A lo largo de la historia de la lengua española, se ha hecho patente la preocupación por los usos lingüísticos y por su interpretación. Son muchos los numerosos estudios semánticos de los que disponemos, enfocados desde distintas lenguas. Partiendo del estudio de Lakoff y Johnson
A concern with language usage and interpretation has been apparent throughout the history of the Spanish Language. Numerous semantic studies are available focusing on a variety of languages. Taking a study of Lakoff and Johnson’s
El uso de la metáfora en la lengua oral y escrita es un tema clásico de estudio que tiene gran interés a nivel filosófico, lingüístico, sociológico, político, etc. Dicho enfoque aporta gran información indirecta tanto del mensaje subyacente (y por tanto imaginario) como de los elementos fenoménicos que están funcionando en dicho proceso. Ello es así puesto que la metáfora es una forma de representar aspecto de la vida experiencia colectiva y de transmitir elementos ideológicos (Fairclough,
Las metáforas son estructuras que facilitan la comprensión conceptual y la estructuración del significado, ya que se proyecta dicho significado sobre otro, entendiéndolo desde el punto de vista biológico y espacial. Ello hace que el análisis de metáforas tenga una relevancia social, pero siempre y cuando seamos conscientes que la metáfora no se circunscribe al ámbito del lenguaje, sino que percola hacia nuestro pensamiento haciendo que el sistema conceptual que ponemos en funcionamiento constantemente, a nivel científico u ordinario, sea en buena medida metafórico.
Comprender los mecanismos de nuestra herramienta básica de comunicación (el lenguaje) supone, entre otros, un proceso de reflexión sobre el uso de la metáfora. Pues, según Lakoff y Johnson (
La obra de Lakoff y Johnson, como han expuesto Iñesta y Pamies (
Este trabajo de Lakoff y Johnson ha sido la base de otros muchos que tratan de explicar y desarrollar con ejemplos el uso, a veces “abusivo” de metáforas en la lengua habitual. Cuando hablamos de abuso, empleamos este término con un valor significativo positivo, es decir, nos referimos a las numerosas ocasiones que aparece la metáfora, muchas veces inconscientemente, en nuestro lenguaje y en nuestro pensamiento y, por lo tanto, en todos los registros lingüísticos. Por ello, y porque el estudio de Lakoff y Johnson está tratado desde la lengua inglesa, hemos querido hacer una indagación de los usos metafóricos en la prensa escrita española, como ejemplo específico y haciendo también un análisis socio-hermenéutico de la aplicación de dichas metáforas en el desarrollo y en la configuración actual de nuestra realidad social, centrándonos en una de las actividad más importantes en la actualidad: la tecnociencia. Además, y de un modo más concreto, nos planteamos el objetivo último de conocer unas metáforas poco trabajadas previamente en estudios de este tipo, puesto que los trabajos que conocemos al respecto centran su interés en el uso de las metáforas para el desarrollo de la ciencia (Balza-García,
La prensa escrita y concretamente los artículos de opinión implican varios procesos de creación lingüística, literaria, etc., en los que, evidentemente, se emplean metáforas de diversa tipología. El estudio sobre lo imaginario o, si se prefiere, sobre los imaginarios que han venido realizando autores tales como Castoriadis, Pintos, Baeza, Sánchez Capdequí, Beriaín, Coca, Carretero o Lizcano ha permitido mostrar que las metáforas son elementos comunicacionales que crean y configuran nuestra realidad al dotar de significado a nuestro entorno social. En línea con esto, y prestando especial atención al uso metodológico que Lizcano (
La metáfora “una discusión es una guerra” parece seguir vigente en el imaginario social de España. Esta metáfora aparece como algo que vivimos constantemente en nuestro “día a día”, por ejemplo cuando estamos ante una confrontación dialéctica, y cuando consideramos a la persona que tenemos enfrente como un opuesto, utilizamos expresiones con vocabulario propio de la guerra. Véase algunos ejemplos:
“[…] lo que choca con la experiencia de todos los días”. Millás, J.J. “Era tan normal”.
