Las diferencias en los aspectos psicosociales de diferentes tipos de cáncer en hombres y mujeres están basadas fundamentalmente en variables de género. Sin embargo, la forma concreta en la que influye el género en la adaptación al cáncer no está del todo definida, y desde luego, muy poco estudiada. Las diferencias de género no solo son evidentes en el impacto físico del cáncer sino también en la calidad de vida, en las diferencias psicosociales, en los estilos de afrontamiento y en la adaptación de las parejas de los pacientes al proceso de enfermedad. Es necesario identificar con más detalle las necesidades psicosociales específicas de la mujer con el fin de poder desarrollar programas concretos que tengan en cuenta las diferencias de género en el afrontamiento de la enfermedad oncológica, en el proceso de toma de decisiones médicas, y en las variables necesarias para la optimización de su calidad de vida.
The differences in the psychosocial aspects of different types of cancer in men and women are mainly based on gender variables. However, the specific way in which gender influences adaptation to cancer is not completely defined and it has also been very poorly studied. Gender differences are not only evident in the physical impact of cancer, but also in quality of life, in the psychosocial differences, in the confronting styles and in the adaptation of the patient’s partners to the process of the disease. It is necessary to identify women’s specific psychosocial needs in more detail in order to be able to develop specific programs which keep in mind the gender differences in the way oncologic disease is confronted, as well as in the process of making clinical decisions and in the variables required to optimise their quality of life.
Ser varón o hembra es una variable humana básica fundamental que afecta a la salud y a la enfermedad a lo largo del ciclo vital (Wizemann y Pardue,
En el caso del cáncer es evidente que algunos tipos de cáncer son exclusivos del varón (por ejemplo, el cáncer de próstata) o de la mujer (por ejemplo, el cáncer de ovario). En otros tipos de cáncer sin embargo, la predominancia que ha sido específica de un género, actualmente está sufriendo cambios significativos (por ejemplo, el cáncer de pulmón). Las diferencias en los aspectos psicosociales de diferentes tipos de cáncer en hombres y mujeres están basadas fundamentalmente en variables de género. Sin embargo, la forma concreta en la que influye el género en la adaptación al cáncer no está del todo definida (Kiss y Meryn,
En este artículo se describirá el impacto psicosocial que tiene el cáncer sobre diferentes áreas de funcionamiento de la mujer, incluyendo los estilos de afrontamiento y el uso del apoyo social que hacen las mujeres con cáncer, la imagen corporal y la femineidad, la sexualidad y sus alteraciones a consecuencia de la enfermedad y sus tratamientos, cuestiones relacionadas con la maternidad e infertilidad, las relaciones materno-filiales y el impacto del cáncer materno sobre los hijos, y aspectos específicos del riesgo genético sobre la mujer con cáncer.
