RESEÑAS DE LIBROS / BOOK REVIEWS

 

RESEÑA DEL LIBRO "HISTORIA CULTURAL DE LA PSIQUIATRÍA"

Rafael Huertas
Historia cultural de la psiquiatría
Madrid: Los libros de la catarata, 2012, 221 pp. ISBN: 978-84-8319-695-3

 

 

Quien conozca la trayectoria investigadora del autor puede fácilmente imaginar que la presente obra es el resultado —el decantado, diría yo— de treinta años de investigación en la historia de la psiquiatría. Su título es sumamente explícito, y la consulta de su índice confirma las expectativas del lector avisado; el último capítulo propone “otra historia para otra psiquiatría”. No se trata, pues, de una investigación sobre uno o varios temas concretos, sino de una reflexión acerca del modo de estudiar la historia de la que es posiblemente la más controvertida de las especialidades médicas reconocidas, acompañada de una militante reivindicación: dicha propuesta no se cierra sobre sí misma, sino que se proyecta sobre su materia de estudio; se ofrece como instrumento “para otra psiquiatría”.


En los capítulos que conducen al mencionado final Huertas analiza los diferentes modos de abordar el estudio de la psiquiatría desde los primeros pasos de la historiografía correspondiente hasta la actualidad, pero no solamente describiendo con minucia el estilo de cada autor, y detectando sus “debilidades y fortalezas”, como a menudo escribe, víctima tal vez del lenguaje institucional tomado del business management al que se ve forzado todo aquél que tiene o ha tenido responsabilidades institucionales; no se limita, digo, a ello desde la mera lectura de dichas obras, sino también desde el contraste de cada una de dichas estrategias y tesis con sus propias experiencias de investigación. Y esto es lo que hace especialmente interesante su trabajo: no se conforma con ofrecer una lectura reflexiva e inteligente; ésta se completa con la opinión fundamentada de quien sabe de qué habla, pues él mismo se ha adentrado en el campo cultivado por los autores a quienes se refiere.


Es muy de agradecer que Huertas advierta desde las primeras páginas que la objetividad a la que aspira no deja de ser un ideal, lo que por otra parte le conduce a comportarse de manera responsable e indulgente en su valoración de los diferentes estilos sobre los que reflexiona en su obra; en ningún momento su estudio decreta que tal historia es “buena” y tal otra “mala”. Todos los abordajes “tienen una carga ideológica evidente” que nace “de la afortunada dificultad para separar [en las ciencias humanas] lo objetivo de lo subjetivo”[1]. Por ello no parece casual que el primer capítulo esté dedicado a reflexionar sobre las muy debatidas tesis de Michel Foucault y sobre la historiografía dependiente de ellas. Reconociendo, como no podría ser de otro modo, lo acertado de las objeciones metodológicas planteadas al filósofo francés, el autor advierte que difícilmente la historia de la psiquiatría habría llegado a ser lo que es sin la agitación producida por su obra entre los historiadores. La opinión de Huertas, que me parece acertada, es que la Histoire de la folie à l’âge classique vino a representar lo que una piedra lanzada en mitad de un estanque; un estanque habitado por individuos capaces de hacer algo más que simplemente alborotarse. Entre paréntesis, y no creo ser el único, ni el primero, en pensar esto, creo que si en el futuro la obra de Foucault se descarta definitivamente de la historia de la psiquiatría será para alcanzar todo su valor a la hora de pensar y comprender la época toda en la que fue escrita.


Si la interpretación foucaultiana convertía en cuestión de “orden y desorden psiquiátricos”, título del primer capítulo, o de mero poder, la historia de la psiquiatría (que no de la locura), la reacción frente a este reduccionismo encabezada por Gladys Swain y Marcel Gauchet es el tema del segundo, “el sujeto de la locura”; ese personaje que quedaba difuminado, cuando no plenamente elidido, en el mundo “sincitial” (admítaseme tan peregrina metáfora) del biopoder foucaultiano. Cuestión de puntos de vista, desde luego, pero también, como acertadamente señala Huertas, del material analizado; en este caso, el pensamiento de alienistas de segunda y tercera generación, si así puede decirse, como Royer-Collard y Leuret. Más allá, o más acá de la institución, existió la voluntad de comprender al alienado; una voluntad que conduce, como Huertas señala, hacia dominios que trascienden la obra de Swain anunciando un objetivo de investigación más reciente: la constitución de la subjetividad contemporánea.


El tercer capítulo, “Conocer, organizar, persuadir”, está dedicado en su primera parte a la perspectiva, a la vez “internalista”, según una vieja terminología, y socioprofesional, que tan buenos resultados ha dado a Jan Goldstein y, a través de sus trabajos, a la historia de la psiquiatría; un método, como señala Huertas, que conjuga “una historia intelectual, una historia social y una historia política”, que pone de relieve las estrategias de legitimación social de la nueva disciplina y las “políticas de patronazgo”, que significan algo más que la mera adscripción a una escuela de pensamiento. El último apartado del capítulo, orientado por los estudios de Georges Lantéri-Laura, ilustra acerca de la relevancia del “espacio de observación” como inevitable sesgo de la doctrina surgida de la experiencia clínica. 


