En este artículo se examinan tres trabajos de Gregorio Marañón, publicados por primera vez en 1926 y agrupados bajo el epígrafe de Tres ensayos sobre la vida sexual. Estos ensayos tuvieron una gran resonancia y fueron objeto de numerosas ediciones. El objetivo de este trabajo es contribuir a situar las posiciones científicas y médicas, expresadas por Marañón en estos ensayos, en el contexto socio-cultural, científico y político de la España de la década de 1920. Se discute la teoría de la diferenciación sexual de Marañón y su defensa de la misión maternal de las mujeres en una época en la que muchas feministas asumieron una visión sexualizada del mundo y en la que la identidad femenina se articulaba en torno a la maternidad. El análisis de estos ensayos es enmarcado en la historiografía contemporánea sobre la historia de la sexualidad y la historia de las mujeres.
This article examines three works by Gregorio Marañón, published for the first time in 1926 under the epigraph Tres ensayos sobre la vida sexual [Three essays on sexual life]. These essays had a huge impact and they were republished several times. The aim of this paper is to help situate Marañon’s medical and scientific views, as expressed in these essays, in the political, scientific and socio-cultural context of 1920s Spain. Marañón’s theory of sexual differentiation and his defence of women’s maternal mission is discussed at a time when many feminists accepted a sexualised view of the world in which women’s identity was articulated around motherhood. The analysis of these essays is framed in the contemporary historiography on sexuality and women’s history.
El propósito de este artículo es examinar tres trabajos de Gregorio Marañón titulados
En estos tres ensayos Gregorio Marañón expone lo que son sus ideas acerca de los roles sociales de hombres y mujeres fundamentándose en las diferencias biológicas que él describe desde la teoría de las secreciones internas y su teoría de la diferenciación sexual. Al igual que los roles sociales, las características psicológicas de la masculinidad y la feminidad encuentran también, según Marañón, una profunda interrelación con el desarrollo y constitución de la diferenciación sexual en cada sexo, dependiente igualmente de las influencias hormonales. En 1922, en su obra
Mi intención no es situar a Marañón como blanco de las críticas “progresistas” por sus ideas conservadoras sobre el papel de la mujer en la sociedad (Barrachina,
En 1925, Marañón dio el paso crucial para institucionalizar la endocrinología médica como una especialidad en España; dirigió la reorganización del Instituto de Patología Médica en Madrid como un departamento universitario de la Facultad de Medicina, con él a la cabeza (Glick,
Por otra parte debemos tener en mente, como ha señalado Raquel Álvarez, que: “El concepto de normalidad, la norma de comportamiento sexual existente en la España de comienzos de siglo, era tremendamente restrictivo, aceptando sólo la actividad sexual como actividad procreadora... El llamado ‘instinto sexual’ se identificaba con el llamado ‘instinto de procreación’. Sin embargo, en los años veinte los intentos de ruptura con la vieja y estrecha norma se hacen más evidentes”. En estos momentos, como ha señalado igualmente esta autora: “... la definición de papeles, la caracterización de feminidad y masculinidad eran muy importantes por el papel que la mujer comenzaba a jugar dentro de la sociedad” (Alvarez,
Es en este contexto donde intentaré explorar las aportaciones de Marañón a la reelaboración de las identidades masculinas y femeninas desde el determinismo biológico, en su caso endocrinológico. ¿Cómo redefine Marañón la masculinidad y la feminidad a partir de su lectura de la biología humana? ¿De qué manera es comprendida y materializada la fisiología femenina en estos ensayos? ¿Qué cambios y qué persistencias plantean la endocrinología sexual? Marañón, como veremos, sexualiza al organismo humano. Para él, cada detalle de la anatomía y de la fisiología del adulto estaba impregnada de su sexo y esta operación de sexualización del organismo humano determinaba en realidad qué debía ser un hombre y qué una mujer. Lo que interesa, pues, es cómo esas diferencias sexuales han sido articuladas, se les adjudica materialidad y por lo tanto, relevancia social (Cleminson y Vázquez,
