RESEÑAS DE LIBROS/BOOK REVIEWS

 

RESEÑA DEL LIBRO "ALAMBRE DE PÚAS. UNA ECOLOGÍA DE LA MODERNIDAD"

 

Los dos caballos, vueltos ya a su pacífica condición de animales a que un solo hilo contiene, se sintieron ingenuamente deslumbrados por aquel héroe capaz de afrontar el alambre de púa, la cosa más terrible que puede hallar el deseo de pasar adelante.


(Horacio Quiroga, El alambre de Púas)


El cuento del escritor uruguayo Horacio Quiroga, escrito en el año 1912, tiene mucho que ver con el libro que a continuación se reseña, no solo por compartir el mismo nombre sino también porque en ambos escritos se aborda, de manera explícita, el propósito de una tecnología muy específica y tan divulgada durante el siglo pasado como el alambre de púas: controlar el movimiento a través del dolor. 95 años separan a uno de otro (la versión original de Netz fue escrita en 2007 bajo el título Barbwire: an Ecology of Modernity, editada el año pasado en castellano por EUDEBA); es difícil imaginar a un Quiroga consciente de que en los años venideros sucederían eventos tan dramáticos como Auschwitz o los Gulag soviéticos. Pero la antropomorfización de aquellos caballos y vacas junto con la sutileza de identificar cuál es la esencia de aquella tecnología ya ponía en evidencia el carácter de potencial amenaza para la humanidad.


El libro que presentamos no puede faltar en la biblioteca de cualquier persona interesada en la historia de la tecnología y en los estudios de ciencia y tecnología en general. Nos hallamos ante un buen ejemplo de cómo realizar un análisis simétrico, en el sentido estricto que se asigna al término desde la teoría del actor-red. En este caso, la historia del dolor, a partir de la relación entre la carne y el hierro, es narrada como un elemento constitutivo de la modernidad.


El impedimento del movimiento es el eje central de esta historia. Para que aquellas líneas imaginarias que definen las propiedades, las cárceles y las fronteras, sean efectivas deben implementarse, ya con obstáculos reales como muros y vallas, ya con obstáculos simbólicos, por ejemplo una línea amarilla en la calle que invita a detenerse (pensemos con cuántos de estos obstáculos nos topamos a diario). Lo que tienen en común estos límites es la presencia actual o virtual de la fuerza en cuanto coacción que impide el movimiento y de la materia como aquello que lo posibilita.


Netz es claro al respecto, la presencia ubicua y potencial de la fuerza es una constante en la historia. De fuerza, sea bruta o sutil, es de lo que están hechas las sociedades (planteo que se aproxima a los enfoques foucaultianos). En el caso del impedimento del movimiento, la fuerza se hace más que necesaria. Movernos es algo que realizamos con el cuerpo, para que no lo hagamos, nuestro cuerpo debe ser afectado. La historia del impedimento del movimiento es una historia de fuerza sobre cuerpos, una historia de violencia y dolor.


Pero hacer una historia del impedimento del movimiento implica también tener en cuenta la facilitación de este. Así como hay líneas divisorias, también hay líneas conectivas. Sin embargo, el impedimento es más fundamental que la facilitación precisamente porque es a través de este como se produce control y, por ende, valor (pensemos en el valor económico que puede acarrear un tren de pasajeros a sus dueños precisamente por evitar que no entren aquellos que no pagan, ejemplo que utiliza Netz para ilustrar este punto).


