Este artículo aborda las experiencias vitales y educativas de una generación de mujeres educada en el
This article addresses the life and educational experiences of a generation of women educated at the
La historia de las mujeres ha sido sistemáticamente olvidada y silenciada. Las deficiencias del saber histórico tradicional y el interés por conocer sus propias experiencias conllevan la necesidad de reconstruir el pasado de las mujeres como sujetos y agentes históricos (Lerner,
Este artículo trata de recuperar una parte de la memoria silenciada de las mujeres que vivieron en esa época, reconstruyendo sus historias y de alguna forma deconstruyendo una parte de esa historia con mayúsculas. Nos aproximamos para ello al Real Colegio de Doncellas Nobles Nuestra Señora de los Remedios de Toledo, fundado por el Cardenal Juan Martínez Silíceo en el año 1551. Como se explica más adelante, además del principal impulsor de los estatutos de limpieza de sangre, la relevancia del fundador fue indiscutible ya que logró no sólo involucrar al Arzobispo de Toledo en su proyecto, sino que el mismo rey Felipe II aceptase el copatronazgo del centro en 1560 (véase “
Tras unas notas metodológicas, presentamos una breve descripción del contexto histórico centrado en el período comprendido entre finales de la década de los cuarenta y mediados de los sesenta, una etapa en la que el franquismo no estaba ya tan próximo a los modelos fascistas europeos. Posteriormente, a partir de la literatura previa y de manera específica de los testimonios (que designamos en adelante con la letra T seguida de un ordinal) obtenidos mediante entrevistas semiestructuradas en profundidad (véase
La aproximación metodológica tiene carácter cualitativo y orientación feminista. La limitada bibliografía sobre el Real Colegio de Doncellas Nobles ha condicionado el proceso de investigación, dando lugar a que fuese necesario buscar fuentes alternativas de información (Sonlleva Velasco, Sanz Simón y Rabazas Romero,
Junto a las dos antiguas alumnas que permanecieron en el centro desde los seis años hasta los veinte, se entrevistó a la hija del que fuera conserje durante el periodo en el que las primeras residieron en el colegio, así como al historiador actualmente responsable del museo del centro. Las entrevistas se realizaron entre mayo y septiembre de 2018. Todas salvo una, que se realizó por vía telefónica, se llevaron a cabo en presencia de la persona entrevistada, bien en su propia casa o en las instalaciones del centro. La duración media de las entrevistas fue de sesenta minutos y se estructuraron a partir de guiones organizados en torno a las experiencias vitales en el centro y a la naturaleza del proyecto educativo. El trabajo de campo se completó con dos entrevistas realizadas en el marco de un estudio anterior, una de ellas a una de las antiguas alumnas, ahora de nuevo entrevistada, y otra a su hermana que, si bien no estudió en el centro, era conocedora de los entresijos de este y su testimonio aporta detalles interesantes para esta investigación. Reutilizar y compartir los datos obtenidos en investigaciones previas enriquece y complementa la información, aportando incluso mayor objetividad a los mismos (Bishop y Kuula-Luumi,
Respecto al perfil sociológico de las mujeres entrevistadas, todas ellas nacieron en la década de los treinta o a principios de los cuarenta, y por tanto tenían entre 75 y 81 años en el momento de las entrevistas. Crecieron en el ámbito urbano, en Badajoz o Toledo, y todas, salvo una, pertenecían a familias de clase trabajadora descendientes de los antepasados del Cardenal. Mientras que sus madres se dedicaban a las tareas del hogar y al cuidado de los hijos, sus padres ejercían como camareros o carboneros. La única entrevistada que no accedió al centro ni por ser noble ni por su apellido fue la hija de conserje, cuya madre trabajaba como ama de casa. Todas, salvo esta última, se casaron y fueron madres de familia, con dos o tres hijos, y además de dedicarse a las tareas del hogar ejercieron como enfermeras, costureras y tenderas. En última instancia, con el análisis de estos cinco testimonios hemos tratado de reconstruir tanto la historia de las antiguas alumnas como del Real Colegio de Doncellas Nobles desde la década de los cuarenta a los sesenta, con la finalidad de evidenciar las singularidades y la evolución del proyecto educativo del centro.
La orientación feminista de la investigación ha facilitado además una comunicación personal con las mujeres entrevistadas alejada de la tradicional jerarquía entre la persona que investiga y la que es investigada, presentando a estas últimas como sujetos y no como meros objetos de investigación. Es más, en el marco del debate sobre la objetividad y la neutralidad, que se remonta a la década de los setenta y a partir del cual cobra relevancia un tipo de orientación que subraya las relaciones de poder asociadas a la producción de conocimiento científico (Oakley,
Las dictaduras europeas que emergieron en el periodo de entreguerras, caracterizadas por imponer una economía dirigista y una ideología totalitaria de carácter anticomunista, pusieron fin al proceso iniciado tras las Primera Guerra mundial que suponía la incorporación de las mujeres al ámbito público. Frente a la etapa republicana, marcada por unos principios laicos y liberales, la religión católica y el ideario político conservador pasaron a ser el motor del ideal de la sociedad franquista (Fusi,
A lo largo del largo período franquista se han identificado diversos modelos formativos para las mujeres (Rabazas Romero,
Desde mediados de la década de los cuarenta a principios de los sesenta, el período en el que se centran los testimonios, se mantiene la creencia de que el hombre y la mujer son diferentes en cuanto a su psicología y su destino en la vida y, en consecuencia, como sugiere Jiménez Morales (
La educación diferenciada se empleó como un instrumento de control moral y represión social (Cruz Sayavera,
Según los archivos de Patrimonio Nacional, el Real Colegio de Doncellas Nobles fue la primera institución de carácter privado y religioso dedicada exclusivamente a la formación de la mujer. El acceso de las doncellas al centro estaba regulado por los Estatutos de Limpieza de Sangre, impulsados por el Cardenal Silíceo, y que restringían el acceso el acceso a doncellas nobles; pero no en sentido aristocrático sino referido a que su origen fuese de familias cristianas cuya sangre no se hubiese mezclado con la mora o la judía (Santos Vaquero,
Aceptamos el poder y facultad de nombrar las dichas doncellas, juntamente con los dichos arzobispos [...] y el nombramiento se ha de hacer en esta forma: que de las cien doncellas [...] hayamos de nombrar y presentar sesenta y el arzobispo o arzobispos que fueren, cuarenta [...]. A las colegialas todavía hoy se les oye decir: “Yo soy del Rey. Yo del Arzobispo” (véase “El Colegio de Doncellas Nobles: una institución en inminente peligro”, p. 9).
