BIOÉTICA Y FRONTERAS DE LA VIDA. I. DESDE LA TEORÍA / BIOETHICS AND BIOLOGIC BOUNDARIES. I. FROM THEORY

FRONTERA: UNA CATEGORÍA DEL PENSAMIENTO AL BORDE DEL TIEMPO

José Mª García Gómez-Heras

Universidad de Salamanca

jmgg@usal.es

 

RESUMEN

Este artículo pretende caracterizar a la bioética como un saber que acontece en la frontera del tiempo. Se trata de un saber de frontera, ubicado del lado del acontecer, por su carácter tentativo y abierto. La frontera del tiempo sitúa la conciencia moral en momentos de gestación, cuando la reflexión abunda en perplejidades y tantea respuestas. Existen dos modos de dar contenido a los relatos bioéticos: la memoria que recuerda y la esperanza que anticipa.

BOUNDARY: A CATEGORY OF THOUGHT AT THE EDGE OF TIME

ABSTRACT

This article seeks to characterise bioethics as a field of knowledge at the boundary of time. In this sense, bioethics is a frontier discipline. Due to its tentative and open nature, bioethics is more easily understood as something happening. The boundary of time locates moral consciousness in gestation processes where reflection is littered with perplexities and tries to devise possible answers. There are two ways of giving content to the bioethical discourse: the memory that remembers and the hope that anticipates.

Recibido: 13-07-2012; Aceptado: 06-06-2013.

Cómo citar este artículo / Citation: Gómez-Heras, J. M. G. (2013). "Frontera: una categoría del pensamiento al borde del tiempo". Arbor, 189 (762): a051. doi: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2013.762n4002.

PALABRAS CLAVE: bioética; frontera; tiempo; posibilidad.

KEYWORDS: bioethics; frontier; time; possibility.

Copyright: © 2013 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-Non Commercial (by-nc) Spain 3.0.

CONTENIDOS

RESUMEN
ABSTRACT
1. BIOÉTICA DE FRONTERAS

2. FRONTERA EN EL ESPACIO Y FRONTERA EN EL TIEMPO

3. ESPERANZA DOCTA Y CONCIENCIA MORAL

4. EL LENGUAJE Y EL ESTILO DE LAS FRONTERAS DEL TIEMPO

5. NARRAR RECUERDOS Y NARRAR ESPERANZAS

NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
APÉNDICE

 

1. BIOÉTICA DE FRONTERAS
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La frontera es aquello que marca el acá y el allá o separa el ahora del después. Puede tratarse de una frontera política para los políticos, de una frontera geográfica para quienes diseñan mapas, de una frontera del riesgo para los aventureros, o de una frontera temporal para los historiadores. Nuestra situación sociocultural es necesariamente un lugar y una época de fronteras. Tiempo de tentativas en la filosofía, de hallazgos sorprendentes en la ciencia, de innovaciones en la técnica, de continuas innovaciones en el arte, de rupturas generadoras de abismos o de ensamblajes que construyen puentes. El acá y el allá de nuestro mundo, en cualquier caso, y el ahora y el después de nuestra historia nos ofrecen hoy en día una sociedad plena de procesos homogeneizantes impuestos por las migraciones donde los linderos marcados por las tradiciones desaparecen y se difuminan los confines de costumbres en la aldea global. La función clásica de la frontera —marcar límites entre naciones o estados, diferenciar culturas y tradiciones, defender territorios o mercados— es ahora una función declarada superflua. La figura clásica del derecho internacional, la violación de fronteras o los episodios llamados incidentes de frontera —aunque aún existan excepciones— tiende a desaparecer en los espacios o tiempos en los que se intercambian o amplían conocimientos, valores, normas, usos y costumbres.


También la bioética, como saber, comparte esa condición de frontera, no solo por estar convocada a clarificar aquellos problemas morales generados por una civilización en situación de cambio acelerado, sino por su propia vocación transdisciplinar, o de puente entre la cultura de las ciencias “duras” y las humanidades. No es por lo tanto esta disciplina una que guste de dibujar fronteras. Más bien se hace hueco entre saberes, tendiendo puentes en lugares fronterizos. Así lo señaló el creador del término, el oncólogo R. Potter, para quien la bioética es, o debe ser, un puente hacia el futuro y entre disciplinas (Potter, 1971Potter, V. R. (1971). Bioethics: bridge to the future: Prentice-Hall.). Hacia el futuro porque la supervivencia misma de la vida queda amenazada sin la ética. Entre disciplinas, porque de lo que se trata es de hermanar y enriquecer recíprocamente las dos culturas de las que habla Snow (Snow, 1987Snow, C. (1987). Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid: Alianza.), permitiendo que las ciencias de la vida se nutran de valores, y las humanidades de fundamentos empíricos. Pensar los problemas generados por el progresivo impacto de las tecnologías en la medicina y el medio ambiente en territorios limítrofes produce un tipo de reflexión que transcurre entre límites y confines. Surgen entonces espacios adecuados para los encuentros y los desencuentros, para la controversia y la argumentación, para el disenso y el consenso. La bioética es por ello un pensamiento eminentemente transgresor y enfrentado, aunque no en el sentido peyorativo de quien viola un precepto o contrapone beligerancias irreductibles, sino en cuanto que la reflexión traspasa enclaves y rebasa tiempos, desarrollándose al borde de estados de cosas fluctuantes y lábiles y por ello exige aquella agilidad que percibe los cambios y capta la novedad de lo que emerge y se gesta en los confines y en los márgenes. 


