La caza tiene problemas para dar y tomar. Produce y sufre problemas de todo tipo, aunque solo hablaré de los genéticos. La caza está en declive sobre todo porque a la naturaleza le va mal. Sin embargo, la caza no solo es fuente de problemas, sino también de soluciones. Hay que compatibilizar caza y conservación de la naturaleza de modo que se haga un uso sostenible de la fauna y los ecosistemas. Hay conocimientos científicos y técnicos suficientes para conseguirlo. Quizá lo que no hay es voluntad. ¿Cómo les cuento de la caza si de la caza ya se ha dicho todo? Lo único que se me ocurre es dar una visión muy personal con palabras sencillas. Espero contar algo nuevo, aunque me consta el desinterés manifiesto de algunas personas por que se les cuenten historias que les hagan pensar de otra manera o siquiera dudar.
There are many problems to choose from as regards hunting. It either generates or suffers from all sorts of problems, although here I will only refer to genetic ones. Hunting is declining mainly because nature is not doing so well. However, hunting is not only a source of problems, but also of solutions. We must reconcile hunting and nature conservation, to permit a sustainable use of wildlife and ecosystems. There is already sufficient scientific and technical knowledge to achieve this, but perhaps not the will to do so. How can I tell you about hunting if everything has already been said? All that occurs to me is to give a very personal view using simple words. I wish I could say something new, but I am well aware of some people’s clear disinterest in listening to stories that make them think differently, or perhaps question their previous knowledge.
“Para empezar por el principio, diré que la perdiz roja es un pájaro que todavía está ahí. Los pájaros de ellos, los pájaros de los otros, son, a menudo, pájaros que
La caza está en declive porque para cazar hay que irse al campo. El declive de la caza es simultáneo a la pérdida de paisajes y especies. La naturaleza está sufriendo una crisis de extinciones de especies como nunca ha ocurrido en la historia del planeta. La caza consiste en matar animales y algo ha tenido que ver en las extinciones de especies, aunque a escala global tiene muy poca culpabilidad y algo que agradecerle. El “problema” de la caza son muchos problemas pero el de la pérdida de naturaleza es el principal.
Voy a intentar poner el problema en perspectiva. En el año 1800 vivían 1.000 millones de personas. En el año 2000 éramos 6.000 millones y ahora pasamos de los 7.000 millones. El crecimiento de la población asusta. Se ha estimado que en 2100 serán 11.000 millones de personas (United Nations – Department of Economic and Social Affairs. Population Division). A la vez, la producción de cereales
Hay que proteger la naturaleza porque la estamos destruyendo. Cuando se trata de proteger ecosistemas, mayor superficie es mejor que menor, conectado es mejor que fragmentado y natural es mejor que manejado. Eso es obvio pero complicado de conseguir en la práctica. Desgraciadamente, en la actualidad y por lo menos en el futuro inmediato, la supervivencia de cada vez más especies tendrá que depender del cuidado de fragmentos de hábitat en forma de reservas o, peor aún, zoos, hasta que se pueda recuperar el hábitat perdido y las causas de extinción. Muchas especies tendrán que intentar sobrevivir en pequeñas poblaciones aisladas sin espacio para crecer. Su supervivencia depende del cuidado humano. Por si fuera poco, de una manera o de otra, toda la vida silvestre está amenazada por el cambio climático. No solo afectará a la vida silvestre, sino que el cambio climático muy probablemente afectará a las poblaciones humanas. Algunas sociedades podrán hacer frente al problema, pero son de esperar rupturas sociales, movimiento de poblaciones y explotación de más recursos, que afectarán también a la naturaleza. Para qué seguir.
Hoy en día, proteger la naturaleza significa gestionarla. Los recursos son limitados, por lo que tendremos que ponernos de acuerdo en qué especies o subespecies queremos proteger, dónde y en qué números y cuál es la mejor manera de hacerlo. A largo plazo no puede haber conflicto entre el desarrollo económico y la protección de la naturaleza. A corto plazo, hay conflictos inmensos. La palabra
Alrededor del 62% de la superficie nacional es terreno cinegético (Estadística anual de caza. Tablas resumen
La caza no solo se ocupa de proteger el espacio. También protege a especies concretas. Por ejemplo, el ciervo. Esta especie se extinguió en la mitad norte de la Península Ibérica. Con fines cinegéticos, a partir de los años 50 comenzaron a repoblarse diferentes sierras del norte de España con ciervos provenientes del centro y sur peninsular, principalmente de Quintos de Mora (Toledo), creándose nuevas Reservas Nacionales de Caza. En la actualidad los ciervos se encuentran en prácticamente toda la Península y las poblaciones están aumentando, lo que seguro que agradece el lobo además de los cazadores.
