Los peores enemigos de Francisco Umbral reconocen su capacidad para crear un discurso lingüístico innovador tanto en sus textos autobiográficos, autoficcionales, ficcionales o periodísticos. Entre los 14 textos publicados durante la década 2000-2010 por Francisco Umbral, dos solamente pueden considerarse como pertenecientes
Even Francisco Umbral’s worst enemies acknowledge his talent for innovative linguistic discourse when writing texts of various kinds - autobiography, autofiction, prose fiction or journalism. Among the 14 texts Francisco Umbral published between 2000 and 2010, only two can be considered prose fiction
La relación de Francisco Umbral con la crítica e incluso con la opinión, sobre todo la de los que no lo leían, ha sido siempre ambigua, problemática, contaminada por equívocos, polémicas a veces fomentadas por la actitud provocativa del mismo autor o sencillamente injustas. Su personalidad invasora, a menudo vanidosa, o por lo menos consciente del valor de su obra, provocó odios poco comprensibles para un observador extranjero. Pero algo que todos los críticos o lectores reconocen es la calidad de su discurso lingüístico, el valor de su creación verbal, incluso en sus columnas periodísticas que él mismo veía “entre la política y la poética” (Umbral,
El problema se vuelve más delicado todavía cuando se focaliza la atención sobre la relación singular de Umbral con su propia esposa, María España. En este caso, las acusaciones de machismo, cinismo o vulgaridad llegan a su paroxismo. Es evidente que la aparente ausencia de su mujer en su obra y en sus declaraciones públicas por una parte, y por otra, la confesión impúdica, el exhibicionismo y el relato detallado y crudo de sus aventuras amorosas y eróticas con otras mujeres, parecen reforzar esa interpretación tajante que hace de Umbral un Don Juan inmoral. Sin embargo,
Se sabe, gracias a la investigación de Anna Caballé (Caballé,
De hecho no conoció a su padre y fue criado durante cinco años por la familia de su madre. Llegó a Valladolid en 1936 y vivió ya con su madre, huérfano de su padre. No se puede entender la actitud de Umbral adulto si no se considera ese traumatismo infantil, agravado más tarde por la muerte repentina de su propio hijo. Umbral va a vivir su destino de escritor famoso entre esas dos maldiciones íntimas. María España está en el centro de las dos heridas. De ahí el deseo de Umbral, ya maduro, de rendir un homenaje a la persona que aparece asociada a su adolescencia, liberada de una infancia solitaria, y a su hijo muerto.
España Suárez Garrido, por su parte, nació en marzo de 1936 en Santa Eulalia de Tábara, al norte de Zamora. Su padre, republicano sincero, la bautiza como España a raíz de la euforia de la victoria de los republicanos, que va a cortar dramáticamente la guerra civil. La familia se traslada a Valladolid en 1947.
Ahí se van a encontrar los dos jóvenes en los años cincuenta. Sus dos testimonios coinciden: formaban parte del mismo grupo de amigos y España era una de las chicas con las que iban a remar en el río Pisuerga. Lo que confirma su mujer en una entrevista a
Después, sin casi darnos cuenta, empezamos a ir al Pinar a merendar casi todos los fines de semana. Y los sábados por la tarde, al cine que había en el Teatro Calderón. No sé. Creo que no hubo un momento concreto en el que se declaró. Todo fue poco a poco y la cosa se fue decantando. Hasta que al final dimos por sentado que ya estábamos saliendo juntos (Suárez Garrido,
Estos datos son fundamentales para entender su relación: se hacen pues novios muy jóvenes y cuando se casan en septiembre de 1959, en la Iglesia San Martín de Valladolid, Paco tiene 27 años y España 23. Por esas fechas, él está completamente huérfano, ya que su madre ha muerto en 1953. Ha empezado su carrera de periodista, discretamente en la emisora
Paseo con E entre las jaras. La jara es el olor de su infancia, la planta de su vida. Estuvo de niña en una dehesa zamorana y lleva en la memoria y en la pituitaria un perfume de jaras. Hace muchos años me llevó a aquella dehesa [...] Ahora me da a oler la flor de la jara. Pienso que todo el mundo vive sobre una textura interior de carácter lírico. A todos nos condiciona un fragmento de paraíso entrevivido en la infancia, y que luego la memoria ha convertido en paraíso absoluto, magnificándolo. Lo que la jara es para E., lo es para mí cierto frío helado de mi calle al norte, en la infancia (Umbral,
