ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura 198 (803-804)
enero-junio, 2022, a652
ISSN: 0210-1963, eISSN: 1988-303X
https://doi.org/10.3989/arbor.2022.803-804019

RESEÑAS DE LIBROS

BOOK REVIEWS

Mikel Martínez Ciriero

Otto-Friedrich-Universität Bamberg
Università degli Studi di Udine
Università degli Studi di Trieste

Raúl Zibechi, Ruth López Herrero, Isabel Álvarez Vispo, Jose Miguel Martín Muñoz, Doni Arocas Tortajada, Noélia Bribián Giner, Manolo Sáez Bayona, Emiliano Tapia. Tiempos de colapso. Los pueblos en movimiento. Valencia-Málaga: Baladre-Zambra, 2020. ISBN 978-84-121443-2-1

Esta obra fue publicada en plena vorágine de la pandemia. Debemos comprender en dicho contexto de crisis los textos que lo forman. Actualmente parece que la situación está mejorando, pero la escucha de las voces y del murmullo destacados por Iglesias Varela en el documento introductorio (pp. 11-14) nos animan a no olvidarnos de lo que ha supuesto esta crisis, así como a confrontar ejemplos de su gestión más allá de las políticas estatales occidentales. Este colapso nos fuerza a despertarnos del sueño neoliberal y capitalista en el que pugnábamos por continuar sumidos. Herrero, Bayona, Bribián y Martín Muñoz nos invitan en «Bienvenidas al colapso» (pp. 17-26) a tomar este despertar como oportunidad de búsqueda y de realización de acciones comunitarias, con el objetivo de continuar resistiendo. Un ejemplo de esta resiliencia desde abajo lo cuenta Sua ta Loba en su texto (pp. 181-197) acerca del nacimiento de Baladre y la renta básica de las iguales en Vitoria-Gasteiz, todo ello gestado durante el crecimiento industrial y el desarrollo demográfico de la ciudad.

El núcleo de la obra corresponde a Zibechi y se divide en tres secciones. La introductoria (pp. 29-41) presenta el conjunto de sus trabajos recogidos a continuación y destila sus objetivos e ideas principales. Respecto a los objetivos, Zibechi es claro: mostrar -especialmente, en América Latina- que existen las fuerzas necesarias para afrontar la crisis sistémica, cuyo último signo lo ha constituido la pandemia. Según el autor, estas fuerzas llevan décadas resistiendo frente a lógicas neoliberales y capitalistas mediante diversas prácticas comunitarias, horizontales y conectadas con la tierra. Son cuatro los aspectos que estructuran estas acciones. En primer lugar, una clausura territorial en torno a rituales vinculantes con la naturaleza, que favorezcan el cuidado y la reproducción, bajo un gobierno autónomo de carácter asambleario. En segundo lugar, retornar a la tierra para obtener una autonomía alimentaria. En tercer lugar, debemos favorecer las relaciones sinérgicas entre lo rural y lo urbano, compartiendo recursos agrarios y tecnológicos. Finalmente, Zibechi aboga por renunciar a los valores de cambio en aras de los valores de uso, como por ejemplo el trueque, para luchar contra las lógicas capitalistas. Todas estas ideas aparecerán presentes tanto en los escritos de Zibechi recogidos en la obra como en los de las voces que lo acompañan en el libro.

La primera sección de textos de Zibechi, titulada Una mirada geopolítica desde los pueblos en movimiento (pp. 43-72), examina el «caos sistémico» presente en la sociedad y en la política mundial en el contexto pandémico. La COVID-19 ha actuado como catalizador de una crisis sistémica, no meramente económica: el imparable auge de China sitúa a Asia en el futuro centro del orden geopolítico mundial, mientras confirma la caída de Estados Unidos como primera potencia mundial; a ello se une el empoderamiento feminista y racial de «las de abajo». Esto muestra un colapso no tanto de la economía, sino de las raíces y de las estructuras del sistema socio-político actual.