Junto a todo esto, el aprovechamiento cinegético produce rentas y empleo, especialmente en ambientes rurales, complementando o sustituyendo a las rentas agrarias. El medio rural se nos despuebla y cualquier actividad económica allí es bienvenida y necesaria para cohesionar socialmente el país.
Sin embargo, la caza no solo tiene aspectos positivos. Aunque la alteración y destrucción del hábitat sea la principal causa de destrucción del planeta y de pérdida de biodiversidad, la caza tiene su parte de culpa también. En primer lugar, porque la caza actúa directamente sobre los animales matándolos. Algunas especies se están matando de más y no podemos olvidar que en la historia algunas han sido cazadas hasta su extinción. Además, la caza está siendo perjudicial para la naturaleza por métodos menos directos que pegarles tiros a más animales que los que la naturaleza puede reponer. La caza altera la naturaleza de varias formas menos evidentes. Algunas de estas formas tienen consecuencias genéticas (que luego podrán tener consecuencias demográficas) y de ellas se encarga la Genética. Así pues, antes de contar algunas de estas maneras más enrevesadas por las que la caza se fastidia a sí misma, creo conveniente explicar uno o dos conceptos de genética, con palabras simples.
Cada especie y subespecie es como es por su información genética. Cada individuo también, aunque en mayor o menor medida en el aspecto (fenotipo) influye además el ambiente. La información genética está contenida en una molécula que es el ADN. La molécula de ADN es capaz de hacer copias de sí misma, con lo que puede pasar entre sucesivas generaciones en los seres vivos. Esta molécula es también extraordinaria porque es capaz de contener la información que nos hace a cada ser vivo ser lo que somos. En los seres vivos que nos interesan aquí, la información genética está contenida en varias moléculas de ADN y cada una de ellas forma parte de un cromosoma. La información genética está duplicada, así que el número de cromosomas de una célula es par. Cada cromosoma de una pareja contiene información para hacer lo mismo, por ejemplo, el color del pelo, aunque puede ser que en cada lugar del ADN de ambos cromosomas (cada gen) haya variantes en la información para hacer lo mismo: una variante de un gen (alelo) en un cromosoma para teñir el pelo de un color y otra variante en su otro cromosoma para teñirlo diferente. Uno de los juegos de cromosomas proviene del padre, de un espermatozoide, y el otro juego proviene de la madre, de un óvulo. Hay una pequeña cantidad de información genética que está contenida en una molécula de ADN distinta de la que hace los cromosomas. Es el ADN mitocondrial. Las mitocondrias son orgánulos de las células que tienen su propio ADN, diferente del de los cromosomas. Los espermatozoides no transfieren ADN mitocondrial al embrión, de modo que todo el ADN mitocondrial de un individuo lo ha heredado de su madre.