Las cuestiones bioéticas que desfilan en el presente volumen son cuestiones fronterizas que atañen a la vida. Se sitúan en límites y confines marcados por decisiones, convicciones y reflexiones. Su adscripción al pensamiento de frontera las adorna con la aureola de la novedad. Practican escucha atenta de los ruidos de lo que acontece en el ahora y se distancian de lo extemporáneo, de lo anacrónico que se aleja con el tiempo. Es por ello pensamiento interino y provisional. El pensamiento de frontera es reflexión resbaladiza, quizás tendencial. Pretende, en todo caso, avanzar, y por ello aspira a correr fronteras desde el acá y ahora al allá y al mañana. Por ese camino promueve crecimiento de la bioética[1].

Pero situar la bioética en zonas limítrofes o tiempos contiguos exige reflexionar sobre la categoría epistemológica de frontera, término noble al que el hombre cargó de connotaciones negativas al hacerle culpable de posesiones, ambiciones, divisiones, guerras y conflictos en un mundo dominado por la segregación o el egoísmo totalitario. Y, sin embargo, se trata de una categoría que remite al mismo tiempo a situaciones de fecundidad creadora porque cerca de ellas acontece la cercanía entre las personas, el encuentro entre lo diverso, la convivencia entre lo próximo, la tolerancia entre lo diferente. Estos tiempos que corren y que marcan las fronteras del nuevo siglo traen consigo corrimientos de fronteras entre el ser humano y la máquina, entre el saber de ayer y el del mañana, entre la vida y la muerte, entre sociedades extemporáneas y contemporáneas, entre las leyes actuales y las leyes del futuro, encuadrado todo ello en un proceso axiológico in fieri. La bioética se gesta en ese tiempo como saber adolescente que se sabe sometido a lo que avanza hacia la mayoría de edad.


Nuestra frontera aquí es frontera de la reflexión y del diálogo. Aquella cuya raya delimita el espacio en el que deambula el pensamiento nuevo. Este se interesa por dos rasgos distintivos de nuestra época, dos aspiraciones humanas que conviven en tensión. Por un lado, el quehacer técnico: para que cualquier progreso humano se cumpla precisa de instrumental que la facilite. En ese caso interviene el universo tecnológico tan abundante en nuestras sociedades. El ars inveniendi se despliega en el invento y el triunfo de la inventiva productora de innovación. Las barreras tecnológicas devienen retos. Con una alarma constante: que los medios no suplanten a los fines y la técnica no evacúe a la ética. Y por otro lado, la búsqueda ininterrumpida de felicidad. Que la actividad humana aporte vida gratificante, saludable en cuanto que la salud, la integridad de nuestras vidas y las de otros seres, forma parte de la vida feliz deseada. El dolor y la enfermedad contradicen a la vida, puesto que son hechos aferrados a un presente deficitario y en los que recuperar la salud forma parte de futuro feliz. La praxis médica tiene aquí su tarea. La acción moral de que habla la bioética clínica aspira a poner fin a un presente: la enfermedad. Y avanzar hacia un futuro gratificante: la salud. Pero la bioética en un sentido más amplio aspira también a derribar el dolor que emerge de nuestra histórica separación de la naturaleza, que ha conducido al sobreuso y explotación de la misma y a poner en riesgo la vida entera sobre la Tierra. Y también, posiblemente, a la alienación del ser humano cuando deja de entenderse a sí mismo como natural, limitado y ecodependiente.


 

2. FRONTERA EN EL ESPACIO Y FRONTERA EN EL TIEMPO
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Al toparse con límites y al actuar entre confines, el hombre se encuentra con dos tipos de frontera: la que acota espacios entre un más acá y un más allá y la que separa tiempos entre un ahora y un después. La primera es la frontera que limita superficies; la segunda es frontera entre tiempos. En esta no se cruza hacia nuevas tierras sino hacia nuevos acontecimientos. Se yuxtaponen dos fases diferentes del acontecer en las que algo cambia y que, por ello, son diferentes e incluso contrapuestas. Es esa frontera en la que el ahora y el hoy, con su respectivo aquí, marcan distancias con el después y el mañana. La frontera del tiempo puede indicar retornos y restauraciones en el pensamiento, dando lugar al fenómeno del tradicionalismo, en donde la historia se repite, pero más a menudo demarca avances y novedades, siendo por ello calificada de fecunda. Es el instante en el que algo entra en efervescencia como cuando el mosto se transforma en vino. La fe en el progreso cree que en la frontera del tiempo se anticipa un futuro mejor en vivencias y en ideas. Así han surgido las grandes reformas en la historia, marcando fronteras entre épocas diferentes. Es de esta sobre la que versan las siguientes reflexiones, porque es en ella donde acontecen las experiencias básicas del mundo moral contemporáneo y de la bioética. Tales experiencias son aquellas que están acompañadas de lo que nombramos con palabras como libertad, deliberación, decisión, responsabilidad, compromiso… entre otras. 


Como disciplina en tránsito hacia lo mejor, sin metas ni optimismos previos, la bioética se constituye en una reflexión que se interesa por el futuro; y el cambio presupone conceder prioridad al tiempo sobre el ser y centrar su interés más en lo que acontece cada jornada que en la esencia que permanece para siempre. Es pensamiento itinerante, reflexión en camino y peregrinación hacia un futuro. Imita al diálogo socrático concebido al modo de peregrinación hacia la idea.