Aunque cada día estas diferencias se difuminan más, la literatura aún contempla la idea de que mientras las mujeres suelen ser mejores comunicadoras, los varones, por regla general, tienden a compartimentalizar. En momentos difíciles, las mujeres necesitan hablar sobre las dificultades por las que están pasando, mientras que los varones parecen preferir no hacerlo. Se ha sugerido que con el fin de comprender la vida de las mujeres, uno debe de entender los tipos de estrés que sufren y las maneras que tienen de afrontarlo y que son específicas a su proceso de socialización (Tom,
Aunque existen pocos estudios específicos al cáncer, algunas investigaciones reportan que con frecuencia, las mujeres se enfrentan al cáncer de manera más adaptativa que los varones, tanto si son pacientes como si son cuidadoras. Esto quizás pueda atribuirse, entre otras cosas, a que las mujeres cuentan con mayores sistemas de apoyo social que los hombres (Volkers,
El hecho de que las mujeres necesiten comunicarse por regla general, más que los varones se refleja igualmente en la mayor participación de estas en grupos de apoyo para pacientes o supervivientes de cáncer. Klemm estudió tres diferentes tipos de grupos de apoyo vía internet (Klemm,
Se ha estudiado cómo se enfrentan las mujeres al diagnóstico oncológico y si su comportamiento en este momento del proceso de enfermedad difiere del de los varones. Sloan observó que mujeres con cáncer de mama fueron más asertivas durante la confirmación del diagnóstico oncológico comparadas con otros grupos de pacientes (Sloan,
Teorías sobre la evolución y socioculturales demuestran que el género es un factor determinante del grado de satisfacción que tiene una persona con su cuerpo (Algars
En el caso de mujeres recibiendo tratamiento oncológico, fuentes importantes de identidad femenina (la melena, las mamas, etc) pueden verse alteradas o extirpadas, lo cual puede producir un elevado
El impacto emocional que produce la extirpación de órganos internos asociados a la femineidad o a aspectos importantes de la condición femenina, como la maternidad, puede ser igualmente significativo sobre la mujer. Tal es el caso de aquéllas en las que haya que practicar una histerectomía, ooforectomía o cualquier otra cirugía que afecte a su capacidad reproductora y/o a su función sexual, haciéndolas sentir con frecuencia, “menos mujer” y “menos madre”, a pesar de que la alteración física es interna y no visible.
La alteración en la imagen corporal y en el concepto de femineidad que producen el cáncer y sus tratamientos dependerá en gran parte, del significado que la mujer atribuya al órgano/s afectado/s. Si una mujer basa su autoestima fundamentalmente en su aspecto físico, incluso una pequeña cicatriz quirúrgica puede producir un nivel elevado de angustia. Para una cuya femineidad esté estrecha y casi exclusivamente vinculada a las mamas, cuando se tenga que someter a una mastectomía sufrirá enormemente. Sin embargo una mujer cuya autoestima esté basada no solo en su aspecto físico sino en otras cualidades (por ejemplo en su capacidad de amar, de mantener relaciones, de crear, etc), no sufrirá con la misma intensidad cuando experimente alteraciones físicas como consecuencia del cáncer.
Es también importante averiguar el significado que tienen los órganos femeninos para la mujer para entender el proceso de decisiones médicas en el que se involucra. Así, mientras que para una mujer con un tumor mamario puede ser muy importante preservar su mama y someterse a un tratamiento quirúrgico conservador, para otra con la misma condición, puede ser más importante someterse a una mastectomía por considerar que este procedimiento quirúrgico le ayudará a sentirse “más limpia” del cáncer. Mientras que para una paciente perder el pelo con la quimioterapia puede ser fuente de enorme angustia y evitación de contactos sociales, para otro, la alopecia es “algo secundario” porque “lo que realmente me interesa es salvar mi vida, y el pelo, ya me crecerá”.
Entre las reacciones psicológicas más frecuentes en mujeres con cáncer que sufren alteraciones en su imagen corporal se pueden mencionar un gran temor al rechazo por personas del entorno, lo cual conduce a las pacientes en ocasiones a la evitación de relaciones sociales y sexuales, produciéndose en ocasiones un aislamiento y soledad que conllevan dificultades para la reintegración social después del cáncer. Las alteraciones en la imagen corporal pueden causar ansiedad interpersonal y distanciamiento de los otros. Pensamientos del tipo: “
El cáncer o sus tratamientos pueden afectar la sexualidad de la mujer que lo padece a través de cuatro vías principales:
Produciendo problemas físicos que impiden dar y recibir placer sexual;
Produciendo alteraciones en la imagen corporal, ya descritas anteriormente;
Generando sentimientos tales como el miedo, la angustia, la tristeza, etc., que pueden interferir con una respuesta sexual adecuada, y/o
Produciendo modificaciones en los roles y relaciones que mantiene la paciente.