La Genética estudia el modo en que el ADN se transmite entre generaciones. Cuando la Genética estudia aspectos cinegéticos no suele estudiar la herencia en individuos sino en grupos. Es decir, estudia cómo es y cómo varía el acervo genético de poblaciones. Los ciervos del Monte del Pardo, por ejemplo. La base de la Genética de Poblaciones es la ley de Hardy-Weinberg. Dice que, en una población infinita donde las generaciones no se solapan, el apareamiento es libre y al azar y donde no hay mutación, migración ni selección, la composición genética permanece en equilibrio. La “composición genética” de la población son las frecuencias de los alelos de cada gen. Si nada cambia (no hay mutación, selección…), las frecuencias de los distintos alelos permanecen constantes. Podemos establecer una analogía con los apellidos de la guía de teléfonos de una ciudad grande. Las frecuencias de los apellidos son las mismas en las guías de todos los años. Conocidas las frecuencias de los apellidos (4% de Benítez, 15% de Sánchez, 8% de Pérez…) se pueden calcular las frecuencias de las parejas de apellidos en la guía de teléfonos (frecuencia de Pérez Benítez, Sánchez Pérez, y así) y además la frecuencia de cada pareja de apellidos permanece constante. Cuando la composición genética de una población cambia es porque está pasando algo que la altera. Ese “algo” es una violación de las premisas del modelo de Hardy-Weinberg: que la población es infinita, las generaciones no se solapan, el apareamiento es libre y al azar y donde no hay mutación, migración ni selección. La labor del genetista es detectar un cambio en la composición genética y averiguar el motivo, el “algo” que produce el cambio. En el modelo la población es infinita. Las poblaciones finitas pierden diversidad genética generación tras generación, pero si la población es grande, esa pérdida de alelos es tan lenta que a la escala temporal humana que nos interesa es despreciable. Tampoco varía mucho las cuentas el hecho de que las poblaciones sean solapantes, es decir, que en un mismo año puedan reproducirse en la población padres, abuelos, nietos y cualquier individuo de cualquier generación viva. Las mutaciones son sucesos muy raros y podemos despreciar también su efecto, ya que van produciendo alelos nuevos a un ritmo tan lento que no es de importancia en la escala temporal de la gestión cinegética. Los apareamientos pueden ser más o menos aleatorios en algunas especies, como los conejos, o pueden no serlo completamente en especies donde determinados genotipos tienen ventaja reproductiva y unos cuantos machos acaparan todas las hembras, como los ciervos. Con todo, cuando se observa un cambio de la composición genética de una población hay que sospechar de la migración y de la selección. Los casos descritos y posibles de causas de cambios en la composición genética y sus consecuencias son numerosos, pero para muestra vale desgranar unos cuantos. A veces una población puede perder alelos y con ello perder diversidad genética debido a una interrupción del flujo genético. Eso puede ocurrir cuando una población queda dividida, por ejemplo, por una autopista. ¿Son capaces los ciervos de cruzar una autopista, aunque sea por los pasos de fauna habilitados? Para saberlo no hay más que estudiar las frecuencias de los alelos de los ciervos a uno y otro lado. A veces el flujo genético se interrumpe porque la población ha quedado aislada, por ejemplo, con un vallado cinegético que cierra toda una finca. A partir de ese momento la diversidad genética de la población irá disminuyendo, aunque el ritmo de pérdida depende del tamaño de la población que ha quedado aislada y de su diversidad genética inicial. La pérdida de diversidad puede ser lenta, o puede no darse si el vallado es algo permeable al paso; para averiguarlo basta contar las frecuencias de los alelos en la población. Hay casos en los que rápidamente se pierde gran diversidad genética. Por ejemplo, cuando se funda una población por la translocación de unos pocos ejemplares de otra población, pongamos por caso las poblaciones de arruís de algunas fincas. También se pierde mucha diversidad genética en poco tiempo en otros casos de “cuello de botella”, casos en los que muchos animales de una población mueren y esta se recupera o no a partir de pocos individuos. Enfermedades y caza excesiva provocan cuellos de botella. A veces las frecuencias de genotipos de una población no son las que se esperarían atendiendo a las frecuencias de los alelos y eso no es por flujo genético ni por selección, sino simplemente porque lo que se pensaba que era una población son dos. Un ejemplo de esto es una población silvestre de perdices después de soltar allí algunas otras de una granja: en ese momento no hay una población sino dos, la silvestre y la de granja. Un caso curioso de la existencia de dos poblaciones en donde se pensaba que había una se describió en el corzo (Kurt, Hartl y Voelk,