En el caso del enfermo o del paciente, ese itinerario es historia personal, puesto que algo acontece para uno mismo y a la vez es uno mismo el que acontece. El modelo básico del pensamiento moderno, el esquema sujeto-objeto, queda evacuado al ser subsumido en la vida del sujeto, en nuestro caso el paciente o enfermo, que vive aquello que sucede. En tal situación a la persona le va todo: su vida, su salud, su felicidad y, por ello, no existe neutralidad de valores o indiferencia moral. La vida se convierte en tarea y creación tendenciales hacia un fin —tal como lo describe la teleología aristotélica (Aristóteles, 1999Aristóteles (1999). La ética a Nicómaco. Madrid: Alianza, I, cc. 1-2.)— y la vida transcurre como pasatiempo con preocupaciones y ritmos variados. Escalonada en episodios que apuntan a un futuro gratificante. 


La manualística académica convirtió en tópico filosófico la existencia de dos mentalidades contrapuestas, con fronteras impermeables y a las que asignó padres rivales. Aquella para la que el pensamiento refleja ser y cuya paternidad correspondería al eléata Parménides y aquella que narra acontecer y cuya paternidad se asignó al oriental Heráclito. La bioética, que acontece en la frontera del tiempo, se sitúa más del lado del acontecer, por su carácter tentativo y abierto. Es curioso, porque su situación fronteriza acerca también a la bioética a la mentalidad científica de la medicina, la biología o las ciencias ambientales, pero ya no es a esa ciencia parmenídea, sino a la ciencia también itinerante y en contacto con disciplinas humanísticas, abierta al diálogo y a la provisionalidad. Las mentalidades del ser y del acontecer se construyen con sendas lógicas contrapuestas: la lógica de la esencia y la lógica de la posibilidad. De prevalecer la segunda, en lugar de la categoría ser pasa a primer plano la de posibilidad. El lenguaje de la primera se corresponde con la lógica de la identidad, de la esencia, de lo que es de forma estable y contundente. Habla de lo eterno e inmutable y, por esa razón, se formula en dogmas. La lógica de la segunda es la lógica de la posibilidad. Razona sobre lo que aún no es pero avanza hacia serlo. Su principio básico no es el principio de identidad (S = P, el sujeto es su predicado) sino el de la posibilidad (S ≠ P). El sujeto no es aun su predicado pero puede y se aspira a que lo sea: debe serlo. Lo cual posee enorme relevancia para la ética, porque sustituye la frontera de la perfección ya poseída y su verdad, por el límite entre el ser y el deber, entre el ahora vicioso y el después virtuoso. La acción moral se concibe menos afirmación que tendencia, adquisición de perfección mediante adquisición de virtud. Es el tiempo en el que la virtud avanza desplazando y haciendo arcaico al vicio. La ética de la identidad blinda los conflictos entre lo inmutable y lo cambiante, mientras que la ética de la posibilidad genera diálogo y tolerancia, reconocimiento.


Existen diferentes fronteras del tiempo: la que cierra un periodo de tradición y la que abre un futuro esperado. Entre ambas existe un intervalo de provisionalidad en el que, sin embargo, se gesta algo. La bioética es fecunda al interesarse por la frontera delantera, la que está situada al borde del acontecer, la que delimita el ahora con el después, el presente con el futuro y en la que campean la posibilidad y el compromiso. Es la delantera del Norte que orienta, donde se dan cita la novedad, la sorpresa, el riesgo de lo inédito... A esta frontera, la sociología cultural la denominó vanguardia. Un término que ha perdido sus connotaciones bélicas para adquirir rasgos de innovación y progreso. Sus confines abundan en aporías de lo irrealizable, pero también en esperanzas de lo posible. En todo caso, es frontera sombreada por la ambigüedad de los intervalos deslizantes del tiempo que acelera. A pesar de todo, sin embargo, es la frontera donde la moralidad adquiere tonalidades intensas, al ser en ella donde se concretan las elecciones, las decisiones y los compromisos. Es el territorio donde campea el principio de responsabilidad (Jonas, 1995Jonas, H. A. (1995). El Principio de Responsabilidad: Ensayo de una ética para la Civilización Tecnológica. Barcelona: Herder.). El que prescindamos, aunque en modo alguno por irrelevantes, de la frontera de atrás donde perdura la tradición (o de la de al lado, donde existen eventos contemporáneos), no implica menosprecio del pasado o de lo coetáneo. No. Se trata, sin más, de efectuar epoché fenomenológica para comprender en estado puro el significado de la categoría lógica de frontera al borde del tiempo (Husserl, 1987Husserl, E. (1987). Husserl Ideen Reinenphaen. Amsterdam: Springer Verlag GMBH.)[2].


De igual manera que llamamos umbral a la entrada en una estancia, la entrada en una nueva época se sitúa en el umbral del tiempo, que delimita épocas. El ensayo sociocultural ha atribuido tal rasgo a los inicios del siglo XXI. En esa frontera del tiempo transcurren los diálogos socráticos de que se ocupan los ensayos aquí reunidos. Sus temas están escenificados en lapsos limítrofes del razonar en donde este avanza, progresa o retrocede a impulsos de la reflexión. Son asuntos de frontera, traídos por la llegada de una civilización tecno-científica, dispuesta a colonizar el mundo en que vivimos, mundo creado por ese animal, el ser humano, que es simultáneamente faber, simbólico y moral, y por ello, mantiene y transmite cultura depositada en los valores sobre los que se sustenta la ética, el derecho, la estética y la religión. 