Una de las aportaciones de los estudios feministas en la historia de las ciencias biomédicas es que el sexo no puede ser considerado como una característica inequívoca ni un atributo ahistórico del cuerpo humano (Oudshoorn,
Con la aparición de la endocrinología en el cambio del siglo XX, la sexualización del cuerpo ya no estuvo restringida a características anatómicas. Los endocrinólogos localizaron la esencia de la feminidad y la masculinidad en las sustancias químicas segregadas por las gónadas: los ovarios y los testículos. Por primera vez en la historia de las ciencias biomédicas, el sexo fue atribuido a sustancias químicas además de a estructuras corporales tales como órganos y células. Los endocrinólogos introdujeron el concepto de hormonas sexuales masculinas y femeninas como agentes químicos controlando la masculinidad y la feminidad. De hecho, la introducción del modelo hormonal del cuerpo condujo a una medicalización del cuerpo de la mujer bastante mayor que la del cuerpo del hombre (Oudshoorn,
Marañón, a lo largo de su trabajo endocrinológico, se centrará muy directamente sobre el rol de las secreciones internas en la medicina experimental y clínica, y sus afirmaciones más amplias subrayan su creencia en el determinismo químico: las glándulas controlan la vida sexual, la estructura morfológica, las reacciones vegetativas, la emotividad, las características psicológicas individuales, y la susceptibilidad a la enfermedad (Glick,
Como es conocido, la teoría de las “secreciones internas”, establecida por Brown-Séquard en las últimas décadas del siglo XIX, había iniciado la investigación en endocrinología. El término “hormona” era un resultado de la reformulación de la doctrina de las “secreciones internas” por el fisiólogo británico Ernest Starling, un colega de Edgard Schäfer. Starling, planteó en 1905, que los “mensajeros químicos” u hormonas tienen que trasladarse desde el órgano donde se producen hasta el órgano que afectan, a través de la sangre (Oudshoorn,
En la década de 1920, sin embargo, el criterio del origen como el factor decisivo para el etiquetado como “masculina” o “femenina” de las preparaciones hormonales sexuales se convirtió en tema de debate. Un creciente número de informes basados en estudios en animales de ambos sexos indicaba que los extractos de ovarios y testículos producían efectos similares. Si ciertas hormonas producidas en el cuerpo masculino se suponían que creaban y mantenían la masculinidad y diferentes hormonas la feminidad en el cuerpo femenino, en 1921 llegó el primer cambio para la naturaleza sexo-específica de las hormonas sexuales cuando un ginecólogo vienés Otfried Fellner, informó que los extractos de testículo así como los extractos de ovarios podían inducir el crecimiento del útero en conejos ovariectomizados. Estos efectos ambisexuales, como se les llamó, fueron debatidos acaloradamente a lo largo de las décadas de 1920 y 1930. La historia de las hormonas ilustra, pues, cómo el esencialismo biologicista da paso a un modelo donde cada hormona obtiene
En los
“Los fisiólogos, por su parte, han logrado el complemento experimental de estas observaciones de la especie humana. Los trabajos de Steinach, de la escuela de Lipschütz, de Pezard y de otros muchos investigadores que hoy son ya legión, han probado de una manera concluyente que cuando se castra a un animal queda en un estado eunucoide asexuado; y si entonces se injerta una glándula específica del otro sexo —es decir, un testículo, si es una hembra, o un ovario, si se trata de un macho— aparecen los caracteres del sexo contrario...”. (Marañón,
A mediados de la década de 1920 Marañón no toma en cuenta los debates que se están produciendo en relación con la naturaleza sexo-específica de las hormonas (Cleminson y Vázquez,
En su primer ensayo
Según Marañón, las “diferencias fundamentales en la anatomía nos indican ya la distinta importancia que la correspondiente función sexual primaria ha de tener en cada uno de las dos mitades del género humano”. Y ello, por la escasa magnitud proporcionalmente del aparato reproductor del varón, que condiciona que “... la función sexual primaria es, en efecto, en el hombre, breve y pasajera...”, en tanto que en la mujer, “... este aparato alcanza una masa considerable”. Y estas diferencias anatómicas y funcionales primarias, siguiendo una antigua taxonomía, sirven como fundamentación de las diferencias psicológicas y sociales de hombres y mujeres.