En la actualidad contar alelos es sencillo. El grado de conocimientos y tecnología que estamos consiguiendo en las últimas décadas es impresionante. Desde este punto de vista, son muy buenos tiempos para la ciencia que tenga que ver con la protección de la naturaleza y con la gestión de la caza. Corren tiempos emocionantes para la genética, la genómica, la proteómica y todas las “ómicas”. En 1990 comenzó el Proyecto Genoma Humano, con el objetivo de secuenciar todo nuestro genoma. La secuenciación del genoma se completó en 2004 (International Human Genome Sequencing Consortium,
“La tecnología es una forma de organizar el mundo de tal manera que el hombre no tenga que experimentarlo”. Eso lo dijo Max Frisch. Esta frase creo que explica algunos casos de mala aplicación de la ciencia a la gestión cinegética. En ocasiones los conocimientos genéticos obtenidos con alguna tecnología se interpretan con elucubraciones abstractas equivocadas alejadas de la realidad. El divorcio que hay muchas veces entre el conocimiento científico y su aplicación empieza a veces desde el principio, desde la propia normativa que gobierna la caza. Hay dos tipos de errores en las normativas o en su aplicación: a) no regular una especie o subespecie cuando esa regulación es necesaria y b) regularlas cuando tal protección no es necesaria. Tanto una terminología imprecisa como unos conocimientos científicos insuficientes hacen que algunas decisiones que se toman en normativas y actuaciones sean incorrectas e indefendibles. Las consecuencias potenciales tanto de la sobreprotección como de la nula protección afectan directamente a la biodiversidad, al igual que lo hace indirectamente el desviar recursos hacia actuaciones innecesarias, cuando no perjudiciales. Luego los científicos nos podemos perder en elucubraciones abstractas equivocadas alejadas de la realidad y las administraciones encargadas de la normativa y su aplicación pueden perderse en ilusiones y eso en el mejor de los casos, que es cuando disponen de presupuesto para el manejo de las poblaciones cinegéticas. Se hará “la genética” del bicho en cuestión, esto es, se usará la tecnología para genotipar animales, pero con unos conceptos tan alejados de la realidad que la aplicación en la gestión será nula en el mejor de los casos y perjudicial las más de las veces. Es preferible ahorrarse el dinero y el esfuerzo.
Hay varios casos de mala aplicación de la genética a la gestión cinegética. El caso de la perdiz es un ejemplo paradigmático de mala gestión y es sobre el que me voy a extender más porque en esta especie se da casi todo el catálogo de malas aplicaciones de la genética en la gestión cinegética.
Hemos dicho que en poblaciones cinegéticas puede haber problemas de pérdida de diversidad por interrupción del flujo genético, por fragmentación o aislamiento de poblaciones o por caza excesiva o cualquier otra causa que provoque un cuello de botella. También puede haber alteraciones genéticas debidas a selección. Esos son problemas genéticos de lujo. No se estudian pérdidas de diversidad genética ni selección más allá de un puñado de trabajos académicos que no se aplican. No se les dedica la debida atención ni presupuesto aunque, con diferencia, el problema genético principal de la caza es otro.
Este artículo comienza con un párrafo que Miguel Delibes escribió en 1964. Se refería a que por entonces todavía quedaban animales en España, aunque en otros países más desarrollados ya no quedaban suficientes como para cazarlos, así que los extranjeros ponían los animales, esto es, que los criaban en granjas y los soltaban en el campo para cazarlos. Miguel Delibes se refería a la perdiz. A nadie se le escapa que un animal nacido y criado en una granja es, por definición, ganado o ave de corral. Así que los extranjeros cazaban ganado cinegético en sus países y para cazar animales silvestres tenían que venir a España. El tractor y la cosechadora llegaron a España y desde hace décadas ya la perdiz y otras especies “se ponen” en el campo aquí también. Por supuesto, Delibes previó lo que iba a pasar, pero creo que ni en sus peores pesadillas llegó a imaginarse lo mal que se iban a poner los animales en el campo. Medio siglo después de las palabras de Miguel Delibes, un hijo y un nieto suyos describen la suelta de cerdos vietnamitas, un animal exótico que está creando poblaciones asilvestradas en España y que hibrida con nuestro jabalí (Delibes-Mateos y Delibes,
Las ideas que tenemos de la perdiz, como de otras especies cinegéticas, están llenas de ignorancias, prejuicios, lugares comunes, medias verdades e intereses. Unas décadas atrás algunos cazadores dieron la voz de alarma porque algunas perdices resultaban malas para el lance cinegético al no comportarse como lo habían hecho siempre las perdices silvestres. Las encontraban mansas. En el año 2000 se decía que esta mansedumbre se debía a la suelta de perdices de granja, pero no perdices rojas (