Reflexionar en la frontera del tiempo impone a todo pensamiento una condición: la modestia de lo transitorio. Lo exige la naturaleza de la cosa. La reflexión se percibe como quehacer en devenir, sometido, como el diálogo socrático, a su avanzar dialéctico. Las sendas que cruzan la frontera del tiempo tienen mucho de los heideggerianos senderos en el bosque y más aún de los machadianos caminos que hace el andar en lo desconocido y aún carente de indicadores. Son, por ello, sendas del caminante que avanza a tientas. El pensamiento bioético es un pensamiento puntual y provisorio, ajeno a pretensiones dogmáticas. Se desarrolla de un lugar donde las sombras se entrecruzan con las luces, manteniendo tanto la perplejidad de la duda como la seducción del misterio. El razonamiento, en tal situación, se sabe incompleto y abierto. La reflexión es proceso, no tesis: búsqueda, a veces hallazgo y otras veces fracaso. Los datos que aporta el presente son arranque y despegue para una nueva frontera. Eso significa bioética en el frente delantero de la frontera. No sentirse prisionero de una herencia moral recibida sino entenderse como tarea tendencial al investigar en el presente las posibilidades de futuro. El presente pierde su referencia al ahora para convertirse en futuro latente, motivado por la esperanza de un progreso moral, y por el compromiso de contribuir a alcanzarlo. 


 

3. ESPERANZA DOCTA Y CONCIENCIA MORAL
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La reflexión y la ciencia generan conciencia. Saber reflejo en el que el médico o el paciente obtienen una imagen de su propia personalidad moral o física. Reconocerse a sí mismo es una de las capacidades del espíritu humano. El enhebrar razonamientos o el acumular datos genera a menudo pesimismo cuando refleja un ahora lesionado y roto que produce dolor y angustia. Uno se descubre a sí mismo en proceso de perderse. La perplejidad, en esa situación, desdobla al pensamiento y a la acción en dudas y contradicciones. La conciencia, en estos casos, se rompe y desgarra. La frontera del tiempo la modula bajo un deseo dominante: la necesidad de salvación. Con resonancias gnóstico-religiosas, Hegel calificó a esa representación de sí mismo con el rótulo conciencia infeliz (Hegel, 1952Hegel, G. W. F. (1952). Phänomenologie des Geistes. Hamburg: F. Meiner.), a la manera de producto de un demonio maligno que exacerba la lucha y la culpa. Tal forma de conciencia, sin embargo, está llamada a ser corregida en la frontera del tiempo cuando aparece la esperanza que sustituye al pesimismo existencial por el optimismo militante. No son Freud, ni Heidegger ni Sartre quienes en esa situación marcan la frontera delantera del tiempo. El primero porque evoca trapos sucios arrinconados en la sordidez del inconsciente y que causan traumas y neurosis. El segundo porque agobia con angustia y preocupación al anticipar la muerte como destino. El tercero porque amarga la vida mediante las experiencias de la náusea o del absurdo. Ninguno de ellos habita en el pensamiento de la frontera delantera. Restan varados en la reflexión de la caducidad y de la nada.


La esperanza confiada del paciente y del médico transforma la conciencia. El ahora del enfermo se disuelve en el horizonte más amplio de un futuro posible. La esperanza se torna docta cuando la reflexión arroja luz cognitiva sobre las posibilidades de un futuro mejor. La relación médico-enfermo, en ese caso, se colorea de optimismo y complacencia. De suyo, la esperanza originaria se adscribe a estados psicológicos adscritos a las emociones y pasiones, como son el deseo o la tendencia hacia el bien futuro. La esperanza, en ese sentido, tal como E. Bloch la tematizó, constituye el instinto fundamental del acontecer humano (Bloch, 2006Bloch, E. (2006). El principio esperanza. Madrid: Trotta., Gómez-Heras, 1977Gómez-Heras, J. M. G. (1977). Sociedad y utopía en Ernst Bloch: presupuestos ontológicos y antropológicos para una filosofía social. Salamanca: Sígueme.) y por ello la raíz de una experiencia optimista de la vida. La conciencia moral adopta entonces la forma de conciencia anticipatoria, construida con conocimientos que aportan esperanzas, y comprometida con la consecución de lo que ellas contienen. Es entreacto en el que dialogan la ciencia y la ética. El profesional sanitario acuña la conciencia del paciente y el consentimiento informado es un instrumento que sirve para ejercer la prudencia en la deliberación y la decisión. La bioética se entiende no solo como narración de un pasado acontecido sino sobre todo como aspiración a un futuro por acontecer. Es lo que la esperanza aporta al deseo y a la pulsión.