“Por el tono de algunas declaraciones, le veo ganas al ministro de Industria de amotinarse contra los mineros”. Rivas, M. “La conductora”.
“[…] se han declarado en contra […]”. Montero, R. “Padres”.
“Los hijos no deberían ser munición de ataque”. Montero, R. “Padres”.
“Obama puede ser derrotado en las urnas”. Juliana, E. “La metáfora Montoro”.
“Europa puede ser la tumba política de Barack Obama”. Juliana, E. “La metáfora Montoro”.
“El presidente ha aprovechado que la discusión central giraba en torno al proceso de construcción e integración europea”. Cruz, M. “Rajoy: ‘Ser pequeño y estar en procesos de división no tiene sentido’”.
Esta metáfora de la discusión como una guerra se mantiene en el establecimiento de las relaciones sociales. En este sentido la interpretación que se puede hacer de esta realidad se concatena claramente con las estructuras de poder interhumanas. Recuérdese que, como bien ha expuesto Manuel Castells (
Pues bien, supongamos que en una relación comunicativa entre dos personas uno de los emisores expone un discurso. Dicho discurso implica, según los imaginarios desarrollados en los medios de comunicación, cierta afirmación de un determinado estatus social: padre, madre, profesor, ministro, juez, experto, etc. Por otro lado tenemos, supongamos, un disensor que no concuerda con el discurso emitido y blande una espada dialéctica que busca asimilar la postura de poder del otro a través de la confrontación. Esta estructura de relación discursiva destructiva implicaría la desaparición de uno de los dos contendientes por el sometimiento a la “razón” emitida por el otro. Esta construcción de la comunicación interhumana asume elementos propios del racionalismo donde la razón era aquel elemento superior que estaba por encima de la animalidad de los sentimientos. Parece, entonces, que se continúa con este elemento racionalista al considerar que el poseedor de “la razón” discursiva es el vencedor de la contienda.
Lo antedicho se ejemplifica especialmente en el ámbito científico-tecnológico (o mejor dicho, tecnocientífico), puesto que en la discusión tecnocientífica “se supone que el interés es la búsqueda de la verdad y el progreso de la ciencia” (Gramsci,
“Al cabo de un año, las señales premonitorias reaparecieron y se produjo una intensa discusión entre los científicos. Acabó predominando el criterio de los que pensaban que no podía producirse un terremoto mayor que el del año anterior, que ya se había liberado una gran cantidad de energía. Se decidió no evacuar. Uno de los científicos derrotados estaba en casa cuando observó que los peces saltaban de la pecera. Cogió a su nieto y corrió al parque más cercano.” Pérez Oliva, M. “El delicado papel de la ciencia en las catástrofes”.
Esta realidad de ausencia de debates también la podemos ver en la siguiente afirmación:
“En ciencia no se vota, se llegan a consensos o a disensos comunicados en lenguaje científico. Fuera de los canales científicos, para la mayoría de la comunidad científica “no hay discusión””. Lobera, J. “El Debate: Contradicciones entre ciencia y democracia. ¿Mayoría absoluta o minoría cualificada?”. El Foro CTS. 16 de agosto de
Lobera, evidentemente, pretende decir que lo que se establecen son consensos que, finalmente, son los que son transmitidos. El problema es que, tal y como afirma Lobera, la comunidad científica no es permeable a nada externo. Ello implica que el discurso que sale del sistema tecnocientífico es, en general, unívoco.
Las metáforas
Según Iñesta Mena y Pamies Beltrán (
Estas metáforas implican una socio-hermenéutica del entorno. Una reinterpretación vertical u horizontal, al tiempo que paradójica, de la realidad donde tanto lo superior como lo anterior o primero es aquello que nos ilumina, lo mejor, lo idóneo o lo que nos domina, controla y obliga. Por ejemplo:
“[…] irás derecho al infierno de la vulgaridad”. López Iturriaga, M. “Pijas que nos enseñan a poner la mesa”.