Los híbridos de perdices roja y chúkar se han construido por retrocruzamientos de los híbridos de primera generación con perdiz roja. Voy a explicarlo. Un híbrido entre una perdiz roja y otra chúkar tiene la mitad de su genoma de perdiz roja y la otra mitad de chúkar. Esto es así porque ha recibido un juego de cromosomas del padre y el otro juego de la madre. En realidad, somos un poco más de nuestra madre que de nuestro padre porque heredamos de ella un poco más de genoma, que es el ADN mitocondrial. Los híbridos de primera generación son morfológicamente intermedios entre ambas especies y se reconocen a simple vista. No son estos híbridos los que se sueltan. Los híbridos de primera generación se cruzaron con perdices rojas, eso es el retrocruzamiento. Estos híbridos del primer retrocruzamiento tienen una cuarta parte de su genoma propio de perdiz chúkar y son morfológicamente indistinguibles de perdices rojas. Un segundo retrocruzamiento daría híbridos con un 12,5% de genoma de chúkar. No sabemos cuántos retrocruzamientos se hicieron. Sabemos que se hizo en Francia. En cualquier caso, en los sucesivos retrocruzamientos se seleccionaron aquellas perdices híbridas que conservaban las características de las perdices chúkar domésticas que son deseables para los criadores de perdices. No basta con uno o dos marcadores genéticos cromosómicos. En cada retrocruzamiento el porcentaje de genoma de perdiz chúkar del híbrido se reduce a la mitad, de modo que algunos marcadores genéticos propios de chúkar no van a pasar a la descendencia. A más marcadores genéticos, más posible es seguirle la pista a la existencia de hibridación en retrocruzamientos sucesivos. El límite en el número de marcadores que hay que emplear está en la cantidad de lugares diagnósticos de hibridación que seamos capaces de encontrar en el genoma y en el dinero que cuesta estudiar un número elevado de marcadores con la tecnología actual. Se ha conseguido una buena colección de marcadores genéticos para hibridación que, sin embargo, se están aplicando mal. Una vez conseguido un buen número de estos marcadores genéticos cromosómicos surgieron voces que opinaban que no era necesaria su aplicación. El argumento era que ninguna perdiz de suelta llega a sobrevivir en el campo, por lo que no suponen un peligro para la integridad genética de las poblaciones silvestres de perdiz roja. Este argumento no era más que un deseo. Se comprobó pronto que algunas perdices de suelta llegan a sobrevivir y reproducirse en libertad, contaminando genéticamente a la perdiz roja silvestre. No se sabe con precisión cuántas perdices se sueltan en España cada año. Las estimas varían entre unos tres y unos seis millones de aves. No se conoce tampoco con precisión qué porcentaje de perdices soltadas llega a sobrevivir y reproducirse. El porcentaje dependerá de cada lugar y las circunstancias y las estimas que se conocen son muy variadas. Supongamos que anualmente se sueltan en España cuatro millones de perdices de las que el 5% llega a reproducirse al menos en la siguiente temporada de cría. Eso significaría que cada año se están soltando en el campo 200.000 perdices híbridas que llegan a sobrevivir como para cruzarse entre ellas y con las perdices rojas silvestres para dar lugar a una descendencia de híbridos. Esas 200.000 perdices se multiplican por los hijos que tienen y esa es la magnitud anual de la destrucción de la integridad genética de la perdiz roja. Cada año la extensión de la hibridación aumenta, tanto en el grado de hibridación de los animales como en la extensión geográfica donde se da la hibridación. Por un lado, cada vez se sueltan perdices de granja en más lugares y, por otro, las perdices se mueven, extendiendo geográficamente el rango que ocupan las poblaciones híbridas. Cabe esperar que exista selección natural en contra de algunas variantes genéticas de los híbridos que causen una menor supervivencia en libertad, es posible, pero poco puede hacer la selección natural contra la selección artificial de imponer a la naturaleza millones de genomas domésticos cada año. Era urgente aplicar los marcadores genéticos diagnósticos de hibridación para intentar pararla. Así se hizo y se sigue haciendo, pero se aplican mal. Los marcadores genéticos se están usando mal porque se aplican a cada perdiz individualmente en lugar de tomar la población como unidad de estudio, con el resultado de que perdices en las que no se ha encontrado evidencia de hibridación son consideradas como perdices rojas puras cuando, por lógica, son híbridas. Además, se puede demostrar. Voy a intentar explicarlo.