A partir de la emergencia de una tecnología específica, el alambre de púas, Netz analizará la ecología de la modernidad o, dicho de otro modo, cómo el mundo se ha ido trazando en términos materiales para facilitar el control, no solo humano sino también animal. La historia comienza en los orígenes del alambre de púas en la colonización del oeste americano, pasando por su uso en la guerra y finalmente su implementación en los campos de concentración. Para que el alambre de púas fuese usado tanto en la guerra como en el control político (dirigido a humanos), primero tenía que ser barato y estar ampliamente disponible. La invención del alambre de púas probablemente nunca habría sucedido sin la agricultura americana (donde se dirigió a animales). Sin el incentivo económico directo en esta, nos dice Netz “...no hubiese superado nunca la enorme brecha que separa un poco de alambre de púas (que, históricamente hablando, no es nada) de mucho alambre de púas (que, históricamente hablando, es mucho)”. Lo que afirma es muy claro, antes de usarse para la guerra o la represión humanas, tuvo que pasar por un período de formación de capital (aspecto bien explicado en la primera parte del libro).


En este sentido, afirma, sin el Oeste americano es posible que la persecución a los judíos hubiese adoptado otra forma. Esto no quiere decir que sin los ranchos no hubiese existido el holocausto, sino que sin los ranchos tal vez no hubiese existido Auschwitz. Y aquí la novedad y la osadía de su planteo: la historia de los campos de exterminio fue el producto de la historia tecnológica y ambiental del alambre de púas. Sin este, los campos de exterminio nazi hubiesen sido muy caros de construir por lo que no hubiese sido la técnica habitual empleada.


Su enfoque corresponde a una visión ecológica porque no se queda con el alambre de púas como un objeto discreto, sino que atiende sus relaciones con otras entidades (maderas, ferrocarriles, humanos, animales), dirigiendo su atención a los espacios que este encierra (granjas, vías férreas, campos de concentración). De este modo el alambre nos permite ver una ecuación ecológica, cuyo centro se halla en la carne y el hierro. ¿Qué sería de la modernidad sin el hierro? Sin dudas, no se puede pensar la modernidad sin el auge de la explotación e industrialización de este metal. Debido a que su producción se fue abaratando, su uso rápidamente se expandió permitiendo el control a gran escala tanto del movimiento como del espacio (pensemos en tecnologías compuestas de hierro como el ferrocarril y obviamente el alambre de púas). Netz sitúa el control del espacio a gran escala, entre el año 1874 cuando se inventó el alambre de púas y el año 1954, momento en que decaen los Gulag en la ex URSS. Durante este período, la producción y uso del alambre de púas fue central. No se trató de un simple accidente, sino que fue aquello que la época requería. En este sentido, la llegada del alambre de púas es co-sustancial con la llegada de la modernidad. Si bien el desarrollo del libro respeta un orden cronológico, lejos se encuentra de ser una interpretación lineal de la historia.


El alambre de púas se inventó porque diversos avances tecnológicos condujeron a una única dirección, surgiendo la posibilidad y el deseo de controlar el espacio no sólo como secuencia de puntos (como en el mundo pre-moderno) sino en su totalidad, a lo largo de un plano entero (como hicieron los ingleses con los Boer, tan bien explicado en el libro). Si su uso surgió en la agricultura y se extendió a la guerra y al control político fue porque tanto en la agricultura, la guerra y la política se necesitaba una herramienta barata de control del espacio que pudiera ser desplegada rápidamente y a gran escala.


Si en algún sitio esta historia se sitúa, es en la carne. Pero no solo la carne humana, sino también la animal. No hay que olvidar que esa tecnología fue creada para controlar el movimiento de los animales por medio de causarles dolor. La expansión del alambre, no solo histórica y de usos sino también geográfica, se debió a la simple e inmutable ecuación entre la carne y el hierro. La carne cede ante el hierro y su consecuencia es el dolor. Así como la historia de la violencia y el dolor trascienden especies, lo mismo la historia de la modernidad.