Podemos observar el pudor de Umbral que da solamente la primera letra, E, sacada del nombre de su mujer y vemos sobre todo cómo la asocia, en su recuerdo, con mucha ternura, a un elemento natural, la jara y su perfume, símbolos de la pureza de la infancia. En
Ropas que huelen a tu perfume y, por debajo, a esa cosa zamorana de infancia y jara que es tu alma (Umbral,
En esa época de su vida que cree acabada, Umbral recuerda con ternura a:
[...] aquella niña de provincias, con calcetines blancos, zapatos altos de su hermana mayor y andares de cabra trabada (Umbral,
María España se va a quedar con él hasta su muerte, o sea 48 años de vida común y estuvo a su lado en los momentos de alegrías o de dificultad, por culpa de una salud algo frágil. Incluso, durante los últimos años, Paco le dictaba su columna diaria. A la periodista Emma Rodríguez que le preguntaba si fue fácil estar al lado de una personalidad tan fuerte, María España contestó:
No, yo misma me coloqué un poco a la sombra pero no me sentí en ningún momento en inferioridad de condiciones, tal vez porque él siempre me llevó a su lado y contó conmigo, al margen de los amores que haya podido tener (Rodríguez,
Hay una paradoja en Umbral: por una parte, confiesa a Martínez Rico que el matrimonio no le cambió la vida, pero sí el nacimiento de un hijo y luego la muerte de este niño. Es que no creía en la institución del matrimonio que era, para él, un disparate: “un hombre y una mujer no están hechos para vivir juntos, eso es una gilipollez” (Martínez Rico,
En la calle encontramos un día a la abnegada. La abnegada es esa mujer dispuesta siempre a sacrificarse por nosotros, la que nos lo dará todo, llorará mucho y nos creará una mala conciencia de tango. La abnegada confiaba en nosotros hasta el infinito, pero al mismo tiempo desconfiaba mucho, nos daba su cuerpo sin placer, porque lo suyo era el alma, y ponía ojos de mártir para entregarse, ojos en blanco como los que habíamos visto a las santas en las iglesias de la infancia (Umbral,
Hace suya una afirmación de José Antonio Marina según la cual “Cada matrimonio son dos matrimonios: el que vive él y el que vive ella”. (Martínez Rico,
Lo que confirma en un libro cuyo título lo define perfectamente:
De este modo, las obras mayores de Umbral se enlazan perfectamente:
Así que se ve a la mujer como objeto de deseo, lo fascina, es un seductor nato, experimenta lo que llama una “inmensa curiosidad por la mujer” (Umbral,
El momento privilegiado de ese cuadro casi bíblico es cuando María riega el jardín:
Sentado aquí, en butaca de mimbre, sentado con un libro y con un vaso, te veo, a lo lejos, agente rubio de la inundación, cuando corren ya por todo el césped, por entre la tierra, las serpientes de agua que hacen más paraíso el modesto jardín. Lo tuyo es eso, esto. (Umbral,
Unos malpensados pensarán que este libro póstumo ha sido escrito en los últimos meses de su vida o, peor todavía, que ha sido reelaborado después de su muerte, por motivos comerciales. No damos fe a esas hipótesis. Es más, opinamos que
Umbral se presenta como un hombre ya mayor, cansado, y escéptico, enamorado de una mujer, que fue cómplice de su vida, desde la juventud. Ella es la poesía en una carta/diario íntimo que podría limitarse a una crónica frívola de la vida de un matrimonio o a una confesión sentimental y que, al contrario, se torna un homenaje lleno de ternura y de pudor. Le dice:
Tú estás aquí, desde hace tantos años, casi desde niña, para prepararme el último té con leche, que tomaré casi con normalidad de convaleciente. (Umbral,
Es un himno fúnebre, un adiós desgarrador a la infancia, y a la esposa, manifestado por numerosas reflexiones sobre la vejez, la soledad o la muerte, lejos de cualquier exhibicionismo,
Para nosotros, Umbral pasa, con este libro, de la
Esa apelación a ti o a mí (inevitablemente a los dos) quiere decir que nuestro matrimonio sigue abierto. Vivo (Umbral,
Es una auténtica declaración de amor a su mujer que nadie esperaba de Umbral, tachado en general, de misógino.