En este caso vemos claramente cómo en esta metáfora se relaciona la idea del infierno (situado siempre abajo) con la vulgaridad, entendida esta en sentido peyorativo y con un mensaje condicionador del comportamiento social. Es necesario, por tanto, no caer en dicha vulgaridad y ser especial.
Asimismo, lo racional, lo mental o lo psíquico lo solemos localizar arriba, mientras que lo propio de nuestros sentimientos estará abajo. De ahí que sea posible colegir que la actividad tecnocientífica será situada en la parte superior convirtiéndose en un oráculo que dictamina nuestro desarrollo epistémico. Esta idea la podemos ejemplificar en la actualidad en la constante reconversión de las ciencias humanas y sociales imitando la estructura interna de las ciencias experimentales o factuales. Ello es así puesto que estas últimas, junto con las ciencias formales, se localizan en la parte superior (son supuestamente más racionales, más objetivas, etc.) en cambio las ciencias sociales y humanas están más próximas al mundo de los sentimientos y, por tanto, son localizadas por debajo.
En nuestro rastreo de los medios de comunicación hemos podido comprobar que, tal y como indicamos previamente, en las metáforas orientacionales existe una significación doble en la que las localización arriba y delante es empleada en sentido positivo. Gracias a ellas se resaltan las grandezas y relevancias de determinadas investigaciones, disciplinas, etc. Por ejemplo:
“Nuestro modelo es un gran paso […]”. Nieves, J. M. “Crean el «Google Maps» del metabolismo humano”.
“Un grupo de investigadores vascos ha abierto una puerta para que el cáncer de colon humano”. Viñas, S. R. “Esperanza contra el cáncer de colon”.
“[…]la medicina confrontada a los enigmas, la medicina como un modo de ver y de pensar hasta el fondo de lo que vemos pero que no entendemos y que, por ello, nos resulta tan extraño”. Antich, J. “La medicina como metáfora”.
No obstante, también encontramos un sentido negativo en el discurso, donde lo que asciende puede ser lo negativo que afecta y condiciona a lo que está por encima, haciendo que la hermenéutica subyacente trasluce un entorno de degradación de los elementos positivos:
“El crecimiento de un tumor depende de esta interacción”. Viñas, S. R. “Esperanza contra el cáncer de colon”.
“[…] los ortopédicos tropezones […]”. Montero, R. “Todas”.
“España, agarrada al arbusto que sobresale en el abismo […]”. Juliana, E. “La metáfora Montoro”.
“[…] no se resquebrajará la dignidad de los vivos […]”. Regás, R. “Siniestra ley del aborto”.
“Impresionante polvareda la que ha levantado el informe de la Real Academia sobre el
“[…] es una verdad que cae por su propio peso”. Regás, R. “Siniestra ley del aborto”.
Comprobamos, entonces, que la ciencia está siendo comunicada o divulgada mostrando sus grandes avances y localizándolos en el espacio imaginario que está delante o arriba. Esta concepción geo-metafórica se produce en todos los discursos emitidos, directa o indirectamente, por los distintos tipos de ciencias (formales, factuales, sociales y humanas). No obstante, podemos afirmar que la imagen discursiva general de contracción del concepto ciencia a las formales y experimentales, excluyendo a las demás, evidencia una hermenéutica social reduccionista de la ciencia. Ello es debido a la asunción imaginaria de una estructura vertical de las ciencias en la que las formales y las factuales se localizan arriba y dominan a las demás.
Como es bien sabido, esta concepción se ha originado gracias –en buena medida– a la corriente positivista de la ciencia y se ha mantenido hasta la actualidad incorporándose al imaginario colectivo. De hecho, es fácil comprobar cómo los científicos de la educación se consideran maestros o profesores y asumen que el concepto de ciencia hace referencia a exclusivamente a las factuales y formales.