La relación entre estas cuatro áreas es de tal importancia que si se altera una, pueden verse afectadas las demás. En el caso del cáncer de mama, la pérdida de una mama o de una parte de ella puede dañar significativamente el sentido de atractivo que siente una mujer. Las mamas y los pezones son una fuente de placer para la mujer y perderlos puede resultar una experiencia traumática para algunas. Algunas mujeres mastectomizadas sufren dolores de espalda tras la cirugía y han de utilizar almohadas para acomodarse durante la relación sexual. Ni el cáncer de mama
En los casos de cáncer de cérvix, generalmente las alteraciones sexuales que pueden surgir se deben con mayor frecuencia a los efectos de la radioterapia que a los de la cirugía. Esto es debido a la fibrosis, estenosis vaginal, y reducción en la lubricación que produce esta modalidad terapéutica. Las alteraciones sexuales en estos casos se pueden tratar en gran parte a través de programas de educación sexual, apoyo psicológico, uso de lubricantes, y cambios de postura durante la relación sexual, entre otras cosas. Igual que en el caso del cáncer de mama y otros tumores propios de la mujer, el sentido de la femineidad, maternidad, capacidad reproductora, etc. de la enferma pueden verse alteradas, repercutiendo en sus relaciones sexuales (Amsterdam y Krychman,
Un porcentaje elevado de mujeres con cáncer de ovario y endometrio reportan dificultades sexuales y ausencia de relaciones sexuales. El deseo sexual puede desaparecer en estas mujeres, aunque es recuperable (Carmack Taylor
En general, los avances de las técnicas quirúrgicas han ido produciendo una menor morbilidad sexual en las mujeres con cáncer. La histerectomía, la mastectomía, la resección abdominoperineal, la cistectomía radical, la vulvectomía y la resección pélvica total constituyen los tratamientos quirúrgicos que producen alteraciones sexuales con mayor frecuencia. En muchos casos, efectos secundarios de la quimioterapia tales como las náuseas y los vómitos, la mucositis, las alteraciones perceptivas del gusto y del tacto, la diarrea y el estreñimiento, los cambios en la imagen corporal (p.e., cambios en la textura de la piel, alopecia, cambios en el peso, caída del vello púbico, etc.) generan un importante sentimiento de asexualidad. A este desagradable sentimiento se añade, en el caso de la mujer con cáncer, sequedad vaginal, dispareunia (dolor durante el coito), mayor dificultad para alcanzar un orgasmo y posibles síntomas menopáusicos. Además, la privación de estrógenos puede producir atrofia vaginal, estrechez de los tejidos vulvares y vaginales, infecciones urinarias más frecuentes y labilidad afectiva, cansancio e irritabilidad.
Estas secuelas tienen difícil tratamiento en ocasiones, especialmente cuando la administración de estrógenos está contraindicada por el tipo de tumor diagnosticado. El cansancio, las náuseas y vómitos, la diarrea y la irritación de la piel irradiada secundarios a la administración de radioterapia afectan adversamente al funcionamiento sexual de la mujer que recibe este tratamiento, que puede provocar disfunciones sexuales prolongadas, exámenes vaginales dolorosos, dispaurenia e infertilidad. Los cambios producidos por la radioterapia en la función sexual suelen ser lentos y pueden mejorar con el paso del tiempo (Diaz Morfa,
Las alteraciones de la imagen corporal secundarias a la enfermedad pueden también afectar significativamente a la función sexual, como se ha descrito previamente. El dolor puede producir una disminución del deseo sexual, tanto si es dolor experimentado en los genitales durante el coito como si es dolor en un órgano no sexual del cuerpo. Asimismo, el dolor puede distraer de la sensación placentera durante el contacto sexual. Tal es el caso de mujeres que sufren linfedema con las consecuentes molestias en el brazo tras haber sufrido una mastectomía.
