ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura 199 (810)
octubre-diciembre, 2023, a734
ISSN: 0210-1963, eISSN: 1988-303X
https://doi.org/10.3989/arbor.2023.810014

MAPA SONORO DE MÉXICO: LA IDENTIDAD EN EL BULLICIO

SOUND MAP OF MEXICO: IDENTITY IN BUSTLE

Bruno Bartra

Coordinador del Mapa Sonoro de México

Como todos los países y regiones del mundo, México tiene diversos símbolos identitarios. Algunos de ellos han pasado a formar parte del imaginario colectivo y suelen ser replicados de manera cómica o melodramática en pinturas, cómics, poemas, novelas y películas entre otros, siendo los sombreros charros, el tequila y los mariachis algunos de los elementos más representativos de la iconografía nacional. La sonoridad de los lugares también es susceptible de convertirse en emblema de identidad, baste con navegar el océano de registros sonoros hallados en la Fonoteca Nacional de México para comprender que una buena parte de la configuración de nuestra identidad está en el sonido: la música, las formas del habla o la pirotecnia.

Con el fin de preservar estas sonoridades, la Fonoteca Nacional tiene como una de sus misiones sustanciales la promoción de una cultura de la escucha y justamente a este objetivo responde el Mapa Sonoro de México. Se trata de una plataforma colaborativa que permite compartir, escuchar y descargar sonidos procedentes de diversos entornos sonoros de México, siendo estos geolocalizados sobre un mapa de la República. Con el paso de los años, este sitio se ha convertido en un archivo colectivo conformado por grabaciones hechas por los habitantes del territorio nacional y en un acervo público que resguarda parte de la riqueza sonora cultural del país.

Entre los elementos singulares de la cultura mexicana está el bullicio. Ya me lo había comentado el productor inglés de Temple of Sound, Neil Sparkes, durante su visita a México en 2005: le llamaba la atención la riqueza sonora de la capital del país donde, aseguraba, alcanzaba a escuchar «ecos de Pedro Infante». Su oído captaba músicos callejeros, vendedores y merolicos en casi todas las esquinas; de pronto algún martillazo a lo lejos, una campanada, o un programa de radio en los parlantes de un distante microbús de transporte público.

En ese contexto, la Fonoteca Nacional, en alianza con el Centro de Cultura Digital, lanzó la convocatoria #Pregones2023 para recabar esta práctica sonora en todo el país. Esto funciona, por un lado, para difundir un Mapa Sonoro con estética y funcionalidades mejoradas, pero también para mostrar la diversidad cultural de México: cada lugar tiene sus pregones, y estos forjan y forman parte de la identidad sonora de su entorno. Aunque sea un oficio milenario el del pregonero, en México se trata de una tradición viva, tan ligada a la cotidianidad que se trata de una constante en los paisajes sonoros urbanos y rurales del país.

Hay pregones relacionados con identidades locales y otros que se extienden por casi todo el país. Por ejemplo, en una escena fundamental de la cinta Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) (Alejandro González Iñárritu, 2014), en medio de una atiborrada Times Square y del ruido callejero, se escucha al fondo una voz que anuncia «acérquese y pida sus ricos tamales oaxaqueños». Este pregón, omnipresente en el paisaje sonoro de México, es una grabación reproducida desde hace varios años en los altavoces de miles de vendedores callejeros de tamales por todo México. A miles de mexicanos se les habrá crispado la piel al escuchar ese pregón tan familiar en una cinta de Hollywood. Otros tantos, quizá, no estarían seguros si habría un vendedor afuera de la sala de cine. Más de uno habrá salivado en ese momento, pensando en un tamal verde, rojo o de mole con pollo. Tal es la relación de los pregones con la vida cotidiana contemporánea mexicana, y por ello la importancia de realizar el esfuerzo de congregarlos en el mapa. La escucha de este pregón en la cinta de González Iñárritu activa conexiones históricas y nostálgicas ligadas a la identidad sonora.

A lo largo de una novela emblemática sobre la vida en la capital mexicana de mediados del siglo XX, Las batallas en el desierto (José Emilio Pacheco, 1981), hay una pieza musical que continuamente transporta al protagonista a su infancia y a su primer amor. La letra de la pieza, Obsesión, se cita constantemente a lo largo del texto y el lector, inusitadamente, tiene una conexión sonora con el pasado a partir del silencio. Además, con la descripción de los camiones de redilas y los paseos callejeros, se genera en la mente del lector un universo de sonidos de la ciudad de mediados del siglo XX. De manera similar, la cinta Roma (Alfonso Cuarón, 2018) nos transporta a través del sonido -además de la imagen y la narrativa- al México de la década de 1970: vendedores ambulantes, bandas callejeras y ladridos de perros.