La modalidad de conciencia moral fundamentada sobre la docta spes se asemeja a la concepción aristotélica y tomista de la adquisición de perfección mediante el crecimiento en la virtud. Crecimiento que afecta tanto a la parte cognitiva del ser humano como a las dimensiones volitiva y emocional (Aquino, 2012Aquino, T. (2012). Suma Teológica I - IIae, qq 63 y 51. Valencia: Editorial Diálogo., Aristóteles, 1999Aristóteles (1999). La ética a Nicómaco. Madrid: Alianza, I, cc. 1-2.). Se trata, por ello, de una conciencia gradual, en donde la ética abandona el inmovilismo que aportan las definiciones y los dogmas ideológicos, en el sentido primigenio que lo utilizara el propio Marx, como falsas conciencias, para adquirir una estructura ascendente en la que abundan los matices y las interinidades. La frontera del tiempo sitúa la conciencia moral en momentos de gestación, cuando la reflexión abunda en perplejidades y tantea respuestas. La esperanza puede fallar tanto como la reflexión puede errar. Pero manteniendo siempre su vocación de verdad y perfección. Funda un modelo de ética dinámica, en donde el agente moral tiende hacia su télos o entelecheia, como estado de excelencia y perfección y, por ello, de felicidad. La ética, en ese caso, se convierte en peregrinaje intelectual, compromiso militante y ejercicio ascético, pero también en camino para la felicidad. Mientras Platón vinculó tal proceso a la dialéctica del eros, en cuanto pulsión impelente hacia el reino de las ideas, Aristóteles lo reformula con el modelo teleológico del obrar humano, que tiende hacia un fin supremo (eudaimonía) a través de fines intermedios (Aristóteles, 1999Aristóteles (1999). La ética a Nicómaco. Madrid: Alianza, I, cc. 1-2., Platón, 2002Platón (2002). El Banquete o Siete Discursos Sobre el Amor: Editorial Universitaria.)[3]. El pensamiento medieval mantuvo ese mismo esquema formal si bien lo rellenó de contenidos teológicos: el itinerarium mentis in Deum o camino de la mente hacia Dios (Buenaventura de Bagnoregio, 1259Buenaventura de Bagnoregio (1259). Itinerarium mentis in Deum, Recuperado de http://www.franciscan-archive.org/bonaventura/opera/bon05295.html.)[4].

La ética, a diferencia de la tradición, prioriza el tiempo de la esperanza. Es, en cualquier caso, una conciencia de talante optimista y reformador.


Descripción científica, reflexión especulativa y conciencia moral se viven tanto del pasado, como del presente y del futuro, pero cada una de ellas enfatiza una dimensión diferente. La ciencia se interesa fundamentalmente por los datos del pasado —la experiencia acumulada— y del ahora —la facticidad de los hechos brutos—. En función de esos elementos especula hipótesis hacia el futuro, pero su método es el empírico-positivista que se preocupa de describir lo que es, las situaciones fácticas, no lo que debería ser. Configura una conciencia aferrada a lo existente, una conciencia de lo que acontece en el más acá cercano. Abunda por ello en angustia y escasea en aquello que la afectividad y el deseo imaginan. En ella, el dato prima sobre la perspectiva. Aporta elementos realistas y pragmáticos, veracidad objetiva que encorseta la decisión moral al dato. Carece de proyección narrativa y duración expectante. La reflexión especulativa, por su parte, posee una mayor profundidad en su exploración del tiempo futuro. Se alarga hacia el tiempo futuro y conecta con aquellas ideas de que habla Platón en el mito de la caverna (Platón, 2009Platón (2009). La República. Madrid: Ediciones Akal.). Sin embargo, adolece de inoperancia abstracta a causa de su insensibilidad para lo concreto, de aquello que, en la bioética, trae al caso el pie de cama. Esta actitud aqueja a idealistas y metafísicos proclives a la especulación. La conciencia moral fundamentada sobre la esperanza, por el contrario, es tendencia hacia fines que orientan, valores que se aprecian y virtudes que se adquieren a individuos concretos. La actividad médica adquiere las características de un compromiso militante en donde se pone a prueba lo mejor posible. El mundo, en ese caso, tiende a convertirse en un laboratorium possibilis salutis.

 

4. EL LENGUAJE Y EL ESTILO DE LAS FRONTERAS DEL TIEMPO
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Cualquier tipo de pensamiento tiende a construir su forma peculiar de lenguaje. La vida se plasma en idea, y esta en palabras. La substancia acuña la forma, y la fachada deja traslucir la interioridad. El lenguaje de Nietzsche es un ejemplo: se trataba de levantar acta de la ruina y desintegración del mundo burgués. Por eso el aforismo es la forma de reflejar aquel mundo astillado y contradictorio en el que había desaparecido la unidad. Es el camino que recorre el pensamiento en la búsqueda de su lenguaje peculiar. Lo cual obliga a la reflexión a pensar tendencialmente, a hacer camino al andar, según la ya recordada fórmula machadiana. Solamente la filosofía de epígonos se aferra a un pasado que repite hasta que este cae en el olvido. Al buscar su propio lenguaje, el pensamiento itinerante y provisorio, el estilo adquiere aquella forma que determinan las pulsiones y fuerzas motrices de la vida. Fondo y superficie tensan sus propias exigencias para permitir que la palabra no traicione a la idea ni esta al contenido. La tracción de la vida arrastra al pensamiento, aunque este remolonee y arriesgue atascos. Platón (Fedro, 247 y ss.) escenificó este rasgo del pensamiento en el galope veloz de los caballos del carro alado en el mundo de los dioses (Platón, 1998Platón (1998). Fedón: Fedro. Madrid: Alianza.).


