El presente artículo sostiene que la literatura puede desempeñar un papel clave en los procesos de deliberación ética y, por tanto, se configura como una herramienta muy útil para la justificación y toma de decisiones de alcance público. Para apoyar esta tesis presento y examino la figura del equilibrio perceptivo propuesta por Martha Nussbaum, como método para canalizar los procesos de deliberación pública que integren las emociones en su propia estructura. Posteriormente analizo una de las posibles vías de aplicación del método propuesto: la introducción de los relatos narrativos, tanto históricos como ficcionales, en los planes de estudio como método para la deliberación ética.
This article argues that literature can play a key role in the processes of ethical deliberation; therefore it can be regarded as an extremely useful tool to justify public decision-making. In order to support this thesis I examine Nussbaum’s proposal of perceptive equilibrium as a method to conduct the public deliberation processes which integrates the emotions in its structure. Finally, I analyse one of the possible applications of the proposed method: introducing narrative texts, both historical and fictional, in the curricula as a method for ethical deliberation.
La alusión a valores en la vida pública es una constante. Se los nombra en los medios de comunicación, en los discursos políticos y en las conversaciones cotidianas de forma recurrente. Se habla de educar en valores, de respetarlos y se los señala como guía efectiva de las políticas públicas. Los valores se entiende que se encuentran a la base de una ciudadanía cívica y son considerados el presupuesto necesario para una sociedad democrática. Están presentes en la organización y estatutos de las empresas, en los preámbulos y exposición de motivos de las leyes e, incluso, en la motivación de las sentencias.
En principio la reivindicación de los valores no debería reducirse a una función meramente cosmética del discurso político porque la cuestión de los valores es de
En primer lugar, la controversia teórica entre las posiciones objetivistas y las subjetivistas en la concepción del valor dificulta su conceptualización y con ello su aplicación práctica. Diversos autores, en la línea de Scheler
Esta dualidad teórica en la concepción de la naturaleza del valor parece conducir a una aporía que imposibilita el objetivo propuesto de integrar de forma efectiva los valores en la praxis pública. Las posiciones objetivistas encuentran objeciones que ponen en duda la existencia de un catálogo de valores universal y esgrimen que estos valores corresponden a valores propios de una ideología, doctrina religiosa o posición comprehensiva particular. Por otra parte, las posiciones subjetivistas difícilmente pueden reclamar cierta universalidad en la justificación y fundamento de las decisiones fruto de la deliberación, lo cual dificulta el empleo de valores con carácter normativo.
El problema que plantea esta disyuntiva podría resumirse en esta pregunta:
Las preguntas
En esta línea de pensamiento se sitúa Martha Nussbaum que ha desarrollado una propuesta para la deliberación ética - aquella que versa sobre asuntos prácticos desde un punto de vista moral- susceptible de guiar la praxis pública, que, a su vez, integra los mecanismos que permiten la captación de los valores. La autora señala que las emociones son el dispositivo psicofísico con el que cuenta el ser humano para acceder a la esfera del valor y justifica que la literatura es un medio adecuado para la deliberación pública de cuestiones morales puesto que las incorpora en tales procesos de deliberación.