Hay un común denominador entre Las batallas en el desierto, Birdman y Roma: los sonidos que reproducen o a los que hacen alusión forman parte de nuestra memoria sonora colectiva. La intensa presencia del universo sonoro del país deja una huella indeleble en la memoria colectiva con tal firmeza que estoy seguro de que en la mente de casi cualquier habitante de la Ciudad de México se recrea todo un entorno bullicioso al contemplar, por ejemplo, el mural icónico Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (Diego Rivera, 1947).

En ese contexto, el Mapa Sonoro de México se convierte también en una herramienta fundamental para albergar parte de ese mar de sonidos que codifican las identidades nacionales. En él surcamos las aguas de la memoria, la nostalgia y la historia. El proyecto, sin embargo, no se creó con semejante ambición. Inició impulsado por Lydia Camacho, Tito Rivas y Perla Rodríguez, y su germen está en una de las primeras exposiciones montadas en la Fonoteca Nacional de México, al poco tiempo de su fundación, en 2008. Dentro de dicha exposición había una plataforma física que se inspiraba en un Mapa Sonoro de Galicia, pionero en su tipo, creado por el colectivo Escoitar. Desde entonces, el Mapa Sonoro de México fue evolucionando, de su génesis física en sala de exposición, hasta su plataforma virtual. Esta fue lanzada en 2011 acompañada de una convocatoria al público en general para subir a la plataforma sonidos del barrio donde está ubicada la Fonoteca, Coyoacán. Con esto se enfatizaba en su naturaleza colaborativa. Esto último es muy importante, pues es lo que conecta al Mapa Sonoro con la memoria, la nostalgia y la creación de utopías, aquello a lo que remiten las películas, la novela y el mural mencionados.

Doce años después, se ha consolidado como esa plataforma abierta y colaborativa a la que cualquier persona puede acceder y escuchar los sonidos que puedan detonar esa nostalgia. Los merolicos, cantos de aves, ambientes naturales y urbanos, así como la música y diálogos, son algunos de los bloques sonoros que contribuyen a edificar estos mundos en la mente de los escuchas. A su vez, cualquiera puede contribuir a alimentar este acervo sonoro, grabando y subiendo el sonido de su entorno de la cotidianeidad de su tiempo.

En un principio, el Mapa Sonoro también echó mano del extenso acervo de la Fonoteca, para poder ir reconstruyendo pequeños pedazos del pasado a través de extractos de grabaciones de campo, programas de radio, entrevistas y algunos otros registros sonoros. Sin embargo, es del siglo XXI del que la mayor parte de los sonidos cotidianos se están recabando, gracias a la ayuda de fonografistas espontáneos que deciden compartir esos momentos sonoros únicos capturados con grabadoras de campo, estudios portátiles o incluso con teléfonos celulares.

De esta forma, ya se hallan múltiples grabaciones del mencionado pregón de los tamales oaxaqueños, pero también otras que remiten a identidades más locales, como un célebre vendedor de helados del puerto de Veracruz, una parvada de zanates en Villahermosa, un canto litúrgico en castellano y tzotzil en el Estado de Chiapas, o el canto de los grillos en el desierto de Chihuahua. También se encuentran curiosidades que despertarán la nostalgia en algunas personas, o que ayudarán a ampliar el panorama identitario de la mexicanidad en la mente de los escuchas, como la grabación de una persona tocando el “Cielito lindo” con un serrucho o vendedores de productos milagro (gotas para la vista y una sustancia que cura todo).

El objetivo del Mapa Sonoro de México es consolidarse como un catalizador de la memoria colectiva y permitir a los ciudadanos conocer la diversidad cultural del país. Hacen falta aún más conocedores de sus barrios y colonias que salgan a las calles a grabar su entorno, seleccionar los sonidos más emblemáticos y subirlos al Mapa. Asimismo, lograr un rescate de la enorme cantidad de grabaciones de campo, profesionales e informales, que a lo largo de décadas deben haber realizado fonografistas por todo el país: escarbar entre las cosas de los abuelos en busca de tesoros sonoros.

A largo plazo se pretende que, mediante la construcción de este archivo colectivo y de acceso abierto, una persona pueda encontrar en el Mapa la calle en la que vivió durante su infancia y, al escuchar las grabaciones, reviva ese México perdido a través de la memoria sonora y lo conecte con su presente. Con ello no sólo se tenderán puentes temporales, sino culturales y sociales. Podremos entender cabalmente la diversidad sociocultural del país al paso de los años, fomentar el mutuo entendimiento a partir de esa memoria, y construir un futuro mejor.