Netz afirma algo interesante, que remarca su enfoque simétrico: la historia solo tiene sentido si consideramos la realidad en ese nivel y la descentramos de lo humano. El aspecto novedoso de su argumento es que, si bien muchos han escrito sobre el uso del alambre de púas en la agricultura, y otros tantos sobre su implementación en la guerra, nadie ha reunido estos dos aspectos en el mismo análisis. Tanto el campo de concentración como la agricultura pertenecen al mismo mundo y participan de la misma historia. Si se quiere hacer una historia ambiental del campo de concentración es necesario empezar por donde empieza la historia ambiental: el encuentro entre humanos y otros animales. Los animales siempre forman parte del escenario social, su carne que consumimos y que sufre mueve a la propia historia humana. De ahí que preste atención a los búfalos y a las vacas en la primera parte, y a los caballos en la segunda. En este sentido, hacer una historia que tenga en cuenta a los animales es entender que su historia no es un pie de página en la historia humana. La historia de los animales es parte integral de la historia, esa realidad donde humanos, animales y el mundo material que comparten se encuentra imbricado.


Del libro se desprenden cinco tesis:


  1. La historia está encarnada. Lejos de ser una historia de nombres, fechas, influencias que interactúan en un espacio abstracto, es una cuestión de individuos de carne y hueso que interactúan en el espacio material. La historia tiene lugar a medida que la carne se mueve dentro del espacio, de modo que también tienen que ver con la biología de la carne y la topología del espacio.


  2. La historia no se limita solo a la humanidad. A menudo creemos que podemos separar a los humanos de su mundo, centrándonos en estos, considerándolos los únicos actores de la historia. Pero así como los humanos, todos los seres vivos tienen deseos, se mueven de un lado a otro, y por tanto construyen y dan forma a la realidad. Humanos, animales y el terreno que comparten son los protagonistas, e inevitablemente no pueden no interactuar. La historia está encarnada no solo en cuerpos humanos.


  3. La historia surge con el impedimento del movimiento. Los animales simplemente se mueven de un sitio a otro. La historia comienza cuando son confinados en un lugar. El cultivo de los campos, la domesticación de los animales y el nacimiento de los primeros asentamientos humanos son algunos ejemplos de procesos que surgen cuando el espacio deja de ser abierto. El impedimento del movimiento está ligado a la propiedad de la tierra y a la explotación, a la historia militar y a las formas de control político (como bien demuestra el libro). Esas formas de impedimento varían en el tiempo, siendo siempre una relación entre humanos, animales y terreno. La historia puede resumirse como humanos que transforman el terreno para impedir el movimiento de animales y otros humanos.


  4. La historia de la modernidad es la historia de la expansión del control del movimiento. Con la producción industrial los humanos pudieron desplegar de forma más rápida y barata ciertos obstáculos que les permitieron controlar grandes y lejanos territorios. Por primera vez, el impedimento del movimiento pudo dictarse desde un único centro. Mientras que en el mundo pre-moderno el control del movimiento se limitaba a algunos pocos puntos, en la modernidad el control llega a todas partes.


  5. El dolor es parte inherente de la historia en tanto es la forma más efectiva de impedir el movimiento. El impedimento del movimiento es por lo general desagradable porque el modo más común de impedir que hagamos lo que queremos es provocarnos dolor. La eficacia del alambre de púas residió en su capacidad de producir dolor a gran escala y a distancia, además de forma rápida y barata. Su expansión condujo a la violencia y al dolor en gran escala, características principales del período que va desde 1874 hasta 1954.


La tesis principal del libro es la siguiente: la historia de la modernidad es la historia del control de la naturaleza por parte del humano. La promesa moderna de esclavizar la naturaleza con el fin de liberar a la humanidad tuvo sus consecuencias. En efecto, la modernidad lo puso todo bajo control (el mundo con sus especies), y los humanos compartieron la misma suerte. No es que nuestra era sea una era menos violenta, sino que la violencia se ha ido alejando del centro y hoy se ubica en la periferia. Alambre de púas no es solo un ensayo de historia de la tecnología, es una contribución más a pensar la modernidad, las relaciones políticas en clave ecológica, no desde su aspecto pasado, sino desde su actualidad.


 

Por Gonzalo Correa
Universitat Autònoma de Barcelona
Email: gonzalo.correa@uab.cat

 

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