Muchos autores clásicos y contemporáneos de diferentes disciplinas han argumentado que las emociones juegan un papel fundamental en la formación de los juicios morales y también en el modo en que los seres humanos realizan juicios de valor. Concretamente, en el campo de la filosofía, desde Aristóteles (
Scheler, que es el autor clásico de referencia en el ámbito de la teoría de los valores, señala que las emociones funcionan como intuiciones primarias en la aprehensión de valores (Scheler,
Otros autores contemporáneos, que se han dedicado de forma sistemática al estudio de las emociones, sostienen que estas son racionales y, por tanto, consideran que no son puros actos somáticos, poniendo en cuestión la tesis principal del polémico artículo de James “What is an emotion” (James,
Entre las múltiples definiciones de lo que son las emociones, que Nussbaum proporciona en sus estudios, destaca por su claridad gráfica la que da título a su obra sistemática sobre la materia por la que considera que las emociones son “levantamientos geológicos del pensamiento” (Nussbaum,
Esta tesis, que pudiere parecer novedosa, en realidad, es heredada de la tradición estoica. La autora toma prestada la concepción que los estoicos clásicos sostienen acerca de las emociones para su propia teoría, a la que califica de
a) La idea de
La “valoración cognitiva” es el elemento crucial para que una emoción se suscite. En el caso de que no exista una percepción de valor, la emoción no tendrá lugar. Las emociones, de este modo, informan sobre aquello que es valioso para el sujeto y por ello poseen una función “cognitivo-evaluativa” (Nussbaum,
b) La idea del
La naturaleza evaluativa de la cognición propia de las emociones, que hace referencia a la importancia del objeto intencional para el sujeto emocional, introduce la dimensión subjetiva del interés en la concepción del objeto. El carácter subjetivo de la percepción del objeto, capaz de provocar la emoción en un sujeto, no se circunscribe únicamente a la relación noemática entre el sujeto y el objeto fenomenológicamente aprehendido y, por tanto, no se reduce a un mero “darse a la conciencia”. Precisamente, sus conexiones con la dimensión subjetiva del sujeto emocionalmente afectado tienen un calado más amplio y profundo. En otras palabras, dicha percepción precisa de cierto acto vinculativo con la globalidad de la esfera íntima y subjetiva del sujeto para que pueda surgir la emoción.
Nussbaum, en este extremo, señala que el acto de aprehensión evaluativa del objeto, que realiza el sujeto emocionalmente afectado, debe relacionarse de forma efectiva con la esfera del bienestar del sujeto para que se suscite la emoción. De este modo, el contenido cognitivo-evaluativo percibido en la emoción se encuentra modulado por la contribución del objeto valioso al bienestar del ser perceptor. Por tanto, las emociones poseen un componente que la autora denomina
Tras precisar la particular vinculación existente entre la emoción y los objetos externos, al señalar que estos objetos se presentan a la percepción como investidos de valor, es oportuno explicar el porqué de su importancia para el sujeto. La relevancia que determinados objetos poseen para el sujeto radica precisamente en su carácter de ser
Los tres elementos precisados configuran una estructura
Como se ha apuntado, las emociones proporcionan un tipo de cognición peculiar, que no se circunscribe únicamente a la información cognitivo-sensorial aportada por la percepción, sino que la naturaleza de la información recibida es más compleja en tanto que es de carácter
Esta afirmación requiere de una precisión conceptual ulterior para comprender su verdadero alcance y las posibilidades del empleo de las emociones en la deliberación de cuestiones prácticas. Las emociones son perceptoras de valor en un sentido primario y, por ello, poseen la característica apuntada por los estoicos de “frescura” necesariamente, en tanto que se constituyen como reacciones inmediatas a la percepción de valor. Por ello, el acto valorativo que tiene lugar cuando surge una emoción no es de la misma índole que la acción de “valorar” que se da comúnmente en los ejercicios deliberativos. Esta última más bien tendría que ver con la ponderación y el cálculo. El razonamiento deliberativo se encuentra en un nivel distinto al de las emociones. Las emociones pierden intensidad en el transcurso temporal desde la percepción del objeto y la deliberación y el cálculo deben ser posteriores para que puedan ser guiadas con la serenidad de ánimo necesario, de la que carecen las emociones, sin perder, no obstante, de vista la valiosa información suministrada por la reacción emocional.