Aquí, te tengo, amor, allí te tengo [...] Ahora que nos hemos venido (antes de tiempo), es cuando mejor te veo, con perspectiva de unos pocos días, resumen de hijos perdidos, amores malogrados, cosas, feliz al fin, con esa paz indiferente que da la madurez, y que es mía también, regando los ciruelos, los rosales, el modestísimo césped que nadie pide ni quiere para crecer (Umbral,
Para María España, Paco es el amor de su vida. Su amor de infancia. Lo amó y lo admiró. Lo defiende contra viento y marea, como lo prueba lo que dijo en una entrevista al
No hay ni momento que no lo recuerde. Desde que me levanto hasta que me acuesto lo tengo presente. De hecho, todavía continúo leyendo el periódico en el mismo lugar en que lo hacía él. Y compruebo que su figura sigue vigente. Siempre que veo algo me viene Paco a la cabeza. No sé, cualquier cosa. Ya sea porque sale el sol, porque anochece, porque nieva; siempre me acuerdo de él (Suárez Garrido,
Para Umbral, María España se vuelve “María, Mariamor” (Umbral,
Por otra parte, se encuentra en
Pero un día, un noviembre, vino noviembre con su hacha, inevitablemente. Los sauces, los gigantescos sauces, eran un bosque del cielo, una masa de verdor y luz que ponía oscilación en el universo, estatua en el jardín y gracia en el día (Umbral,
Hasta el punto de que, en
En esta perspectiva la naturaleza, mediante las evocaciones del jardín en su casa, siguiendo el ciclo de las estaciones, recibe un tratamiento totalmente nuevo en el universo literario de Umbral. Muchos fragmentos son un canto lírico de unos elementos característicos de este jardín, como por ejemplo esos fragmentos dedicados al mes de septiembre:
El jardín, en septiembre, es un arpa con sueño, la delirante lanza que mata el sol penúltimo. El jardín, en septiembre, es un campo de guerra: perfumados cadáveres del verano que fuimos se esparcen por el césped como estatuas fallidas. La luna es la Cruz Roja de todas esas cosas: una banal batalla actualidad/presente. El presente, María, yace, aquí, como un húsar [...] (Umbral,
O al verano:
La noche es de seda y de tiniebla azul. (Umbral,
O
Entonces nuestra casa sería ésta, frente a una línea de cordillera azul, bajo una fronda de cielo que es, todo el año, como la desembocadura del verano (Umbral,
Se acumulan las imágenes insólitas, irracionales, más propias de un texto poético: “el ciprés es aristocrático, renacentista, pagano y esbelto” (Umbral,
La naturaleza le sirve para la puesta en escena poética de su condición de hombre mayor, melancólico y escéptico. Es el vector que permite la irrupción y la victoria de la poesía. La naturaleza es lo contrario del costumbrismo de otros textos, los de antes, cuando contaba su conquista de Madrid. Umbral parte, como siempre, de lo exterior para acercarse a su «yo» más íntimo: se trata aquí de una naturaleza domesticada, civilizada, en la cual ve una correspondencia a su estado de ánimo melancólico y angustiado:
Me pongo inevitablemente elegíaco mirando por la ventana, pero, visto el magnolio en la totalidad, es como un convento de monjas jóvenes redondeadas, de carmelitas (si es que las carmelitas van de blanco), cada una en su celda de luz, en la punta de su rama, como esa punta de rama del árbol del convento que es una celda femenina (Umbral,
Este diario circunstancial de la vida de un matrimonio da lugar a una especie de poema que cuenta y canta los detalles de su cotidianeidad: un tomate del jardín, la casa, la cama, un gato, un coche Citröen GS, una bicicleta, el desayuno o un baño compartidos:
Yo me baño en tu baño y como de una fruta misteriosa, incógnita. Esta capacidad de transformar el baño y los melocotones es infantil, poética y maligna. Como infantiles, poéticas y malignas son las niñas. Una mujer nunca es peligrosa por lo que tiene de mujer, sino por lo que aún tiene de niña (Umbral,
Podemos observar una como teatralización de los sentimientos, a veces como un juego lingüístico con el acostumbrado forcejeo con las palabras que es lo más notable en Umbral, mejor escritor que novelista. Le dice a su mujer:
Andas entre las ramas, te pierdes y reapareces por el jardín buscando flores sin nombre, o mimando el barroquismo excesivo de las rosas, eres luz en la luz o sombra en la sombra [...] (Umbral,
Es un nuevo tono en Umbral quien ahora mira y admira la naturaleza, por lo menos a través del jardín de su casa, huyendo de la calle hacia una casa refugio. De modo reiterativo, a lo largo de este diario, se produce ese encuentro entre el hombre y la naturaleza, pero con la mediación de María, que es un elemento más de ese cuadro embriagador:
Tu pelo huele a trigo e cuando tú eras trigo, María (Umbral,
No importan la vida social, mundana, los triunfos periodísticos o prestigiosos, sino la sencilla y recíproca armonía del matrimonio con los elementos naturales. Así que la política, o sea el comentario de la actualidad más cercana y a menudo muy irrisoria, tan presente en las columnas, demasiado para muchos críticos, no está tratada en unas páginas dominadas por un trabajo lingüístico que las acerca más a la invención de la lírica que a la lógica de la narrativa o de la opinión.
