o inventarse una vida nueva. Es también el pasado cotidiano mucho más reciente, el de él/la que critica o comprende a los padres desde la madurez, el que recuerda como destroza o recompone relaciones amorosas sin saber muy bien cómo construir en el presente una realidad relativamente feliz.
Álvaro Bisama escribe en
Los narradores de las novelas recientes que revisamos, como ya hemos comentado, vivieron su infancia o su adolescencia durante fines de los años ochenta en un país marcado por el ejercicio político fáctico que modelaba una sociedad fundada en límites impuestos, tanto a la cultura y las artes como a la educación
Podemos ver en esta narrativa historias personales y familiares del pasado reciente, contadas ahora desde la perspectiva de los hijos, y pensar en la construcción narrativa de la infancia y la juventud entre los años ochenta, noventa y principios del dos mil en
En las novelas
Por su parte, Bisama en
En las novelas, los escritores introducen señas generacionales que invitan al lector a reconocer sus propios momentos cotidianos que configuran su historia personal, y a descubrir en el recuerdo, también, la actitud y las acciones de los adultos. Así, se propone una serie de elementos reconocibles que remiten a épocas determinadas. Estos elementos son solo detalles, momentos, situaciones, lugares, objetos, juegos, música y también programas de radio, de televisión o revistas de los años a los que se hace referencia. Me centraré en una situación que tiene que ver con la cultura chilena, pero que contiene en su estructura el relato de situaciones reconocibles de la infancia en Latinoamérica. Con respecto a los vínculos de la memoria con los medios de comunicación en una lectura de apropiación del pasado, un personaje clásico del recuerdo televisivo chileno (luego del público hispanohablante), antes de que el TV cable fuera masivo, es Don Francisco, por lo que inevitablemente aparecerá en más de alguna de las novelas estudiadas y conectará a algunos lectores con sus tardes de sábado de infancia, al mismo tiempo que la figura se transforma en un sujeto cuestionable desde la adultez. Bisama escribe en
Las señas hacia la infancia no necesariamente retroceden demasiado en el tiempo, por lo que los personajes conectados a la televisión no son solo aquellos que representan los años ochenta o los noventa. En
Finalmente, el pasado colectivo parece fundarse desde percepciones semejantes en momentos comparables en las vidas de sujetos distintos que validan los recuerdos apropiándoselos de manera personal.
En una lectura de apropiación del pasado, otras señas importantes son las que apuntan a los vínculos familiares y la organización familiar. El “orden de las familias” como tradición social no parece ser parte de las preocupaciones de un amplio porcentaje de la población en los últimos años. La narrativa chilena reciente nos muestra más que familias tradicionales (aunque las hay), la disfuncionalidad de la familia actual. Así podemos ver cómo, en más de un caso, el hecho de crecer en una familia disfuncional donde los padres son, desde la infancia, el sinónimo de una vida de errores, empuja a los hijos a crecer con la exigencia de ser lo suficientemente responsables no solo para no involucrar a los padres en las aventuras adolescentes, sino para protegerlos, pues son ellos, los adultos, los que aún no han terminado de madurar y de hacerse responsables de sus propias vidas. Como dinámica de la vida actual, no en todas las familias los roles están bien diferenciados, no en todas las familias hay un personaje para cada función o hay más de uno. Y, por supuesto, la disfuncionalidad familiar no es tratada como una situación anormal, sino como parte de la vida. Alejandro Zambra escribe en
No solían preguntarle por la profesión de su padrastro, a pesar de que en su generación casi todos los niños tenían padrastros o madrastras, a los que no llamaban con esos nombres despectivos, tal vez porque con los años acumulaban varios padrastros y madrastras –una larga hilera de personas a las que empezaban a querer pero que muy pronto olvidaban, pues ya no las veían más: desaparecían, para siempre, o reaparecían años más tarde, por casualidad, en la fila del supermercado (Zambra,
Esta diferencia de la familia actual con la familia tradicional es una marca generacional que tiene que ver con el exceso de trabajo de los padres, con el exilio, la desaparición o la muerte de estos, con sus desajustes emocionales o simplemente su inmadurez, como señala Ignacio Álvarez en “Vuelven los padres: niños, historia y autoridad en la narrativa chilena reciente”
Leemos en
En
***
Es mi cumpleaños. Acabo de apagar mis ocho velitas. Me sirvo el primer pedazo de torta y lo escupo. Le echó sal. Le echó sal a cambió de azúcar. La Fanny grita “¡que no cunda el pánico!”. Se pone a bailar arriba de la mesa y con sus pies descalzos aplasta mi torta de cumpleaños. “Ahora, cada uno saca un pedazo y se lo tira al otro en la cara”, se ríe.