Las diferencias descritas por Marañón en relación con los caracteres anatómicos primarios (genitales) encuentran su confirmación en el estudio y observación de los secundarios: “Sobre todo es significativa la mayor amplitud del esqueleto torácico en el hombre, frente al más enérgico desarrollo de la pelvis femenina: símbolo de la mayor aptitud del varón para el esfuerzo físico y de la específica trascendencia de la función maternal en la mujer” (Marañón,
Marañón se sitúa aquí en esa tradición que arranca del siglo XVIII, en la que la sexualización del cuerpo no se limita a los órganos relacionados con la sexualidad y la reproducción, sino que se extiende a características anatómicas como el esqueleto, el cerebro, la grasa subcutánea y el pelo. Marañón afirma: “Salvo las víscera más groseras, apenas hay porción de cuerpo que no tenga su ‘sexo’, como lo tiene el cuerpo en su totalidad” (Marañón,
Pero va a ser en los que Marañón define como caracteres funcionales secundarios en los que va a adscribir la diferente caracterización femenina y masculina de la emotividad y de la ideación, basado en el diferente funcionamiento del sistema nervioso —más estable en el hombre—, así como las diferencias en la actividad motora, la marcha y las características de la voz.
Sobre esa sexualización previa de diferentes partes del cuerpo humano y de determinadas características psicológicas, Marañón introduce el concepto de instinto sexual para analizar el papel de los dos sexos en la división del trabajo. Así, afirma: “Pero no puede negarse que el instinto sexual, en la más amplia interpretación, esto es,
Esta sexualización del trabajo va a quedar, por tanto, adscrita a esa sexualización previa de diferentes partes del cuerpo y de determinadas características psicológicas. De acuerdo con Marañón:
“Todas las diferencias anatómicas que, según acabamos de ver, impone el sexo al organismo, y por tanto a las actividades de éste, nos indican claramente que así como la mujer está principalmente construida para realizar una completa función sexual primaria —concebir al hijo, incubarlo, parirlo y lactarlo—... en cambio, las funciones sexuales secundarias son infinitamente más importantes en el hombre que en la mujer… Su anatomía y su fisiología le impelen, por tanto, a la lucha con el medio, a la actuación social” (Marañón,
Este determinismo biológico de las diferentes actividades sociales de hombres y mujeres se acompaña a su vez de una renuncia explícita a explicaciones sociales o económicas de estas diferencias: “Sexo, trabajo, lujo, desigualdad: estas palabras forman una cárcel, de la que la humanidad no saldrá nunca; y es inútil buscar su sentido en las teorías económicas y sociales, porque se trata pura y simplemente de un problema de biología de los instintos” (Marañón,
“Si contemplamos el problema con un criterio naturalista, a la luz de los conceptos que acabamos de exponer, se comprenderá que hay una barrera infranqueable entre la actuación individual y social de la mujer y del hombre; y si se olvida que existe ese obstáculo, el problema se tornará, irremediablemente, confuso. Las feministas y los hombres que les hacían coro miraban hacia fuera, hacia la organización social, pero no hacia la profundidad de su propia organización biológica,… y hoy el feminismo, pese a quien pese, sólo puede admitirse y sólo puede tener una estructura estable cotejándose con los datos que nos da la Historia natural” (Marañón,
Esta afirmación de Marañón nos da paso al siguiente ensayo,
Ante la situación de la mujer en la sociedad española, la idea que Marañón propugna para acabar con su situación de inferioridad es la idea de la diferenciación: “No son los dos sexos inferiores ni superiores uno al otro; son, simplemente distintos” (Marañón,
Sin embargo, Marañón, como figura prominente del movimiento de reforma sexual en la España de la década de 1920 y principios de 1930, promovía una variedad de causas reformistas entre las que se encontraban la educación sexual, la supresión de la reglamentación de la prostitución, el divorcio y una versión suave de la eugenesia destinada a mejorar la salud de mujeres y niños mediante medidas de salud pública (Glick,
A esta pregunta, Marañón responde diferenciando la educación primaria de la educación posterior, lo que él llama la educación profesional:
“La educación primaria en común no puede tener sino ventajas… Pero la educación profesional no puede medirse por este mismo rasero..., cuáles son las razones que pueden hacer legítima en la mujer una orientación profesional de tipo masculino. Esto ocurre, en efecto, en un grupo de casos que, por muy considerable que sea numéricamente, desde el punto de vista de la biología, lo consideraremos siempre como excepcional. Es decir, que,
¿Cómo plantear entonces el trabajo de la mujer en relación con la maternidad?