La situación excepcional de la pandemia es descrita por Zibechi como un experimento de ingeniería social, un «estado de excepción», en el sentido de Agamben, en el que las élites han experimentado con las posibilidades de control que la tecnología ofrece. El papel pionero en este sentido le ha correspondido a China, epicentro de la pandemia y país dotado de un fuerte panóptico con el que vigilar la sociedad.

El título de la segunda parte, Los pueblos en movimiento son la luz al final del túnel, presenta sucintamente qué leeremos en ella. A lo largo de esta sección, Zibechi muestra ejemplos varios de formas de vida heterogéneas -en contraposición a aquellas lógicas homogéneas como las del capitalismo y el consumo que lo acompaña- resistiendo autónomamente a la pandemia. Frente al aislamiento y a la individualidad a la que se nos ha sometido desde las políticas estatales, Zibechi describe la actuación de estas lógicas diversas en la pandemia. En general, habla de pequeñas comunidades autogobernadas horizontalmente en América Latina, organizaciones y propuestas en las que se cuidaba de los enfermos y desfavorecidos, donde se repartían los recursos y se conseguía alimento, se producía material sanitario y se formaba a los comercios en protocolos de higiene. Todo ello sin contar con ningún apoyo institucional. Zibechi muestra una resistencia basada en la acción común, ajena al aislamiento individual y a la espera de que todo mejore gracias a la gestión estatal.

Los textos finales recogen ideas que complementan la exposición de Zibechi. Álvarez Vispo, López, Shaw y Tapia explican las posibilidades sociales y políticas de la agroecología en Frente al colapso, cultivamos alimento, redes y comunidad (pp. 147-162). En esta práctica «se mira el cuidado de la tierra desde una vertiente ecológica, considerando el equilibrio de los ecosistemas y colocando las necesidades de la tierra en el centro de la producción de alimentos» (p. 150) y se incluye además una dimensión política, social, económica y feminista. Es decir, se presta atención a las dinámicas económico-sociales que se generan y al papel de la mujer. Encontramos aquí más ejemplos de cómo lo local ha resistido a la pandemia, marcando una diferencia en sus comunidades y aportando alimentos a través de mercados locales y huertas de autoconsumo.

Arocas Tortajada habla del cuidado en La sostenibilidad de la vida: experiencias colectivas situadas de cuidados (pp. 165-178). El autor apela a que lo político-social debe variar su mirada y dotarla de calidez y proximidad, pues nuestras necesidades requieren del cuidado y no simplemente de aquello que la técnica puede suplir. Somos seres humanos y estamos dotados de una vulnerabilidad -dotados, pues puede considerarse como el don que nos abre hacia el cuidado- que demanda comunidad y afecto. Arocas nos invita a pasar de la individualidad al cuidado colectivo y nos plantea lo siguiente: «te invito a que cierres los ojos y pienses en una o varias personas, en colectivos que hayan sido importantes en tu vida, ¿tienen que ver con los cuidados que te ha/n ofrecido?» (p. 177).

La presentación por parte de estos autores de realidades otras en esta pandemia es valiente, y diría que muy necesaria. Lo es darles voz, pero lo es también escucharlas o, en este caso, leerlas. Somos bienvenidos aquí al colapso, a un caos que tal y como explica Zibechi se lleva gestando durante décadas, el mismo tiempo que ciertos «pueblos en movimiento» han estado resistiendo a dicho caos mediante propuestas revolucionarias que buscan formar comunidad y reconectar con la tierra. Somos invitados por la polifonía de voces y comunidades presentes en estos textos a ocupar, habitar y ensanchar las grietas menores, pero ejemplares y heterogéneas, surgidas de la crisis:

«La crisis de ayer y el colapso de hoy, nos permiten acercar y enhebrar las formas de vida que no caben en sus negocios ni en sus urnas. Si la humanidad emerge de este colapso conservando rasgos humanos no antropocéntricos, será en buena medida por las formas de vida alternas que los pueblos han sabido conservar y reproducir, como fuegos sagrados, en sus territorios de vida» (p. 76).