Empiezo a sospechar que mi mamá no es como las otras mamás.…Corremos por todos lados y ella nos persigue igual que una niña más, hasta que para de reírse, cae arrodillada…..se pone a llorar. Yo la abrazo y la consuelo… (Viera Gallo,
La afectividad no se rompe, sin importar las extrañas estructuras de los vínculos parentales. Casi al final de la novela, la disfuncionalidad familiar se invalida aprobada por el cariño: “Es linda tu familia” le dice Alex a Livia y ella responde “Un poco rara, pero es mi familia” (Viera Gallo,
El lector que se apropia del pasado novelesco cercano al propio, se conecta con el desequilibrio entre la madurez superior a la de un adolescente común de los personajes que les permite sobrevivir a los excesos propios (o impropios) de la edad y cuidar de una madre o un padre descarriados, más allá de los impulsos rebeldes de vivir perdiendo el control de los resultados.
En un grado mayor de afectividad hacia los acontecimientos relatados, encontramos una forma más nostálgica (y quizás sentimental) de apropiación del pasado, de manera que hay una recepción emotiva en torno a las relaciones amorosas, sociales, culturales, artística y políticas de los personajes. Por una parte, este proceso de
Me gustaría estar contra la nostalgia.
Dondequiera que mire hay alguien renovando votos con el pasado. Recordamos canciones que en realidad nunca nos gustaron, volvemos a ver a las primeras novias, a compañeros de curso que no nos simpatizaban, saludamos con los brazos abiertos a gente que repudiábamos (Zambra,
Los personajes y sus propias melancolías son la primera señal del deseo por retroceder, recordar y revivir un momento hasta el infinito. Una selección en la memoria que evita el dolor y serena el presente, pero que inevitablemente se vuelve intermitente, huidizo y cuestionable. Así es la fragilidad de la memoria de algunos padres para los hijos. Costamagna escribe en
De algún modo, y aunque no se profundizará en este tema, una lectura de este tipo sobre la novela
Otra de las obras de Zambra,
El futuro es la historia de Daniela.
Y Julián imagina, escribe esa historia, ese día del futuro: el escenario es el mismo, Daniela sigue viviendo en el departamento de ahora, de entonces, hace poco ha sido restaurado -las paredes ya no son verdes, azules y blancas, pero hay cosas que a pesar de los años han permanecido intactas: Daniela sabe dónde encontrar el té… (Zambra,
Julián, el personaje en espera, inventa un futuro para Daniela y confía en que desde allí, ella intente mantener ciertas tradiciones presentes, de manera que en su creación del futuro espera ser recordado con nostalgia y con afecto como parte del pasado y presente de la niña, extrañamente esta creación le permite también establecer con el futuro un lazo nostálgico imaginando cómo será.
En la novela de María José Viera Gallo,
La situación de los personajes de Alejandra Costamagna en
Desde otra perspectiva, en las novelas en estudio, hay un vínculo importante con la música que las atraviesa. El “sentimentalismo” de Lautaro en
Esta lectura tiene relación con la vinculación del conocimiento y la participación política del lector y su forma de leer. Desde esta perspectiva, para este cabría la posibilidad de ser partidarios de la opinión, el recuento o recuerdo político que se muestra en la obra o convertirse en acérrimo opositor, pues el pensamiento propuesto no es el deseado, así como también el hecho de proponer lecturas políticas en textos aparentemente apolíticos. Los narradores chilenos actuales se acercan a la política desde, como ya se ha mencionado, la perspectiva de la memoria de los hijos. De este modo, en lo que a sucesos del pasado se trata, finalmente de la misma historia contada con otra mirada: el dolor desde la inocencia, el daño y la pérdida desde el que entiende a medias, la abulia del que no le importa aunque sabe lo que pasa, la ignorancia del que no entiende nada o entiende todo mal, la mezcla de lo vivido, lo escuchado en su momento, lo aprendido en primera persona con los años: las historias de los otros, los protagonistas y los actores secundarios. Nada de esto significa que se den por sepultados los relatos de los padres, de los protagonistas. Ser la voz o escuchar las voces de los personajes secundarios no significa de ningún modo negarlos, sino entenderlos, apoyarlos, perdonarlos, continuarlos, respetarlos, defenderlos y también cuestionarlos, criticarlos, acusarlos
En una lectura cómplice política de
En
Es la hija, Mayra, el personaje secundario de la historia nacional, la voz que se cuestiona la vida de su progenitor y con ello la vida del país antes de su nacimiento. Las señales en esta novela parecen más difusas, pero no dejan de apuntar al paradigma de uno de los participantes de la historia chilena de los últimos cuarenta años, y también de todas las dictaduras conocidas: el soplón, el delator, en Chile “el sapo”. Este es incapaz de contar su historia y la hija se obceca por conocerla, pues advierte que sin conocer su procedencia y su historia familiar (nacional) no podrá construir su identidad, cuestionar, perdonar u olvidar si es necesario, para establecerse en el presente y construir su futuro. Aunque la joven intenta consentir a su padre, convenciéndose de que la “memoria es un almacén de desperdicios”, como él le repite constantemente, cuando intenta olvidar, el contexto presente le exige conocer el pasado y recordarle que para poder olvidar, primero hay que saber qué es lo que se olvida: -Deja de preguntar tanto. La memoria es un almacén de desperdicios, ¿entiendes? -No. ¿De qué memoria me hablas si tu madre ni siquiera es un recuerdo para ti? (Costamagna,
La recuperación de la memoria familiar y política de la hija permite a los “personajes políticos secundarios”, los hijos y las hijas de los protagonistas de la historia que han sido o se sienten víctimas, victimarios o personajes incidentales de la historia política nacional, construir su vida en el presente e intentar restablecer el desarrollo de un país quebrantado.