Para Marañón la respuesta está en la biología: “Prácticamente —nos dice Marañón— una buena madre durante los años de la fecundidad, que son los centrales de su vida, no podrá ser ni deberá ser apenas otra cosa que madre… y la maternidad, aunque, en el tiempo, sea un episodio en la vida de la mujer, es, biológicamente, el eje del concepto de la feminidad” (Marañón,
Sin embargo, esa biologización de la actividad social abre la puerta a excepciones. De acuerdo con Marañón: “… la mujer,
En este punto, se hace necesario plantearnos una cuestión. ¿Cómo explica Marañón la realidad de aquellas mujeres que estaban realizando actividades sociales tradicionalmente reservadas a los hombres? Marañón lo va a explicar en el marco de su teoría de la intersexualidad y la diferenciación sexual:
“La cuestión queda, por el momento, resumida así:
Como decíamos anteriormente, el programa feminista de Marañón se basaba en la diferenciación como forma de acabar con la inferioridad de la mujer. Con sus palabras: “Hacer muy hombres a los hombres y muy mujeres a las mujeres. En esto estribará la liberación de éstas, y sobre este eje ha de construirse el programa del feminismo verdadero… y es evidente que, tanto para el progreso individual como por el auge colectivo del sexo, hay que empezar por sustituir este sentimiento de inferioridad por el cultivo, la diferenciación y el ennoblecimiento de la feminidad por sí misma, purificada de todo virilismo, no convergiendo hacia éste, sino paralela a él” (Marañón,
Su teoría de la diferenciación sexual fue importante en la modernización del discurso de género porque se basó en la premisa de que las mujeres no eran inferiores a los hombres. De hecho, durante la década de 1920 y 1930 el discurso médico, y Marañón ocupó un lugar prominente en este discurso, fue la fuente más influyente en la formulación de los valores culturales que redefinieron la identidad femenina a través de la maternidad (Nash,
El tercer ensayo,
Su posición de partida es la de la bisexualidad inicial de los organismos que él plantea en estos términos: “… es evidente que todo ser, es, en sus principios, bisexuado, y que sólo posteriormente, en el curso de su desarrollo, se decide el sexo definitivo al que pertenecerá durante toda su existencia. Pero este sexo definitivo no es casi nunca absoluto, como acabo de decir: no es varonil sin mezcla de mujer, ni femenino sin mezcla de varón” (Marañón,
¿Cómo se va a producir esa diferenciación sexual a partir de la bisexualidad inicial? Va a ser a lo largo de la niñez que, en palabras de Marañón, “... se puede ir siguiendo el trabajo de lenta imposición del sexo elegido sobre el derrotado…”, para llegar a la pubertad en la que “... el vencimiento de uno de los dos sexos sea absoluto y el otro se enseñoree definitivamente del espíritu y del cuerpo. En este trance puberal es muy frecuente que el muchacho adquiera, primero, ciertos acentos, físicos o psíquicos, de feminidad, porque el sello viril es más tardío que el femenino, y en tanto que aquél llega, la influencia contraria —la de mujer— asoma bajo la morfología del adolescente”. El proceso continúa durante la juventud y la madurez en la que “... la definición sexual alcanza su apogeo” (Marañón,
Como había propuesto Darwin, la ontogenia requería que la bisexualidad primitiva se resolviera en un género o en otro, tal como el hermafrodismo filogenéticamente había dado lugar al dimorfismo sexual. Sin embargo, la teoría de la recapitulación requería que todos los individuos, machos y hembras, llevaron dentro de ellos un doble del sexo opuesto, en una reminiscencia del primitivo y ancestral hermafroditismo. Marañón declaró que la gente que creía que podía mejorar su espíritu aislándose del sexo opuesto estaban engañándose, y que el aislamiento, decía Marañón: “… no puede liberarnos de la compañía de una representación de ese otro sexo que hoy sabemos que va con nosotros… Esta noción del otro sexo dentro de nosotros mismos… es una conquista trascendental de la ciencia moderna” (Marañón,