El papel que juegan la cercanía afectiva y la intimidad en la adaptación sexual está siendo cada vez más reconocido en Oncología. Existe evidencia de que para las mujeres, la satisfacción sexual está más fuertemente asociada con los aspectos íntimos de su interacción sexual que con el coito
A las alteraciones sexuales secundarias al tratamiento oncológico le suelen acompañar sentimientos de depresión, angustia, tristeza, y ansiedad que se unen a los temores y preocupaciones propios de una enfermedad que amenaza la vida. La pérdida del deseo sexual y la reducción en las sensaciones placenteras son propias de los trastornos depresivos. Los cuadros ansiosos interfieren igualmente en el funcionamiento sexual. De ahí la importancia de valorar ambos y de identificar su papel en la alteración sexual que experimenta el paciente (Tabano, Condosta y Coons,
Entre las posibles secuelas del cáncer o de sus tratamientos se encuentra la infertilidad. En algunos pacientes, después de la cirugía o de la administración de quimioterapia o radioterapia contra el cáncer se produce un periodo de relativa esterilidad que puede durar desde varios meses a varios años. En ocasiones se sugiere a la paciente que posponga la maternidad hasta pasado un tiempo tras la finalización del tratamiento, generalmente, con el fin de evitar embarazos en periodos de mayor riesgo de recidivas de la enfermedad. Incluso en otros casos la esterilidad que se produce puede ser irreversible. La esterilidad constituye un problema importante en supervivientes de linfoma de Hodgkin, entre otros, debido a los componentes de la quimioterapia administrada (por ejemplo, procarbazina) y a que un gran número de ellos reciben también irradiación en sus ovarios (Biasoli
La infertilidad producida por el cáncer o sus tratamientos puede suponer un problema importante en enfermos jóvenes que han ido posponiendo la maternidad o la paternidad hasta tener relaciones de pareja o trabajos estables, o por cualquier otro motivo. Sentimientos de auto-reproche y de culpabilidad por haber dado prioridad a otros valores diferentes a la maternidad son frecuentes en estos casos. El malestar emocional que acompaña a las mujeres infértiles a causa del cáncer o de sus tratamientos suele estar caracterizado por angustia, ansiedad y una profunda tristeza por la pérdida de la capacidad para reproducirse, pérdida que se añade a otras producidas también por la situación médica. Los temores a que la incapacidad para reproducirse repercutan en la relación de pareja son igualmente frecuentes. Temor al abandono por parte de la pareja sana que ha podido haber deseado tener hijos, o temor a no encontrar una pareja estable por no poder reproducirse suelen estar presentes en muchas mujeres. Sentimientos de culpa suelen estar asociados a la responsabilidad que siente la mujer de no ser solo ella quien se ve obligada a privarse de la maternidad, sino también su pareja (Die Trill,
La capacidad para reproducirse suele estar asociada a múltiples sentimientos asociados a la maternidad y la femineidad, y en algunos casos, a la propia valía personal y auto-estima. Algunas mujeres que ven truncada su capacidad para engendrar pueden sentirse “menos mujeres”, o incluso “menos personas” si no pueden satisfacer sus deseos de ser madres. La incapacidad para reproducirse está asociada a la inhibición del deseo sexual, a la evitación de las relaciones sexuales y a un interés reducido en la actividad sexual cuando la mujer se percibe a sí misma como menos atractiva sexualmente a consecuencia de la infertilidad. En los casos en los que se ha inducido una menopausia prematura como consecuencia del tratamiento contra el cáncer, a la incapacidad para reproducirse se añaden los síntomas físicos de la menopausia tales como irritabilidad, labilidad afectiva (esto es, cambios de humor repentinos), sofocos y sudores, insomnio, agitación nerviosa, etc.. Menopausia e infertilidad se unen aquí para producir un mayor número de reacciones emocionales negativas tales como ansiedad y depresión. En muchos casos las mujeres que han padecido determinados tipos de tumores no son candidatas adecuadas para recibir terapia hormonal sustitutoria con lo cual los síntomas desarrollados son difíciles de controlar pudiendo alterar significativamente su calidad de vida (Die Trill,