Por otra parte, una
Voto con un sentimiento de pesadumbre, con muy poca fe. Sé que Sebastián Piñera ganará la primera vuelta y seguro que también ganará la segunda, me parece horrible. Ya se ve que perdimos la memoria. Entregaremos plácida, cándidamente el país a Piñera y al Opus Dei y a los Legionarios de Cristo (Zambra,
El lector cómplice político puede comprender (entender, decidir) desde las señas de los escritores que no se puede pasar la vida retrocediendo, que así no se construye, un país por lo menos, y que la política no necesita solo de dirigentes o de victimarios y víctimas eternas, necesita construir desde todas las memorias, necesita darle espacios a los que todavía no son víctimas ni victimarios, necesita precisamente que el futuro no se construya desde las víctimas y los victimarios, sino desde las pequeñas voces que hace tiempo han dejado de ser pequeñas.
La lectura dinámica es la lectura cómplice que permite o impulsa al lector a mixturar las anteriores y suma además nuevas formas de completar las lecturas propuestas por el texto. Desde aquí se comprenderían los juegos con el lenguaje, las propuestas alegóricas, el humor, la ironía, la parodia, la crítica, la complicidad en distintos grados entre el lector y la obra y el placer de la lectura (pues no se han puesto obstáculos al lector sino más bien se le han entregado más piezas para que configure su propio puzzle más amplio y colorido). Esta propuesta permite acceder a múltiples lecturas desde distintas perspectivas, por supuesto, suscritas en las propias novelas. Revisaremos brevemente algunas vinculaciones con el humor y la ironía. Estos recursos literarios se conectan con la apropiación del pasado tanto individual como colectivo, con las lecturas afectivas como con el pensamiento político, de manera que es posible descubrir en las novelas astutas críticas sociales y políticas, así como también fórmulas de defensa frente a sucesos como la muerte.
Con respecto al humor,
…[el humor] nos distancia de los hechos, los descompone, los descontextualiza, los interpreta y nos estimula para que los vivamos, aplicando nuevas claves; es la válvula por la que se nos escapan las tenciones reprimidas y es un entretenimiento que nos sirve para compensar las preocupaciones y para aligerar el peso de los disgustos (Hernández Guerrero,
Frente a la muerte, el humor distancia al protagonista de
Con respecto a la ironía, aclaremos que no todas las ironías resultan humorísticas, en las novelas que revisamos es más crítica que graciosa. Para este trabajo, entendemos la ironía siguiendo a Linda Hutcheon en “Ironía, sátira, parodia. Una aproximación pragmática a la ironía” donde señala:
La función pragmática de la ironía consiste en un señalamiento evaluativo, casi siempre peyorativo. La burla irónica se presenta generalmente bajo la forma de expresiones elogiosas que implican, al contario un juicio negativo. En el plano semántico, una forma laudatoria manifiesta sirve para disimular una censura burlona, reprobación latente (Hutcheon,
En las novelas la ironía se relaciona con lo social, lo político y lo amoroso. En
Otro momento que motiva la duda en
Dije: ¿Cómo tomó la gente del partido el hecho de que tuvieran una relación? No les gustó, dijo ella. Se lo perdonaron a la Javiera, del mismo modo en que obviaban el hecho de que ella tenía casi cuarenta años y aún estaba adscrita a la estructura de la juventud del partido (Bisama,
De este manera, la imagen de la mujer revolucionaria que se nos había entregado nos muestra su cara real, su historia de obsesiones: por la juventud, por una relación amorosa que más tarde se vuelve violenta, por la política que parece atrofiar sus capacidades personales para vivir, y las que la impulsan a convertirse finalmente en una criminal.