Para desarrollarse Marañón sostenía, sin embargo, que el individuo debía sofocar el fantasma del otro sexo en él mismo. Los homosexuales eran incapaces de realizar ese paso porque su desarrollo ontogénico había sido impedido (por lo general) por algún factor exógeno, lo que ocasionaba una segregación de género sin resolver en estos individuos. La evolución, vista siempre en el contexto de la recapitulación, era un sistema explicativo completo para Marañón: explicaba el origen de la intersexualidad (a través de la ley biogenética) a la vez que le permitía predecir su final (Glick,
Ayudar, pues, a la diferenciación sexual se va a convertir para Marañón y para muchos autores de la época influidos por sus ideas, en uno de los elementos más importantes del programa de pedagogía sexual. ¿Cómo articular esa pedagogía psico-somática de la diferenciación sexual? Veamos cómo lo ilustra Marañón:
“Es, pues, indudable, que en un muchacho cualquiera una educación de tipo muy varonil estimulará el desarrollo no sólo de sus hábitos viriles… sino el desarrollo de su tejido específico, de sus órganos viriles, es decir de una condición anatómica y permanente. A la vez, naturalmente, se dificultará el desarrollo de sus elementos femeninos. E inversamente sucederá en una muchacha, según se eduque o no en un ambiente de feminidad... El aumento, que hoy observamos, de muchachas con estigmas físicos de virilización... me parece, sin duda, debido al exceso de deporte, es decir, al abuso de una actividad viril” (Marañón,
Y continúa: “... hay, sobre todo, que reconocerle (a Freud) una gran cantidad de aportaciones indiscutibles al conocimiento del alma humana y una de ellas es ésta de haber señalado la existencia y la importancia de la ambigüedad sexual, de la tendencia a la sexualidad pasiva y polimorfa del espíritu del niño… el niño es infinitamente sensible a la influencia educadora, desde este punto de vista del porvenir de su diferenciación sexual” (Marañón,
El programa de pedagogía psico-somática de la diferenciación sexual se constituía, pues, en uno de los elementos renovadores del proyecto de reforma sexual. En palabras de Marañón:
“Diferenciación sexual. He aquí el nudo del problema... la ética humana no puede avanzar sin dejar resuelto el problema de los sexos, que es uno de los grandes obstáculos que entorpecen su progreso. El problema del sexo, mal entendido secularmente, llagado y podrido ahora, enturbia todos los aspectos de la vida. Los dogmas morales clásicos han perdido una parte de su eficacia; hay que tener el valor de decirlo. Peor aún: en ocasiones se han hecho encubridores del pecado. Hay pues, que renovarlos a la luz de la ciencia, que es incapaz de subsistir a la moral pero que puede ayudarla, aclarando su camino” (Marañón,
En España, durante el primer tercio del siglo XX, los médicos contribuyeron a dotar de autoridad y prestigio a un feminismo compatible con las ideas dominantes en la comunidad médica, en un esfuerzo consciente y continuado (Aresti,
Para el caso de la maternidad, la mayoría de los médicos estrecharon lazos con un feminismo “legítimo”, que respetaba la diferencia sexual y la misión maternal de las mujeres. Sin embargo la existencia de otros feminismos, así como las repercusiones sociales contradictorias de las teorías científicas y médicas, como las elaboradas por Marañón, condujeron a un escenario complejo y diverso a finales de la década de 1920 y durante el periodo republicano.
