RESEÑAS DE LIBROS/BOOK REVIEWS

 

Gordo López, Á., García Arnau, A., Rivera, J. de y Díaz-Catalán, C. (2018). Jóvenes en la encrucijada digital. Itinerarios de socialización y desigualdad en los entornos digitales. Madrid: Ediciones Morata. 158 páginas. ISBN: 978-84-7112-907-9, e-ISBN: 978-84-7112-920-8

 

Únicamente a partir de la marea de determinismo tecnológico que inunda nuestro presente es posible comprender la importancia que tienen libros como Jóvenes en la encrucijada digital. Itinerarios de socialización y desigualdad en entornos digitales, a caballo entre la reflexión crítica y la presentación de los resultados de una investigación desarrollada en el ámbito del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud (CRS). En su posición intersticial entre la monolítica pesadez que impone el rigor académico y la descuidada frescura de la escritura divulgativa reside su mayor interés, ya que Ángel Gordo, Albert García, Javier de Rivera y Celia Díaz-Catalán despliegan un interesante abanico de propuestas teóricas y metodológicas para dar respuesta a la tradicionalmente invisibilizada problemática de la desigualdad digital entre la población joven, así como su retroalimentación con los procesos más globales de estratificación social en el mundo contemporáneo. La postulación de la afinidad particular que existe entre las generaciones más jóvenes y las innovaciones tecnológicas ha sido, al menos desde mediados del siglo pasado, un lugar común dentro de la teoría social, especialmente a partir de la llegada de la llamada sociedad digital, fundamentada en la producción, gestión y distribución de la información. En este contexto, los discursos sociales sobre la juventud juegan un papel preponderante, ya sea para entronizar la inherente capacidad de los jóvenes para desenvolverse intuitivamente en el mundo digital -como las metáforas de los nativos y las generaciones digitales propugnan- o para sentenciar la deshumanización inevitable de la sociabilidad humana, diluida en un entramado reticular de flujos, inmediatez y vínculos desechables. En esta encrucijada digital de costes de oportunidad y beneficios potenciales, de riesgos y oportunidades, la juventud aparece como una categoría en disputa, atravesada por los diversos discursos ciberutópicos y tecnófobos que intentan esbozar -pero también prescribir- los contornos de la sociedad del futuro.

Particularmente en España, la mayor parte de los estudios sobre la juventud y las nuevas tecnologías caen en la asunción acrítica de la distinción entre nativos e inmigrantes digitales, ya sea para idealizar a las nuevas generaciones como la vanguardia privilegiada y emprendedora de la revolución digital o para convertir a los jóvenes en las víctimas predilectas de los riesgos asociados al uso de Internet: adicciones, ciberseguridad, desinformación, etc. Así, la disponibilidad de estudios sobre brecha digital en la población joven en España es simplemente inexistente, mientras que las metáforas sustancialistas –nativo digital, generación digital, etc.– aparecen reiteradamente, especialmente en los informes realizados por el Injuve. De hecho, es muy ilustrativo que la distinción entre nativos e inmigrantes digitales siga siendo tan persistente a pesar de que su propio creador, Marc Prensky, se deshizo de ella hace casi una década. Este tipo de idealizaciones de la juventud, basadas en su supuesta destreza digital intuitiva, son enormemente perniciosas a la hora de comprender las prácticas sociales digitalmente mediadas de los jóvenes “reales”, al invisibilizar la diversidad de motivaciones, espacios sociales de uso y experiencias cotidianas que se entrelazan en sus procesos de apropiación tecnológica, además de menospreciar la existencia de importantes desigualdades digitales -más allá del acceso-, en retroalimentación recíproca con las desigualdades sociales, dentro del colectivo juvenil. Así, tanto la idealización de la juventud ciber-experta como su reducción a la condición de víctima erosionan la capacidad de actuación de los jóvenes, al ocultar el proceso necesario de aprendizaje de competencias digitales -las alfabetizaciones digitales- o al concebir cualquier práctica digital como potencialmente peligrosa. Solo desde el rechazo de las conceptualizaciones innatistas y reduccionistas sobre el desenvolvimiento intuitivo de las generaciones jóvenes en el mundo digital es posible comprender la propia experiencia subjetiva de uso de la tecnología y el proceso biográfico de alfabetización(es) digital(es).