Quien establece fronteras que acotan espacios se hipoteca a un juego de lenguaje muy diferente del de quien reflexiona y dialoga en las fronteras de lo que acontece. Entran en escena sendos juegos de lenguaje. Aquel se puebla abigarradamente de nombres, adjetivos y adverbios de lugar que denotan estabilidad y firmeza. Se trata de un lenguaje sustantivo en el que predomina el objeto y la cosa y cuyos verbos preferidos son ser y estar. Es lenguaje de la identidad, en el que las esencias actúan a la manera de rocas inamovibles y las definiciones aspiran a dogmas. La evolución, el cambio o la tolerancia le son ajenos. La frontera del tiempo, por contra, configura un acontecer flexible y resbaladizo, apto para la duda, la skepsis y el riesgo. Por eso su cualidad es la transgresión, en el sentido arriba indicado. La narración sustituye a la definición y el lenguaje se puebla de verbos que anuncian que algo nace, acontece y puede que camine a la desaparición. La frontera del tiempo denota la interinidad de lo pasajero, el entreacto entre secuencias, el episodio de la narración inacabada. Es intervalo e interludio. Sus certezas se alojan en paréntesis con límites, épocas de prisas, de cuestiones etiquetables de extemporáneas o contemporáneas, de sucesos que al acontecer son ya antiguos en su pretensión de modernos. El lenguaje pugna por ajustarse a una conciencia moral y a un sujeto agente, que intenta lo posible y progresa con la historia que crea, conjuntando la frontera que marcan la memoria y el recuerdo de un antes y el pronóstico y compromiso con un después. El lenguaje y la reflexión en los entreactos de la historia se convierten en pasatiempo lúcido, en interludio gratificante. Boecio, en la frontera temporal entre Antigüedad y Medievo, calificó aquella actividad como consolatio philosophiaee (Boethius, 2012Boethius (2012). A Companion to Boethius in the Middle Ages. Philosophiae consolatio. The Hague: Brill.).

A todo mundo vivido, por tanto, corresponde su propio juego de lenguaje, según nos enseñó el Wittgenstein tardío de las Investigaciones Filosóficas (Wittgenstein, 2003Wittgenstein, L. (2003). Investigaciones filosóficas. México: Univ. Nacional Autónoma de México.)[5]. Es dato también confirmado cuando transitamos por las fronteras del tiempo. El pensamiento gestado en los confines y límites de lo que está aconteciendo vive sus vivencias, piensa en sus categorías y se expresa en sus palabras. Son los estados de cosas que marcan la salida hacia otras épocas o periodos. De suyo se trata de eventos emergentes que a la manera de puntas de iceberg anuncian que algo más pesado discurre bajo la superficie. Configuran a su modo tierra nueva que no quiere ser repetición de lo ya conocido. La frontera del tiempo sitúa la conciencia moral en momentos de gestación, cuando la reflexión abunda en perplejidades y tantea respuestas. Llega a ser en nuestra biografía. Son categorías y experiencias en las que se expresa el proceso de la historia. La frontera temporal es el entreacto propio de la posibilidad. Donde el horizonte se abre al tiempo que comienza y donde prevalecen las incertidumbres sobre las certezas. El agente moral arriesga entonces decisiones y, por ello, es espacio propio de los compromisos responsables. La bioética comprometida no es pasatiempo especulativo sino laboratorio de supervivencia, salud y bienestar posibles. Por eso la frontera es el espacio de la aventura. Pero con una experiencia del tiempo antiheideggeriana porque la vida no conduce a la muerte. La frontera, en nuestro caso, marca el límite que acota el ahora deficitario y abre la puerta a lo que emerge en un futuro mejor. Por eso es el espacio donde domina la esperanza.


Las fronteras del tiempo poseen sus propias categorías y metáforas. La reflexión moral centrada sobre lo posible esperado coloca en su centro a la idea de progreso. Cuando tal reflexión discurre por las fronteras en el tiempo utiliza categorías específicas, y todas ellas arraigadas en el tiempo. Entre ellas destacan las siguientes: novedad, juventud, creatividad, avance, transición, último... Con ellas se señala el segmento delantero del acontecer que denominamos frente, con el que se abre un periodo de la vida mediante lucha del futuro con el pasado. La novedad aparece en la raya o instante fronterizo en el que aquello hacia lo que el acontecer camina anticipa un fragmento. Lo nuevo en un presente deficitario se anuncia como lo otro esperado al traspasar la frontera. La juventud es metáfora biológica que añade algo peculiar de la frontera: la vitalidad y la inmadurez. Pero precisamente por ello, es la aptitud que capacita para la creatividad innovadora, el atravesar la frontera mediante trabajo creador. Lo último se cubre de incognoscibilidad aunque adquiera el rango de telos aristotélico y su conocimiento corresponde tanto al deseo como a la sospecha. Se expresa más a través de vivencias de tipo cuasi-religioso que de enunciados cognitivos. La arquitectónica de los conceptos se torna frágil ante la búsqueda que renuncia a claridades cartesianas, porque el futuro no se clarea en los ocasos sino en los amaneceres. El discurrir biológico y cosmológico del tiempo proporciona las metáforas más expresionistas de la frontera del tiempo: renacer para la frontera que reproduce un pasado viviente, amanecer para el tiempo que comienza, ocaso para el día que termina. El amanecer de algo se proyecta sobre brumas y contornos difusos. Solamente se hace claridad cuando irradia la luz y el horizonte se despeja. Tanto en el amanecer como en el anochecer se entrelazan las luces y las sombras. La bioética se desarrolla en esas horas de perplejidades y dudas, de tanteos y riesgos.