A lo largo de estos tres ensayos, el eje vertebrador de las posiciones de Marañón acerca de la mujer, el hombre y sus roles en la sociedad, lo constituye la teoría de la intersexualidad y la diferenciación sexual, sustentada sobre su teoría de las secreciones internas e influenciada por el evolucionismo darwinista, es decir, sobre la base de un determinismo biológico de base endocrinológica, que redefinía y transformaba la feminidad y la masculinidad. Estas redefiniciones intentaban alejarse de la ambigüedad sexual, ante el temor a una desestabilización del orden sexual. Debemos recordar que la medicina es uno de los instrumentos más poderosos para naturalizar valores morales y, por tanto, para generar exclusión o rechazo (Jordanova,
Por tanto, entender las posiciones científicas de Marañón en su contexto social y político, significa entender que bajo sus propuestas científicas sexuales, articuladas en la teoría de la intersexualidad y la diferenciación sexual, operaban los factores sociales y culturales de la España de la década de 1920 y los debates sobre la mujer y la sexualidad. En su posición como liberal, las tensiones entre la rígida norma sexual católica de la que procedía y el movimiento de reforma sexual que apoyaba, le condujeron a la elaboración de un programa teórico en las que poder encajar sus tensiones entre tradición y reforma en el ámbito sexual
Esta tensión y ambivalencia se rastrea en sus opiniones sobre la anticoncepción, la maternidad consciente, los roles sociales de género, así como sobre la posibilidad de una sexualidad más allá de la procreación. Rama ha subrayado estos rasgos al colocar a Marañón entre los miembros de “la tercera España neutralista” que ante la situación creada por la Guerra Civil tienden pasivamente o activamente a eludir el conflicto, adoptando una actitud neutral ante los dos bandos en lucha y decidiendo establecerse en países vecinos a España durante el conflicto (Rama,
Los
Esta autora atribuye a Marañón un papel central en la redefinición de los ideales de género durante los años veinte y treinta (Aresti,
Una aportación colectiva reciente a la historia de la sexualidad en la España contemporánea en Guereña,
Laqueur afirma que hasta finales del siglo XVII la explicación dominante de los sexos situaba a hombres y mujeres en una relación de continuidad y no de diferencia biológica fundamental (Laqueur,
En su obra Estado actual de la doctrina de las secreciones internas, publicada en 1922, hacía explícita la relación entre la diferenciación sexual y la acción sexo-específica de las hormonas (Cleminson y Vázquez,
Marañón,
Para una crítica a la tradición esencialista, por ejemplo, Weeks,
Para las campañas contra la mortalidad infantil en el siglo XIX y XX en España, resultan indispensables los trabajos de Rodríguez Ocaña,
Glick comenta la amplia discusión sobre la relación ambivalente de Marañón con Freud. Para Glick, los puntos de vista de Marañón sobre el género estaban muy condicionados por algunos elementos clave de la biología darwinista. Una fuente de la que Freud también bebía (Glick,
Sobre una discusión acerca de si Marañón amplió o no los márgenes de lo “normal”/patológico en relación con las expresiones de la sexualidad, véase Cleminson y Vázquez,