“La locura construida”, cuarto capítulo de la obra, informa acerca de las aportaciones realizadas desde la teoría del constructivismo social. Rastreando sus orígenes, en lo que a la historia de la psiquiatría se refiere, el autor se remonta hasta el clásico Madness in Society (1968), de Georg Rosen, aunque el ejemplo más concreto de esta orientación lo encuentra en dos libros de Ian Hacking, Rewriting the Soul (1995), sobre la “invención”, históricamente condicionada, de la llamada “personalidad múltiple”, y Mad Travelers (1998), donde la súbita (y local) emergencia de “locos viajeros” le sirve como modelo para las que denomina “enfermedades mentales transitorias”, calificativo este último que no me deja del todo satisfecho, pues puede dar a entender que son transitorias en el paciente, cuando la tesis es que aparecen y desaparecen en el curso de la historia. En todo caso esto es algo que Huertas señala en las primeras líneas del apartado a ellas dedicado, lo que revela que tampoco a él le parece muy acertado. La impresión que se deduce de la lectura de este capítulo es que su autor parte del juicioso refrán que sostiene que una golondrina no hace verano, aunque apunta lo valioso de este enfoque para complementar los que, a su juicio, son más enjundiosos.


El siguiente se ocupa del valioso intento de Germán Berrios y de lo que podría denominarse “Escuela de Cambridge” de “historiar el síntoma”, iniciativa que sin duda procede de la formación clínica del profesor peruano. Su método supone una ruptura casi total con cuanto venimos viendo, en parte por su deliberada intención de partir de la clínica y de los actuales conocimientos y técnicas de la neurología, y en parte por su deuda metodológica con una filosofía del conocimiento basada en la filosofía del lenguaje británica. Los trabajos de Berrios y de algunos de sus discípulos se proponen reconstruir, con la ayuda de tan compleja metodología, la historia de los síntomas mayores de las enfermedades mentales; pero más allá de lo concreto, lo que Huertas valora sobremanera en la propuesta británica es el énfasis puesto en la coordinación de la investigación histórica “pura” (con todos los matices que este calificativo exige, tal como venimos viendo) con las aportaciones de la clínica contemporánea y las neurociencias.


El capítulo sexto se centra en una de las orientaciones más novedosas, y más sugerentes para quien esto escribe: aquella que se propone “escuchar al loco, leer el delirio”, propuesta ésta última que rinde homenaje a un conocido libro de Juan Rigoli (2001). La metodología puesta al servicio del cumplimiento de esas consignas conjuga la clásica propuesta de Laín Entralgo en La historia clínica (1950) con la que caracteriza la historia de la medicina “desde el paciente” (Schipperges) o “from below” (Porter): el trabajo en los archivos de los hospitales para enfermos mentales, manejando desde los historiales clínicos realizados por los médicos hasta los escritos, cuando existen, de los pacientes, pasando por cualquier otra documentación manuscrita que pueda dar cuenta de la realidad cotidiana en el interior de la institución. También en este campo tanto el autor como muchos de sus colaboradores y discípulos están realizando una tarea que permite a Huertas hablar con autoridad acerca del inestimable valor de tal método y tales fuentes. Y de nuevo encuentra aquí la ocasión para orientar la historia de la psiquiatría hacia esa naciente historia de la subjetividad a la que me he referido antes.


Por fin, el séptimo y último ofrece una reflexión, que me atrevería a calificar de magistral, en la medida en que está rigurosamente basada en lo desarrollado en los precedentes, acerca de lo que ha sido y lo que puede (¿lo que debe?) ser la historia de la psiquiatría de aquí en adelante. Magistral también porque no se limita a resumir, sino que se atreve a proponer; no en vano el título del mismo es “Otra historia para otra psiquiatría”. En él puede leerse esta declaración que, a mi entender, confiere todo su sentido, y todo su valor, a esta Historia cultural de la psiquiatría: “El DSM es pretendidamente “ateórico”, pero sin duda alguna es “ahistórico” y me atrevo a decir que esa es una de las causas —no la única desde luego— de su frágil andamiaje conceptual”. Las “disciplinas psi”, denominación de la que gusta el autor y que utiliza con frecuencia en su estudio, se quejan a menudo de la sospecha, cuando no el descrédito, que respecto de ellas detectan en el mundo científico. La psiquiatría ha conseguido situarse bajo el paraguas de la medicina, que no empezó a hacerse respetar hasta el siglo diecinueve, aunque los críticos más perspicaces de aquella tienen claro que su estatuto epistemológico no es comparable al del resto de disciplinas médicas. No parece, pues, la mejor manera de reclamar credibilidad dejar de lado la reflexión histórica, cuando las ciencias más duras proclaman que la historia de la ciencia es parte inalienable de la ciencia misma.


A todo lo anterior hay que añadir el mérito de la amena redacción del texto y la abundante y selecta bibliografía que incorpora el volumen, imprescindible herramienta para quien desee plantear un estado de la cuestión con el necesario rigor, aparato que no resta placer a su lectura.


En suma, este libro de Rafael Huertas resulta sumamente valioso desde el punto de vista de la historiografía psiquiátrica, de la epistemología de tan importante parte de la medicina, y como anuncio de nuevos territorios por explorar a partir de la copiosa y brillante experiencia acumulada en este campo.


 

 

NOTA Top

[1]

Sospecho que no todo el mundo comparte este punto de vista. No hace mucho me rechazaron un artículo por sostenerlo.

 

Por Luis Montiel
Facultad de Medicina. Universidad Complutense de Madrid
Email: montiel@med.ucm.es

 

Cómo citar este artículo / Citation: Montiel, L. (2013). Reseña del libro "Historia cultural de la psiquiatría". Arbor, 189 (762): a061. http://arbor.revistas.csic.es/

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