Se ha estudiado aunque no de forma especialmente extensa el impacto que tiene el cáncer materno sobre la relación con los hijos, siendo el foco central de estas investigaciones las mujeres con cáncer de mama. Las madres enfermas no siempre son conocedoras del proceso psicológico por el que están pasando sus hijos debido al cáncer de mama que ellas sufren (Zhalis y Lewis,
Las madres solteras pueden tener un riesgo añadido a la hora de ayudar a sus hijos a enfrentarse a su enfermedad. En algunos estudios se ha demostrado que estas madres enfermas dependen de sus hijos como una de sus principales fuentes de apoyo, compartiendo con ellos confidencias sobre su enfermedad y dependiendo de ellos cuando requerían asistencia inmediata (Lewis
Los hijos de las enfermas suelen hacer lo mismo que sus padres hacen con ellos, protegen a la enferma de la angustia que consideran pueden generar en sus madres al hablar o preguntar sobre el cáncer. Por ello tienden a reprimir o esconder sus pensamientos, temores y sentimientos en un intento de proteger a la paciente y no causar más tensión en la relación con ella (Issel, Ersek y Lewis,
Las madres con cáncer que tienen el estado de ánimo deprimido experimentan más dificultades para ejercer su rol de madre y para impartir disciplina adecuadamente sobre sus hijos. El estado de ánimo deprimido produce una visión negativa acentuada sobre la enfermedad y causa que la familia funcione menos eficazmente como unidad (Lewis y Hammond,
No es de sorprender que la investigación demuestre que el
Existe muy poca literatura, y desde luego ningún estudio en profundidad, sobre el impacto que tiene sobre la mujer, transmitir una mutación genética que predisponga a desarrollar cáncer. Sin embargo, hay mucha información clínica anecdótica sobre los profundos sentimientos de culpa que siente la mujer una vez que ha aprendido que su hijo/a es portador/a de una mutación genética que ella misma tiene. Al fin y al cabo, los padres sienten un gran orgullo cuando observan las características positivas heredadas de sus hijos: “Tiene mis mismos ojos azules…”. Algunas preguntas surgen en este contexto: ¿cuáles serán las consecuencias emocionales sobre la madre cuando conciba a un hijo sabiendo que es portadora de una mutación genética que le pone en riesgo a este? ¿Se sentirá incluso más culpable si el hijo desarrolla cáncer posteriormente? La decisión de no tener hijos es una decisión extrema, especialmente en los casos en los que la predisposición heredada existe en la edad adulta y cuando existe alguna promesa de que la prevención o el tratamiento pueden mejorar para cuando el hijo/a pueda haber desarrollado la enfermedad.
Mujeres que no tienen pareja en el momento en el que se les plantea el
Es evidente lo importante que es tener en cuenta las diferencias de género cuando se estudia el impacto del cáncer sobre las personas. Las mujeres sufren alteraciones significativas en la imagen corporal y femineidad, así como en su sexualidad como consecuencia del cáncer. Cuestiones relacionadas con la maternidad, la auto-valía y la incapacidad de reproducirse tendrán un impacto significativo sobre su calidad de vida y su estado emocional. El cáncer afectará no solo a su adaptación psicológica global, sino a las relaciones de pareja y materno-filiales. Muchas se tienen que enfrentar además, a la posibilidad de ser transmisoras de una predisposición genética que puede influir en su decisión para tener hijos. A pesar de todo ello, la mujer generalmente cuenta con unos recursos personales significativos y potentes, en ocasiones específicos de la mujer, para afrontar estas alteraciones de formas que le permiten recuperar el máximo de su funcionamiento previo en muchos casos. No obstante, son necesarios más estudios centrados específicamente en la mujer, que identifiquen con más detalle sus necesidades psicosociales específicas con el fin de poder desarrollar programas concretos que tengan en cuenta las diferencias de género en el afrontamiento de la enfermedad oncológica, en el proceso de toma de decisiones médicas y en las variables necesarias para la optimización de su calidad de vida.