Pongamos por caso que se dispone de veinte marcadores genéticos diagnósticos para detectar hibridación. Si en una perdiz roja se encuentra al menos un marcador genético exclusivo de perdiz chúkar, se puede afirmar sin lugar a duda que esa perdiz, en su genealogía, se ha hibridado y no es genéticamente pura. Sin embargo, veinte marcadores genéticos son veinte lugares en el genoma, y el número de sitios en el genoma en los que el ADN de una perdiz híbrida puede potencialmente contener una base de perdiz chúkar es astronómico. La hibridación puede estar en muchos millones de lugares del genoma, pero miramos solo en veinte. En cada retrocruzamiento sucesivo se pierde la mitad de genoma de chúkar y es posible que en los retrocruzamientos de una perdiz se hayan perdido esos veinte lugares que podemos estudiar pero que permanezcan otros millones de lugares con genoma de chúkar. Esa perdiz será híbrida, pero indetectable con esos veinte marcadores. Sin embargo, si se genotipase esa perdiz con marcadores diagnósticos adicionales sí sería posible demostrar su naturaleza híbrida, porque se estarían mirando otros sitios del genoma que sí podrían haberse conservado desde chúkar en los retrocruzamientos. ¿Cuántos marcadores genéticos hay que usar entonces? La respuesta es que no es un asunto importante, aunque se han hecho algunos cálculos matemáticos (Boecklen y Howard,
Los marcadores genéticos hay que considerarlos en poblaciones naturales o artificiales pero se están aplicando a individuos, por eso se están utilizando mal. Algunas administraciones y particulares han buscado hibridación en los reproductores de sus granjas de perdices utilizando de diecisiete a veintidós marcadores genéticos. Cuando los tests genéticos de hibridación son positivos, lo que suelen hacer es eliminar aquellos individuos en los que se ha detectado hibridación, manteniéndose como reproductores los individuos en los que no se ha encontrado genoma de chúkar. Se están dando como puras esas perdices cuando, por lo expuesto hasta ahora, probablemente no lo sean. Se firman documentos que certifican que en una perdiz de granja “no hay evidencia de hibridación” y ese certificado hace legal al pájaro. Cualquiera sabe ya, pero creo que esta situación no puede sostenerse mucho tiempo, porque basta genotipar esas perdices con unos pocos marcadores adicionales para demostrar que son híbridas.
Todas las perdices de todas las granjas que he estudiado están hibridadas con perdiz chúkar doméstica. Con la ley en la mano, todas las granjas de perdices deberían cesar su actividad y quizá ser sancionadas. Eso no va a pasar porque aquí parece que cualquiera puede hacer mangas y capirotes de las leyes de caza. Quizá tampoco sea buena idea prohibir las sueltas sin más. Las perdices son importantísimas en los ecosistemas mediterráneos y no sabemos qué consecuencias podría tener dejar de soltar en el campo millones de presas para depredadores, algunos de ellos amenazados de extinción. Asumiendo que van a seguir las sueltas, al menos habría que procurar que las perdices de suelta que se crían en las granjas fueran rojas puras. Esto se puede conseguir con la ayuda de unos cuantos marcadores genéticos. La única manera de hacerlo es localizar poblaciones silvestres libres de hibridación y tomar de ellas pollos y huevos que se llevarían a una granja. Las perdices son aves prolíficas y en poco tiempo se obtendrían muchos reproductores libres de hibridación. El primer problema es dónde encontrar esas poblaciones libres de hibridación. Es obligado recordar que llevamos décadas mareando a esta perdiz. La extensión de la hibridación ha ido y va aumentando de tal manera que en la actualidad no es fácil encontrar lugares donde no haya llegado. Yo solo conozco la Casa de Campo de Madrid, el Parque Nacional de Monfragüe, lugares recónditos de los Arribes del Duero y gran parte de Navarra. Puede haber más sitios, desde luego, o menos: en Navarra se prohibieron las sueltas de perdices, pero es posible que en el futuro se permitan, y en los alrededores de Monfragüe ya han aparecido híbridos. La situación es urgente porque es cuestión de tiempo que no quede ni una sola pareja de perdices rojas puras que podamos tener en un zoológico, aunque sea como muestra. La perdiz roja era una riqueza casi exclusiva de España que hemos despilfarrado. Lo que se caza ahora no es perdiz roja, sino un sucedáneo.