Tras justificar que las emociones son el dispositivo psicofísico con el que está dotado el ser humano para la captación de los valores, nos encontramos en un segundo estadio de la reflexión: la incorporación de las emociones a la deliberación ética que guíe la praxis pública. Como se ha observado, el acto de percepción de los valores depende de un ejercicio introspectivo, llevado a cabo por el sujeto emocional y, por tanto, la captación de los valores queda vinculada a la dimensión subjetiva del sujeto perceptor, con lo cual parece que el mundo de los valores no puede entenderse si no es en relación al mundo subjetivo de los valores. Como resulta evidente, esta consideración complica mucho la cuestión de si es posible entonces, a partir de una teoría de las emociones, encontrar en los juicios emocionales-valorativos la forma del juicio ético, en tanto que este exige ser universalizable para constituirse como tal. Por ello, es necesario indagar qué mecanismos de deliberación se pueden encontrar para incluir a las emociones en la deliberación ética, que no se limiten a una mera exposición de intereses y objetivos particulares, sino que trasciendan el ámbito de la pura subjetividad y sirvan para asesorar acerca de los fines universales. En esta línea, Nussbaum ha propuesto la utilización de la
Los estudios sistemáticos acerca de la naturaleza de las emociones de Nussbaum poseen un objetivo último de calado ético. Además de estudiar y sacar a la luz la importancia para el ámbito de la ética que poseen las emociones, la autora a lo largo de sus obras propone una metodología deliberativa que las incorpora en su misma estructura. El objetivo de Nussbaum es posibilitar la integración de las emociones en una teoría de la justicia que pueda dar respuesta a urgentes problemas de justicia no resueltos y determinar la importancia de su participación directa en los procesos de deliberación pública. De este modo, la autora propone el método que bautiza como
Nussbaum elabora una propuesta metodológica para la deliberación ética -aquella que se ocupa de las cuestiones prácticas- que permite la incorporación de las emociones en una metodología deliberativa denominada
En el método del
Nussbaum señala que el procedimiento que se lleva a cabo en el
El ejercicio deliberativo que se realiza mediante la figura del
Este proceso deliberativo se encuentra dirigido por “el principio de no contradicción” aristotélico, que aporta las garantías de corrección indispensables en el procedimiento de resolución de los problemas prácticos. Este principio se basa en una intuición básica de la razón, que se configura como criterio de racionalidad: la búsqueda de coherencia. Esta noción de coherencia, que opera en el ámbito práctico, no es un mero presupuesto lógico-formal propio de los saberes deductivos, sino que lo que pretende es la coherencia interna del razonamiento. La búsqueda de la verdad coherente, del ajuste armonioso entre las premisas y los objetivos prácticos, debe regresar continuamente a los fenómenos para validarse. Por tanto, “la teoría no debe abandonar su compromiso con los modos en que los seres humanos viven, actúan y ven, esto es, con los
El método que sigue este proceso se estructura en torno a tres operaciones: a) reflexión y diálogo b) ajuste y c) desvelamiento, que no se realizan secuencialmente, sino simultáneamente en un mismo acto. Para que se inicie el proceso deliberativo, es necesario que los sujetos participantes partan de unas percepciones cognitivas peculiares. Estas percepciones son el resultado de las intuiciones originales acerca de los juicios valorativos de los agentes perceptores, alcanzado tras un proceso de “desvelamiento” de carácter emocional, el cual no se da de forma inmediata, sino que es producto de un “ajuste” armonioso tras un proceso reflexivo y de diálogo. Nussbaum propone la utilización de la literatura para poder llevar a cabo estos procesos, aportando con ello una fórmula novedosa y con enormes potencialidades para la deliberación ética de los asuntos prácticos.
Nussbaum propone utilizar la literatura como método para llevar a cabo el proceso de “desvelamiento” mencionado y para canalizar la deliberación ética sobre asuntos prácticos y, de esta forma, alcanzar el “ajuste” pretendido. La razón que le lleva a la autora a recurrir a la ficción narrativa como instrumento de deliberación y, por tanto, a no limitarse a señalar determinadas condiciones para un diálogo participativo, es básicamente que el objetivo del
En los apartados precedentes se ha precisado la importancia fundamental que poseen las emociones para la ética, en tanto que se configuran como el dispositivo psicofísico de captación de los valores. Por esta razón parece pertinente proceder a una búsqueda y justificación de los medios adecuados para que adquirieran un papel significativo en la esfera pública y en el desarrollo de las políticas públicas. Precisamente con este fin Nussbaum propone la utilización de la imaginación literaria en los procesos de deliberación pública, primordialmente porque considera que es el método más adecuado para incorporar a las emociones en dicha deliberación ética de alcance público.