Tras lo dicho, parece que el uso metafórico en prensa escrita tiende al significado negativo en los ejemplos expuestos y hacia una socio-hermenéutica que puede ser denominada como escatológica de la degradación proveniente de esta significación de geo-localización. Asimismo, las metáforas a las que hemos hecho referencia indican que el discurso sobre la ciencia asume elementos culturales generales y, además, estructuran el conocimiento relacionado con la ciencia de un modo verticalizado y geo-localizado en una posición superiorizada con respecto a otros ámbitos de la cultura.
Lakoff y Johnson (
Estas afirmaciones las podemos ejemplificar en el descubrimiento de la medusa
Otro ejemplo interesante nos lo encontramos en la información sobre
Estos y otros ejemplos nos muestran como a menudo se traslada la información científica, y por tanto real, al mundo imaginario e irreal con el fin de suscitar interés en el lector. El problema está en que estas metáforas configuran, tal y como hemos dicho, un mundo gobernado, directa o indirectamente, por los procesos mágicos y esotéricos. De ahí que incluso la tecnociencia divulgada se pueda estar convirtiendo en ciertas ocasiones en una pseudo-religión en la cual se generan constantemente un conjunto de “milagros” provenientes de la caprichosa diosa naturaleza. Ello nos conduce a alguna de las afirmaciones expuesta por Arthur Clarke quien en
Ello comporta la constitución de un mundo ficcional que se encadena con las imágenes que sociedad va a tener sobre el futuro del mundo (Beckert,
El filósofo español Xavier Zubiri nos ha mostrado en sus primeros escritos cómo la virtualidad es un elemento fundamental que caracteriza al “ser intencional”, de ahí que este no sea realidad, sino –efectivamente– virtualidad (Zubiri,
“Estos tres modos se caracterizan, el primero [el espectro] por ser una
Estos tres modos de irrealidad implican, sobre todo la ficción y la idea, que esta irrealidad sea posibilidad en el sentido de creatividad. De hecho, la irrealidad es el proyecto de una realidad. De ahí que la irrealidad es cuasi creación, puesto que el ser humano se apoya en lo real para hacerse a sí mismo y, gracias a dicha irrealización, el ser humano llena de contenido el espacio del sentir que deja la realidad en nosotros.
Xavier Zubiri, además, ha expuesto que en la ficción, o mejor dicho, que en el mundo ficcional “no se finge “la” realidad, se finge tan solo que “la” realidad sea “así”. Es el “cómo” sería “la” realidad, es decir, cómo sería la cosa en realidad” (Zubiri,
“El hombre, efectivamente, se figura ser de una cierta manera y hace la experiencia de sí mismo. Y esa experiencia de sí mismo es, a última hora, el eje cardinal de toda la integración de lo real y de lo irreal” (Zubiri,
Partiendo de estas premisas podemos volver, entonces, a nuestro análisis socio-hermenéutico de las metáforas comunicacionales, las cuales trabajan “con la mostración equívoca de la diferencia mediante la aproximación ficticia” (Maillard,
En este sentido, las metáforas que hemos ido exponiendo configuran un entorno imaginario muy determinado de la actividad científico-tecnológica. En él los nuevos avances parecen ser mágicos en lugar de ser fruto del quehacer humano. Por otro lado, también vemos que los medios de comunicación expresan la generación de un saber verticalizado que transmite un imaginario de superioridad de este tipo de conocimiento frente a los demás. Por último vemos también que parece producirse un discurso unívoco sobre lo científico. Estos tres elementos metafóricos mantienen, sin ninguna duda, la concepción tradicionalista y positivista de la ciencia y la tecnología. De ahí que la producción de esta actividad pudiera ser concebida alejada y despreocupada de la problemática social que tanto nos condiciona.