Si las fronteras locales se ensanchan con espacios conquistados o colonizados, las del tiempo lo hacen con sucesos. El tiempo carece de cortinas que cierren o prolonguen épocas. Sus fronteras son paréntesis e intervalos, entretiempos o interludios. Lo que está llegando por el lado delantero de la frontera se anuncia con un lenguaje diferente al que nos describe situaciones locales o acota espacios. El léxico del tiempo prioriza la acción sobre la teoría, la ética sobre la metafísica. El verbo y el adverbio asumen el rol y función del sustantivo. Los conceptos llegan con retraso a la razón que reflexiona. Llegan antes las metáforas y las imágenes. Lo cual se intensifica cuando se narra la propia vida. Si el análisis precisa conceptos, la narración recurre a la fábula y a la metáfora. La historia reencarna el espíritu de la odisea, aunque no como retorno a Ítaca sino como encuentro gratificante con Penélope. Se trata de engarzar datos o experiencias en un relato con sentido. A ellos se encomienda concretar la cercanía o distancia en el tiempo, la presencia de un ahora inminente con su carga de temores y de esperanzas. La narración, sea recuerdo sea anticipación, abunda en imágenes. En ellas la imaginación refleja la distancia entre los hechos y los deseos. Pero su función prioritaria es reforzar la conciencia de los fines. También la insuficiencia de los conceptos y de las palabras para dar cuenta de los estados de cosas. Las fronteras del tiempo marcan épocas y fases del acontecer. En ellas domina la atmósfera del cambio y el tránsito de eventos. 


Los sentimientos de la vida y los horizontes de la conciencia propios de la narración de fronteras pueden adquirir fuertes matices expresionistas. Expresionismo es el estilo que prescinde de conceptos abstractos y prefiere manifestar con viveza y propiedad las vivencias y los afectos. Por eso sacrifica la corrección de la forma en ventaja de la expresividad del trazo brusco. Como en El grito de Munch. Es el género peculiar de la biografía agobiada en la que la historia es narrada por quien la vive con intensidad, aunque la vida, a diferencia del pasado, impida ser asida y fijada. El pasado se recuerda pero ya se ha ido. El futuro permanece en la indeterminación del acontecer. La expresión es el procedimiento indirecto que intenta fijar lo que acontece (Dilthey, 2006Dilthey, W. (2006). Wilhelm Diltheys gesammelte Schriften: Bd. Dichter als Seher der Menschheit. Stuttgart: B. G. Teubner.). Así en la pintura, en la literatura, en el teatro o en la música cuando se objetiva lo que fluye y pasa. Se trata no de conceptualizar la vida sino de narrarla en un horizonte cuya exégesis corresponderá a la hermenéutica de la subjetividad. La expresión, por tanto, se sitúa a medio camino entre la vivencia y el concepto. Lo cual implica una indudable devaluación de la razón y un predominio de los estados de ánimo. La vida recurre a categorías que no coinciden con las de la razón. Están referidas más a la experiencia que a la especulación. Dilthey, y Ortega y Gasset a su zaga, tematizaron algunas de ellas: vivencia, presencia, ausencia, temporalidad, nexo, significado, permanencia, desarrollo, progreso, efecto, resultado (Gadamer, 1977Gadamer, H. G. (1977). Verdad y método. Salamanca: Sígueme.). Todas ellas se diferencian profundamente de los sistemas categoriales de Aristóteles y de Kant, que son estructuras del ser o del sujeto trascendental y conceptualizan la vida con dificultad. Aquellas, en cambio, son expresiones que pertenecen a la interioridad de la vida misma (Bollnow, 1967Bollnow, O. F. (1967). Dilthey: Eine Einführung in seine Philosophie. Stuttgart: Kohlhammer.).

 

5. NARRAR RECUERDOS Y NARRAR ESPERANZAS
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De un tiempo a esta parte ha hecho fortuna la palabra narratividad. La narración presupone historia y esta tiempo. La temporalidad es una estructura de la vida que se expresa en lenguaje narrativo (Ricœur, 1999Ricœur, P. (1999). Historia Y Narratividad / Time and Narrative. Barcelona: Paidós.). Su éxito y notoriedad proviene sobre todo del sector de la estética literaria. De aquí se ha trasladado a otros ámbitos, entre ellos a la praxis médica y con ella la salud y la enfermedad se identifican con una persona que vive y narra su propia vida (Charon and Montello, 2002Charon, R. y Montello, M. (2002). Stories Matter: The Role of Narrative in Medical Ethics. New York: Taylor & Francis., Hunter, 1994Hunter, K. M. (1994). "Narrative Ethics". En Reich, W. T. (ed.), Encyclopedia of Bioethics. New York: Free Press.). Lo cual aporta cercanía entre personas cuando se informan o dialogan sobre lo que a ambos concierne. La ética narrativa, en cuanto que modifica la presentación del paciente, o del ser humano contemporáneo en época de profunda crisis civilizatoria y ecológica, implica una actitud novedosa en la relación médico-enfermo o en la descripción científica de los problemas que nos acechan como especie. El enfermo o el refugiado climático, por ejemplo, dejan de ser un objeto en un mundo cuantificado por la tecnociencia para convertirse en sujetos que sienten, sufren o gozan. Aquí sus virtualidades abundan para la bioética por sustentar (a) una reflexión en la que se recuperan aquellos aspectos de la praxis médica en los que se refleja el mundo intransferible del enfermo frente al anonimato de la medicina estandarizada; y (b) una visión-perspectiva necesaria del mundo en que queremos vivir. El tiempo aporta sus propios contenidos que no son conceptos o definiciones sino vivencias y acontecimientos, que por ser personales, configuran una biografía. Mientras que una reflexión en la que prime la identidad de lo que somos priorizará la definición, la ética en las fronteras del tiempo hará prevalecer la narración.