El objetivo de incorporar la literatura como instrumento para los procesos de deliberación pública resulta algo insólito en el panorama contemporáneo de la filosofía política y del derecho. De hecho, son numerosas las críticas que se muestran contrarias a otorgar credibilidad a los argumentos basados en ficciones narrativas. Determinadas posiciones, en la línea de las tesis de Posner (
La práctica actual, generalizada y comúnmente aceptada en la mayoría de las disciplinas del ámbito de las ciencias sociales, es la utilización de informes y estudios elaborados a partir de datos estadísticos para la justificación de las decisiones en materia de políticas públicas y validación del consiguiente diseño institucional. Aunque Nussbaum no propone eliminar totalmente la herramienta de la estadística y otras metodologías similares de operacionalización, sí que subraya que incluso en las cuestiones relacionadas con la medición del bienestar de la población, la literatura desempeña un rol fundamental y necesario en la captación de lo que es valioso y por tanto merecedor de protección. En este sentido se pregunta “qué actividades de la personalidad son las mejores para esta tarea, qué pensamientos, qué sentimientos y qué modos de percibir” (Nussbaum,
Nussbaum ilustra su argumento mediante la novela
Sin embargo la utilización de las ficciones narrativas bien puede constituirse en un instrumento apropiado para la deliberación ética y, por tanto, pueden convertirse en una herramienta de utilidad pública. En concreto, Nussbaum sostiene que la novela es un género literario muy adecuado para deliberar sobre determinados problemas prácticos, puesto que como argumenta, parafraseando a Aristóteles, “el arte literario es más filosófico que la historia, porque la historia se limita a mostrar “qué sucedió”, mientras que las obras literarias nos muestran “las cosas tal como podrían suceder” en la vida humana” (Nussbaum,
Nussbaum considera que la novela, pese a ser una “figura moralmente controvertida, expresa, con su forma y estilo, en sus modalidades de interacción con los lectores, un sentido normativo de la vida. Pide a sus lectores que observen esto y no aquello, que actúen de tales maneras y no de otras. Los induce a adoptar ciertas actitudes en vez de otras, con la mente y el corazón” (Nussbaum,
Al afirmar que la novela desempeña una función ética, podría darse a entender que Nussbaum está sugiriendo en realidad que la literatura posee una función pedagógica: la de enseñar “formas de vida buena” y, por tanto, inculcar en los lectores unos hábitos correctos que guíen su conducta, con el fin de producir “ciudadanos buenos” en lugar de “buenos ciudadanos”. Si dicha función ética supusiera toda una
La literatura no es solo sumamente subjetiva, sino que es absolutamente parcial. Se posiciona en una perspectiva determinada y cuenta la historia única de su coherencia. La importancia ética de la novela estriba precisamente en el hecho de que cuenta una historia: una, no toda la historia. Es parcial, pero en su particularidad reside su poder hechizante y embriagador. Lo que genera en el lector no es un razonamiento abstracto, para una comprensión lógica y causal de los acontecimientos. La novela que solo produce eso es una mala novela, difícil de digerir, que pronto se olvidará. Una buena novela provoca
La imaginación posee una estructura indispensable en toda deliberación ética: permite la representación de la externalidad, de
La literatura al permitirnos mediante el recurso de la imaginación conectar con la experiencia particular de la alteridad y producir comprensión emocional, bien sea sintonizando con los personajes o en manifiesto desacuerdo, posee una fuerza motivacional única. Alienta, inspira y motiva la reflexión: calienta sus motores y le aporta la energía necesaria para su despegue. “En su misma forma de interpelar al lector hipotético, transmiten la sensación de ser eslabones de posibilidad, al menos en un nivel muy general…en consecuencia, activan las emociones y la imaginación del lector” (Nussbaum,
Por ello la autora sostiene que “la buena literatura es perturbadora de una manera en que rara vez lo son la historia y las ciencias sociales. Como suscita emociones poderosas, desconcierta e intriga. Inspira desconfianza por la sensiblería convencional y provoca una confrontación a menudo dolorosa con nuestros pensamientos e intenciones. Podemos enterarnos de muchas cosas sobre la gente de nuestra sociedad y sin embargo mantener ese conocimiento a distancia. Las obras literarias que promueven la identificación y la reacción emocional derriban esas estratagemas de autoprotección, nos obligan a ver de cerca muchas cosas que pueden ser dolorosas de enfrentar y vuelven digerible este proceso al brindarnos placer en el acto mismo del enfrentamiento” (Nussbaum,