Estas afirmaciones tienen claras consecuencias sociales y educativas. Transmiten una concepción alejada de la actividad tecnocientífica que, presumiblemente, condicionará el acercamiento de los adolescentes a este ámbito laboral. Además, incrementa el nivel de desinterés por esta, puesto que implica la necesidad de desterritorialización para poder alcanzar este “mundo” localizado en una esfera superior. No obstante, como es bien sabido, nuestra sociedad está cada vez más tecnocientíficamente condicionada. Ello trae consigo que nuestra población será incapaz de analizar los beneficios y los perjuicios que puedan generar las nuevas tecnologías, lo que facilita la posibilidad de alienación y manipulación.
Por ello parece que resulta innegable hacer un doble esfuerzo en dos líneas diferentes y muy marcadas. La primera en una formación solvente hacia los comunicadores que les permita reducir este tipo de alteraciones divulgativas y espectaculares, que lo único que generan es una hipertrofiación de elementos minoritarios en la actividad tecnocientífica. Asimismo, ello reducirá la percepción negativa del imaginario tecnocientífico verticalizado y unívoco del que hemos hablado. De ahí que parece que tiene cierta lógica que se reducirá la falta de vocaciones científicas a la que nos vemos sometidos en la actualidad. Recuérdese que este hecho puede traer consigo graves y peligrosas consecuencias en nuestro mercado laboral futuro.
La segunda línea de trabajo estará relacionada con la formación de los docentes de infantil y primaria. En este sentido proponemos un enfoque didáctico un tanto diferente al que se está desarrollando en los últimos años. Generalmente se ha venido planteando una didáctica referida fundamentalmente a los contenidos que los docentes tienen que poner en marcha en su ámbito laboral. Ahora bien, consideramos que sería beneficioso aportar una serie de contenidos referidos a la generación de una didáctica de las ciencias (entendidas estas en el sentido más amplio del término) que permita atender a las nuevas realidades tecnocientíficamente condicionadas en las que vivimos. De esta manera será más fácil poder minimizar los riesgos inherentes a las decisiones y actuaciones sociales inconscientes e irracionales, propias de una actividad mágica. Por otro lado, una transformación en los contenidos de los grados en educación permitiría que la utilización de las metáforas en la didáctica de las ciencias (Martín Gordillo,
La formación completa y transdisciplinar es, sin ninguna duda, la herramienta más eficaz para poder gestionar nuestros procesos de irrealización propios. De este modo evitamos quedarnos en un mundo ideático y ficcional, y somos capaces de volver a la realidad tras pasar por ese mundo, algo obligado, dado que es la fuente de nuestra propia creatividad.
Es evidente el uso inconsciente de metáforas en el registro periodístico. En este artículo únicamente hemos dado una visión general y solo hemos planteado algunos ejemplos que se hacen patentes en los artículos de opinión que hemos elegido al azar entre muchos de los publicados en la prensa española durante el año 2012, principalmente.
De este modo, llegamos a las siguientes conclusiones:
1. Se trata de usos lingüísticos actuales, que se dan tanto en lengua escrita como en lengua hablada.
2. Son ejemplos que se hacen extensivos al registro coloquial de cualquier hablante, ya que el lenguaje que se utiliza en estos textos va dirigido a la mayoría de la población y, aunque están a caballo entre lo literario y lo científico, es necesario que el periodista utilice un lenguaje estándar para llegar a cualquier lector.
3. Esta panorámica nos confirma que no solo están presentes los usos metafóricos en las expresiones en la lengua inglesa, como hacen constar Lakoff y Johnson en su trabajo, sino que también se dan, a veces de forma abusiva, en los usos lingüísticos del español.
4. Además, estos ejemplos provocan nuevas creaciones lingüísticas y nuevas significaciones para ellas en cualquier lengua viva, a pesar de las consecuencias que pueda traer consigo. Pero la lengua se transforma diacrónicamente y evoluciona y son los hablantes dueños de ella.
5. Desde la perspectiva interpretativa, observamos que la intencionalidad tiene un factor irreal, es decir, implica ficción e idea en el sentido creativo. Esto supone una sólida formación lingüística del hablante, lo que genera un incremento intelectual de interpretación.
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