Por otra parte,
-Se les notaba el acento a las pobrecitas.
-¿A quiénes?
-A las niñas que llegaron a buscar a su prima a la Escuela. Cómo se les ocurre ir a mostrar justo hoy su acento extranjero. Fue una tontera. Estaban de vacaciones en Retiro y quisieron conocer el colegio de su prima. Y los niños son crueles, claro. Partieron por insultarlas, refregándoles la derrota en la cara, y luego las agarraron a piedrazos. (…) A la más chica le llegó una piedra en la cabeza. ¡Cómo sangraba esa mocosa! No tenía más de diez años la pobre. (…) Al que le tiró la piedra lo suspendieron de clases.
-¿Nada más? –pregunté. No podía creer que ese fuera su castigo.
-(…) Él solo estaba feliz con el triunfo. Es un asunto de patriotismo (Costamagna,
Se trata de usar a la patria como escudo para repartir violencia, sancionando a un mini- abusador que se escuda tras la masa, tras una noción tergiversada de patria con un castigo mínimo. Así, el narrador se burla de la noción alterada de “la patria” que seguramente profesan los adultos, pues la minoría de edad del joven agresor los deja como la cara oculta que ha desarrollado mal la concepción de patria, mostrándolos a ellos como los verdaderos culpables que no responderán ante su falta de discernimiento al momento de enseñar.
La representación de la violencia sin rostro se muestra en su punto máximo cuando todos los bebedores del pueblo atacan a Figueras en su bar, encubiertos en su “alto sentido” de la moral que les permite violentar a un criminal sin sentirse criminales por ello. Mientras irónicamente Figueras ha pensado todo el tiempo: “El Royal sacará polvo, me pegarán, tal vez me maten. Entonces los muy torpes se habrán convertido en asesinos” (Costamagna,
Para finalizar este trabajo precisamos una ironía directa al Régimen Militar chileno, que se acerca, por supuesto a la lectura política. Recordemos que
Este artículo corresponde a parte de la investigación del Proyecto Posdoctoral en curso 2013, N° 3130611 financiado por FONDECYT: “Cubrirse y mostrar la cara”: reflexiones sobre la narrativa chilena reciente: vínculos, búsquedas, propuestas y estados (fines de los noventa al 2011). Patrocinado por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Dra. Rubí Carreño Bolívar.
Cabe señalar que el lector al que se hace referencia en esta investigación corresponde, tal como la narrativa que se estudia, a un lector reciente, una figura colectiva y dispersa en distintos lugares del mundo capaz de “leer” la obra y los aspectos culturales, históricos, sociales y políticos que rodean a la obra, al escritor y al lector desde fines de siglo en adelante.
La base de esta propuesta se encuentra en las teorías de la Estética de la Recepción Literaria: Ingarden, Iser, Gadamer, Vodicka y Fish, pero la nuestra proyecta formas o tipos de lectura que, respetando pero sin seguir en detalle estas teorías, pueden actualizarse en las narrativas recientes desde los noventa en adelante en Chile y probablemente en Latinoamérica.
Entendemos básicamente la idea de cómplice como aquel “que manifiesta o siente solidaridad o camaradería, según la RAE. De este modo nuestro lector cómplice será capaz de descubrir y proponer una o más lecturas posibles de las novelas recientes siguiendo los indicios que los narradores han dejado evidentes o cifrados en espera de ser revelados y completados, articulando así una estrecha relación de intimidad entre autor-texto-lector.
Tomando en cuenta las sugerencias de Ingarden aclaramos que en nuestras propuestas de lectura son de suma importancia no solo las señales del texto para los sentidos de nuestras proposiciones sino que también “los límites puestos por el texto” (Ingarden,
Como comentó Alejandra Costamagna en un diálogo con Lorena Amaro realizado en la Universidad de Chile en Mayo de 2013: “la memoria del hoy está lejos de la gran memoria, son pequeñas memorias”.
Al margen de este dato contextual de los autores, aclaramos que ninguna de las propuestas que se ofrecen involucra aspectos biográficos de los escritores como punto de referencia para completar lecturas.
Sobre las novelas anteriores a
Ponencia leída en las Jornadas
En relación a la familia escribe también la crítica Elsa Drucaroff en
Mayra, casi al final de