Al mostrar la variedad de itinerarios de socialización tecnológica que experimentan los jóvenes, así como la importancia de sus condiciones sociales (clase social, género, origen étnico, nivel educativo, etc.), en la delimitación de los mismos, este libro no solo supone un aporte importante en la deconstrucción empírica y teórica del concepto de nativo digital, sino que nos proporciona un sugerente repertorio de herramientas conceptuales y de procedimientos metodológicos aplicables al estudio de la desigualdad digital, de las prácticas digitales y de los procesos de socialización en el uso de la tecnología. Comenzando por las aportaciones teóricas, el ensamblaje conceptual del libro puede articularse en torno a tres grandes ejes: (1) la propia dimensión fenomenológica del uso de un dispositivo tecnológico, (2) la dimensión biográfica adscrita a los itinerarios de socialización digital, y (3) la articulación entre desigualdad digital y estratificación social. En primer lugar, se presenta una conceptualización fenomenológica del propio proceso de incorporación de la tecnología a la vida cotidiana basada en la distinción establecida por Schäffer entre diseño, affordance y apropiación (p. 74): los dispositivos tecnológicos llevan inscritas determinadas habilitaciones –affordances– que facilitan ciertos usos e inhiben otros, pero también deben someterse a un proceso de apropiación específico por parte del sujeto. En segundo término, la dimensión biográfica lleva a estudiar los procesos de socialización y sociabilidad mediados por el uso de la tecnología -itinerarios de socialización digital-. Al rechazarse la afinidad innata de la juventud y las TIC, puede indagarse en la variedad de aprendizajes existentes (p. 52): de abajo hacia arriba, a partir del aprendizaje informal, y de arriba hacia abajo, a partir de la adquisición de competencias formalizadas. En tercer lugar, el estudio de la génesis diferencial de las competencias digitales nos lleva al tema de la articulación entre desigualdad digital y estratificación social: el primer nivel de la brecha digital, vinculado con el acceso, cede paso al segundo nivel, relativo a las desigualdades derivadas del uso diferencial de los dispositivos (p. 51). Finalmente, también puede teorizarse una tercera brecha digital, que los autores relacionan con el desfase tecnológico al que se enfrenta el sistema educativo.

Con respecto a las aportaciones metodológicas, nos encontramos con una investigación basada en la triangulación y en la complementariedad concurrente de técnicas de producción de información, que abarcan el análisis de materiales audiovisuales, el análisis de redes sociales, la explotación de datos secundarios y la producción de un cuestionario ad hoc sobre patrones de uso de redes sociales. En cuanto a los resultados de la investigación, se presenta una interesante tipología de itinerarios de socialización digital de la población joven, posicionados en el entrelazamiento de cinco grandes problemas asociados al uso de Internet (p. 128): (1) sobreexposición, (2) autocuantificación, (3) sobreidentificación, (4) usos evasivos y (5) aislamiento. A partir de estos ejes, es posible identificar itinerarios o trayectorias prototípicas: (a) los tecnoresilientes, que mantienen una relación equilibrada entre los distintos factores potencialmente problemáticos; (b) los sobre-identificados, que se identifican con alguno de los ejes de manera particular, emergiendo culturas juveniles características (swaggers, esnobs digitales, indolentes, geeks y e-mprendedores); y finalmente (c) los desconectados, estableciéndose la tradicional distinción entre la exclusión digital auto-motivada y la exclusión vinculada con la primera brecha digital. La reconstrucción de estos itinerarios parte de la intuición de los investigadores para articular reflexiones teóricas precisas con fuentes empíricas variadas, tal y como ellos mismos destacan: “hemos pretendido crear una caracterización compleja y plural de los distintos itinerarios posibles, sin adentrarnos en ponderar su distribución cuantitativa, ni entrar en el grado de detalle que nos hubiera permitido el despliegue de una investigación cualitativa” (pp. 141-142).

En conclusión, la relevancia de esta obra se deriva más de las puertas que abre que de las que cierra. Así, la introducción de una perspectiva crítica sobre la desigualdad digital y el papel de las TIC en la vida cotidiana de los jóvenes es un soplo de aire fresco dentro de un panorama, al menos en el caso español, en el que demasiadas propuestas se deslizan subrepticiamente hacia la mitificación o la descalificación sistemática de la juventud, sin tomar en consideración la necesidad de estudiar las prácticas situadas de los jóvenes y, lo que es incluso más importante, intentar dar voz a los discursos y representaciones de los propios jóvenes sobre sí mismos, en su complejidad, su variedad y su articulación con el resto de condicionamientos socio-estructurales que afectan a su carrera biográfica. La descripción de la digitalización como un proceso unidireccional, inevitable y hasta deseable -de la que los jóvenes constituyen la vanguardia privilegiada- no solo es una visión estereotipada, sino también perniciosa, eliminando la capacidad de actuación y autopoiesis de los sujetos para pensar, diseñar y producir interactivamente mundos alternativos al orden existente.

 

Daniel Calderón Gómez
Universidad Complutense de Madrid
danielcalderon@ucm.es

 

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