El caso de la perdiz es un ejemplo de mala aplicación genética a la gestión. Se utiliza la tecnología, se usa un lenguaje propio de la genética, pero de una manera tan alejada de la realidad que el resultado es perjudicial. Hay más ejemplos similares, pero ni se pueden citar todos ni mucho menos describirlos en detalle porque no acabaríamos, pero sí que merecen ser citados brevemente algunos. Hay dos subespecies de conejo,
Se han descrito numerosas subespecies de ciervo, que varían según los autores. Tradicionalmente, en la Península Ibérica se reconocían dos subespecies atendiendo a medidas morfológicas:
La hibridación antropogénica es el principal problema genético de las especies cinegéticas y la lista de animales que la sufren es larga. Hay cuatro grupos evolutivos de jabalíes: europeos, italianos, de Oriente Próximo y asiáticos. En España se importan jabalíes para ser soltados, sin que sepamos de dónde ni cómo ni si tiene consecuencias genéticas porque no se ha estudiado. Sí sabemos que hay quienes hibridan jabalíes con cerdo doméstico para conseguir animales híbridos de gran tamaño. Aunque no es difícil detectar hibridación de jabalí y cerdo, no tenemos idea de la magnitud de estas prácticas de hibridación ni de sus consecuencias en la naturaleza porque prácticamente no se hace ningún control genético (Goedbloed
Hay más ejemplos de especies cinegéticas que se sueltan con consecuencias genéticas en las poblaciones silvestres. Como no hay animales, hay que ponerlos. Al menos, podrían ponerse bien. No es mi intención describir los conocimientos genéticos y la situación de todas las especies cinegéticas, una a una, sino contar la lista de malas aplicaciones de la genética en la gestión cinegética. La perdiz ha servido de principal ejemplo y lo dicho de ella se puede tener en cuenta para las demás especies. Los peces podrían haber sido otro buen ejemplo. Todas las malas prácticas cinegéticas con consecuencias genéticas en el campo ya las han sufrido los ríos previamente. Las especies piscícolas tienen problemas por desaparición de poblaciones y especies autóctonas, translocaciones entre cuencas con subespecies diferentes y suelta de especies exóticas invasoras y de híbridos de salmónidos. Existe una rica literatura de las consecuencias genéticas de las malas prácticas piscícolas que, aunque no ha podido evitar la contaminación genética de nuestros peces, sí sirve al menos de notario de lo que ha ocurrido. Los peces nos han dado conocimientos genéticos para evitar y controlar estos problemas, aunque en la práctica estos conocimientos se traducen en nada. Estamos arrasando los campos de la misma manera que hemos arrasado los ríos, sin que los conocimientos adquiridos sirvan siquiera como escarmiento.
No todo son malas actuaciones. Por ejemplo, en la Comunidad Autónoma del País Vasco se crían y sueltan liebres europeas (
La caza va mal y además tiene mala prensa. No hace falta más que leerla para ver que todas las noticias referidas a ella son negativas y cuando los cazadores hablan es para quejarse de algo. Al igual que a otras industrias, quizá a la industria cinegética le ha llegado el momento de reconvertirse. Las prácticas cinegéticas han estado cambiando continuamente a lo largo de la historia y seguirán haciéndolo. Hay que intentar desarrollar buenas prácticas de caza que, al ser respetuosas con la naturaleza, permitan que la misma caza se pueda seguir realizando y pueda ser legitimada como sostenible y beneficiosa para el medio natural. No sé el futuro de la caza, pero sí el presente. Para mí, el paradigma de la caza en la actualidad son unas perdices sembradas que salen delante de unos hombres que se ponen las botas con perchas de espanto sin dar un palo al agua ni jugar el lance.