Una vez más Umbral controla su confesión, y en este caso la traslada a una visión algo literaria, o sea que la literatura es la que manda en él, la suya y la de la tradición. Para Umbral, la naturaleza es la base de un juego verbal brillante, por cierto, pero a veces algo forzado o artificial, digamos retórico. Como por ejemplo cuando propone unas metáforas o comparaciones algo forzadas: “el álamo nos dio sombra como un relicario gótico de plata verde” (Umbral,
Pero, en general, se impone un idioma triunfante, exaltado, lírico, que narra sencillamente el presente, hasta el punto de cobrar una forma de estrofa poética
El presente, el presente, espesando las cosas/ es como una carreta cargada del verano/El presente, el presente, abultando las horas, /es como una cosecha sobrante de oro inútil. / El presente se extiende como un árbol de días/y crece hasta los cielos tapando el mes entero. / El presente es el eje de un metal ignorado/donde se balancean, pensativos, los tiempos. /El presente da miedo, ha abolido la noche/y nos tiene aquí en vela, en vigilia de oro (Umbral,
Esas definiciones del presente, expresadas con unos recursos muy corrientes como la comparación, la metáfora, la imagen insólita, los encabalgamientos que hacen que el verso pasa de una página a otra, vuelven a aparecer más lejos en el texto, estableciendo una correlación intensa entre los dos textos que comunican uno de los temas esenciales del libro, el predominio del presente en el flujo del tiempo:
La eternidad es una abstracción cursi. El presente es una salvación posible y usadera (Umbral,
Como dice con razón Pere Gimferrer en su Prólogo: “Los valores líricos no son algo añadido al texto, sino su razón de existir” (Umbral,
Umbral introduce también poemas presentados de modo más clásico en el mismo texto en prosa, en estrecha correspondencia con este. Por ejemplo, uno de verso libre que dice con imágenes intensas la llegada del mes de septiembre, y la vuelta al trabajo, tema tradicional en el diario íntimo, pero expresado aquí en forma poética:
Cuando llegue septiembre y se muera un racimo/cuando seamos rehenes de una ciudad de cáncer,/ cuando la actualidad descienda sobre mí/como una capa de oro con cáscaras bordadas/cuando este azul presente lo cerremos con llave/y pongamos al cielo sus cancelas (Umbral,
Después de unos párrafos de tonalidad erótica, dedicados al sexo con su mujer, introduce un poema titulado
Toma, mama la verga, vive sabor a hombre; toma, planta en tu recto esta daga de loco; toma, guarda en tus manos este surtidor de oro; toma entre tus pezones este cuchillo espeso. En las fosas nasales introduce esta rosa. En tus breves orejas, esta azul caracola. Toma, hunde hasta las raíces del dolor que te ciega este galeón de sangre, esta cálida estrella (Umbral,
A esa violencia del sexo se opone la gracia de la estampa de una niña de siete años, Olga, que se baña:
La casa era una balsa navegando en lo verde./Olguita es una niña raptada por las cosas [...] Y Olguita, siete años, atraviesa desnuda/el campo de batalla, pisando los racimos (Umbral,
Umbral llega a reflexionar sobre esa mezcla de poesía y prosa en su propio texto, en un ejercicio de meta-literatura que practica a menudo. Después de introducir en su texto un poema amoroso:
Estamos entre bragas y tomates/tomando un sol que no da en nuestras vidas (Umbral,
acude a Cortázar para justificarse:
(Aquí iba a seguir hilando algunos poemas, pero leo en Cortázar que no se deben hacer libros alternados de poesía y prosa, porque eso, más o menos, crea malestar en el lector, le obliga a funcionar.) (Umbral,
No cumple aquí con esos consejos de Cortázar ya que inserta varios poemas en la carta a su mujer, como uno a propósito de la escritura de su columna diaria:
Hoy es sábado, coño, y viene en el periódico/un artículo mío, como todos los sábados (Umbral,
Ya se ha observado que las columnas periodísticas de Umbral presentaban un ritmo métrico de poesía, ilustrando de este modo el rechazo, en el discurso de Umbral, de los géneros, o su deseo obsesivo y reivindicado de mezclarlos, sin que haya fronteras entre ellos. Por eso, en esta carta que pertenece normalmente al género epistolar, no duda en ofrecernos un poema dedicado a su gato Rojito con una primera forma de poema llamada
El libro consta de dos partes, una primera que es la carta principal, fechada en Madrid, otoño de 1985 y una segunda, mucho más corta, titulada
De este modo, su pareja se integraría en lista numerosa de escritores muy unidos a una esposa como fue el caso de Jorge Luis Borges con María Kodama, Camilo José Cela con Marina Castaño, Rafael Alberti con María Teresa León, Francisco Ayala con Carolyn Richmond, José Saramago con Pilar del Río.
Umbral acude a la misma mezcla de elementos prosaicos muy reales con estrofas poéticas en