Si bien la literatura posee una relevancia fundamental como instrumento de deliberación pública, la figura que permite con su imaginación que las narraciones cobren vida es el lector. El lector, en su actividad de lectura, pasa por un proceso: “se involucra con los personajes, se preocupa por sus proyectos, sus esperanzas y sus miedos, participa en sus intentos de desentrañar los misterios y perplejidades de sus vidas” (Nussbaum,
El lector es un
En consecuencia, las novelas representan un excelente mecanismo para integrar la dimensión ética en los procesos de deliberación pública, puesto que invitan a los lectores a ser
Nussbaum considera que ciertas características de la
Sin embargo para que puedan llevarse a cabo exitosamente los procesos de deliberación pública, estos deben realizarse por sujetos que previamente se han convertido en una clase especial de sujetos: los
La autora posee dos obras sistemáticas sobre la cuestión de la educación en las que señala los elementos fundamentales para la deliberación ética:
Al preguntarnos por los valores y por su efectiva integración en los procesos de deliberación pública y diseño institucional hemos advertido diversas complejidades teóricas que impiden que estos desempeñen un papel efectivo de guía en la esfera pública. Estas dificultades, procedentes de la controversia teórica entre las posiciones objetivistas y las subjetivistas en la conceptualización del valor, obstaculizan la aplicación práctica e inmediata de los valores a este cometido y relegan la cuestión a la previa dilucidación académica acerca de
Al constatar que las sociedades están marcadas por la convivencia de una pluralidad de concepciones ético-existenciales, resulta una cuestión compleja la elaboración y fundamentación de un catálogo único y homogéneo de valores sustantivos. Por ello, tras precisar que las emociones son el dispositivo psicofísico con el que cuentan los seres humanos para la captación de los valores, se plantea como necesaria su incorporación en los procesos de deliberación pública, puesto que su utilización práctica supone la vía de acceso inmediata a la esfera de valor y, además, evita el conflicto entre el universalismo y el particularismo.
En este sentido, el método desarrollado por Martha Nussbaum del
En definitiva, el objetivo de recurrir a la literatura como medio para incorporar los valores a través de las emociones en los procesos de deliberación pública, si bien resulta algo extraordinariamente novedoso en el panorama contemporáneo de la filosofía política y del derecho, permite de forma valiosa y fructífera guiar la deliberación ética en torno a lo que
A lo largo de nuestra historia de pensamiento se ha hablado de los valores, peo hasta los siglos XIX y XX no encontramos un tratamiento más sistemático de esta cuestión. Nietzsche fue el autor que puso de manifiesto la importancia fundamental de los valores y las sucesivas transvaloraciones en el devenir histórico, pero es Scheler, influenciado por las tesis de Brentano y la fenomenología de Husserl, el autor que inaugura la teoría de los valores como disciplina con cierta autonomía. La
Esta idea es fundamentalmente defendida por Ortega y Gasset a partir de su teoría del perspectivismo epistemológico, por el cual se presupone una verdad omnímoda, tejida por la suma de perspectivas desde las cuales se accede a la verdad. Cfr. Ortega y Gasset (
Se alude a las posiciones subjetivistas del primer Meinong (
Rawls define el “equilibrio reflexivo” en su
Nussbaum, en sus primeras obras, ofrece estudios exhaustivos acerca de los conceptos, categorías y método práctico aristotélico, el rol de la φαντασία (
De hecho la autora distingue entre dos niveles de evaluación moral que se pueden realizar en los textos literarios: a) uno que se refiere al valor ético de la historia que se está narrando; el valor ético que se desprendería sería el propio de la moraleja del texto y b) el nivel, relacionado con la efectiva selección de los textos para un programa educativo ético, que se dirigiría a preguntarse por los aspectos formales del texto y el bagaje del autor. Cfr. Nussbaum (
Nussbaum sostiene tesis similares en su obra