El paciente como protagonista de un relato construye su identidad con experiencias y eventos personales. Es historia narrada que ofrece más una trama que un dato. La bioética en la frontera del tiempo sitúa su experiencia de la enfermedad en lo cercano acontecido y en la imaginación de lo próximo por acontecer. El relato y la reflexión sobre el mismo generan conciencia teórica y moral. En el relato, el enfermo se reconoce a sí mismo como agente que puede emprender algo testimoniando su autoestima o su menosprecio (Ricœur, 1996Ricœur, P. (1996). "Sí Mismo Como Otro". Madrid: Siglo XXI de España.). No existe identidad narrativa sin una historia que la configure. Una identidad, por tanto, de la que el paciente es el autor. Autor y personaje de la historia coinciden. A veces en soledad. A veces con los otros, en el interior de una comunidad que acuña aquella identidad como hecho social (MacIntyre, 2013MacIntyre, A. C. (2013). After Virtue: A Study in Moral Theory. New York: Bloomsbury Academic.). En este caso, el sentido del relato deriva de la contextualización del mismo en un horizonte narrativo delimitado por la vida personal y social del paciente, en su situación en la vida (Sitz im Leben).

Si Platón concibió el saber como recuerdo (anamnesis), al repetir nuestra reflexión un mundo anterior de ideas que se recuerdan (Platón, 2004Platón (2004). Menón. Madrid: Editorial Universitaria.), o si Freud trazó caminos de regresión de un mundo dado con anterioridad en el inconsciente, la frontera delantera del tiempo maneja la anticipación o prolepsis, donde naturaleza y razón se avalan, según doctrina conocida de los estoicos (Sandbach, 1996Sandbach, F. H. (1996). "Ennoia and Prolepsis". En Long, A. A. (ed.), Problems in stoicism. London: Athlone Press.). De ser ello así, la frontera del tiempo tiene mucho de despedida y por ello de final de un episodio que enlaza la narración con una escena que inaugura un acto nuevo. La herencia ni se ignora ni se niega. Se reconstruye en un futuro deseado y esperado. Las tradiciones se asumen en cuanto eran portadoras de progreso e innovación. El pasado y la tradición se aprecian en tanto contribuyen al progreso, a la manera como la espiritualidad tardomedieval mediante redescubrimiento de la interioridad impulsó la eclosión del sujeto moderno. Mirar lo ya acontecido no quiere decir repetir el destino de la mujer de Loth, convertida en sal al contemplar el pasado siniestro. Existen, por tanto, dos modalidades de dar contenido a los relatos: la memoria que recuerda y la esperanza que anticipa. Entre ambos media la frontera delantera del tiempo. Se corresponden con la enfermedad vivida y con la sanación posible esperada. En un caso se narran recuerdos; en el otro esperanzas. Las fronteras del tiempo en la praxis médica tensan al paciente, al sanitario y a la relación clínica entre ambas situaciones: la enfermedad que oprime y la esperanza que libera. Están coloreadas por las vivencias y sentimientos de lo inmediato que abre posibilidades a través de la imaginación creadora. Son estados de ánimo que abundan en el lapso de tiempo que precede al quirófano. Los ritmos de la vida, en ese caso, se aceleran. Coexisten al borde de la frontera del tiempo la salvación esperada y la angustia de un presente incierto. Son los momentos en que puede hacer acto de presencia la religión con su carga de abnegación y de solidaridad. Por eso, in extremis, aparecen en escena las situaciones que borran las fronteras del tiempo: el más allá, el siempre, el nunca, la eternidad.


 

NOTAS Top

[1]

El presente ensayo sintoniza con el pensamiento de E. Bloch. Por eso, las líneas que siguen podrían haber estado encabezadas por el subtítulo Variaciones bioéticas con E. Bloch al compás. Omitimos, por ello, citas fácilmente comprobables en las obras Espíritu de la Utopia y El Principio Esperanza.

[2]

La epoché metodológica es un procedimiento selectivo. No excluyente. Así, los primitivos estoicos practicaban la abstención ante lo incierto. Se suspende el juicio y se ponen entre paréntesis cosas o ideas que distraen o dispersan para permitir la concentración sobre lo que interesa y la reducción metodológica presenta en la originalidad del mundo vivido por contraste con lo que el dato científico testimonia.

[3]

Platón en dos de sus grandes diálogos: el Banquete (210 ss.) y el Fedro (248 ss.) asigna al Eros la tarea de unir los afectos y las mentes de quienes buscan la verdad en el dialogo (dialéctica); Aristóteles resitúa la cuestión en su modelo teleológico del obrar humano.

[4]

La fe popular traduce en forma de turismo piadoso la misma idea en las peregrinaciones de los itinerantes hacia lugares sagrados, tales como Jerusalén o Santiago de Compostela.

[5]

Los juegos de lenguaje imitan parentescos familiares al usar palabras cuyo sentido depende de los roles y usos que ejerzan en la vida.

 

BIBLIOGRAFÍATop

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APÉNDICE
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