De esta forma, el acceso se producía bien a propuesta del rey Felipe II, fundamentalmente en el caso de doncellas procedentes de familias acomodadas y nobles, o por solicitud del arzobispo en el caso de doncellas pertenecientes a su familia extensa, dado que el patronato era doble. Respecto a este punto, uno de los testimonios añade que seis de las cien plazas eran además reservadas a doncellas descendientes de los antepasados del Cardenal Silíceo. Durante los más de cuatrocientos años de actividad pasaron por el centro novecientas nueve colegialas, de las cuales sesenta y seis accedieron por su apellido (García Esteban,
El edificio principal que albergaba originariamente el centro constaba de varias plantas donde se encontraban las antiguas aulas y las habitaciones, así como las cocinas y almacenes, los patios y una capilla. El creciente número de doncellas que asistían al centro hizo que las instalaciones se quedaran pequeñas y que fuese necesario adquirir nuevos inmuebles (Santos Vaquero,
El colegio se sostenía gracias a las rentas que les habían sido legadas desde tiempos del cardenal Silíceo. Además tenían un corral anexo al antiguo edificio donde se encontraban los comedores y aulas. Allí también tenían animales domésticos en un corral, como, por ejemplo, gallinas (T5).
Había cementerio en el colegio. Si se moría alguna colegiala se la enterraba allí, aunque años más tarde se compró un panteón para poder seguir dando sepultura a las doncellas que fallecían (T1).
A pesar de que se puedan observar ciertas similitudes respecto al tipo de vida que las doncellas llevaban en el centro y el característico de los conventos, hospicios u hospitales para mujeres de la época, las rutinas eran diferentes. La manutención y los estudios se financiaban desde el propio centro, y el tipo de educación recibida, la disciplina y los valores inculcados eran iguales para todas las doncellas, independientemente de su vía de acceso. Las rutinas, sintetizadas en el siguiente extracto de una entrevista, eran por tanto comunes para todas las alumnas.
Te levantabas a las siete y media, y a las ocho había que estar en la iglesia para la misa. La mayor del cuarto te despertaba y era quien se preocupaba de eso [...]. Se rezaba y después se subía a hacer la cama, que era de las pocas cosas que no hacían las sirvientas. Bajabas y desayunabas; y se hacía el desayuno en los cuartos, o bien te subían el desayuno y, como teníamos vajilla y todo eso, se hacía allí. Después de esto se daba un tiempo para terminar de arreglarse para ir a clase. De diez a doce y media tenías que estar en clase. Cuando terminabas ibas a rezar, antes de comer, y después te ibas al comedor. Las mesas eran de cuatro, tres niñas y una mayor que te iba enseñando cómo comer, comportarse, etc., y después bajabas al jardín, al recreo, que serían unos tres cuartos de hora. Después ibas a tu cuarto, te lavabas los dientes, y a las tres empezaban las clases de las asignaturas prácticas, como labores, música... Todos los días tenías una. A las cinco subías a merendar, volvías a tener recreo y después ibas al estudio, a ese salón, a repasar y a hacer los deberes. Cuando llegaba la hora te ibas a tu cuarto, te lavabas y te arreglabas, y te ibas a cenar al comedor. Las personas más mayores se quedaban por ahí hablando y tal, pero las niñas, sí o sí, nos íbamos a la cama, si no tenías deberes, después de lavarte los dientes y prepararte (T2).
La organización del tiempo libre seguía el mismo estricto control. Además del uniforme de diario, un vestido azul marino, tenían otro -con chaqueta y falda plisada negra- para salir a la calle los domingos y, excepcionalmente, otros días establecidos para ello. En la época en la que las antiguas alumnas entrevistadas formaron parte de esta comunidad se les daba una paga de cien pesetas al mes que podían usar para sus gastos diarios o para actividades como ir al cine. El siguiente testimonio revela que una de las actividades más frecuentes era pasear por las calles de Toledo, en los aledaños de la conocida plaza de Zocodover. Estos paseos se realizaban los miércoles y los domingos, siempre vestidas con sus uniformes de chaqueta y acompañadas por una alumna mayor o por sus familiares.
Salíamos en grupo con una de las mayores, paseando por Zocodover sobre todo. Íbamos por ejemplo al cine con los cadetes de la academia militar; íbamos a tomar el tesanito [un vaso de vino y unas patatas]. Yo, por ejemplo, que era la sobrina del coronel de la academia [Academia de Infantería de Toledo]… nos íbamos algunos fines de semana con él a la academia de infantes a comer. El día de la jura de bandera nos invitaban a verlo y a la misa (T2).
Respecto a esta misma cuestión, otro testimonio narra lo siguiente:
Los fines de semana, las que tenían familia que podían venir a verlas, o eran de allí, podían llevar a sus hijas a comer. Se iban por la mañana y volvían por la noche; y las que nos quedábamos allí, porque no podíamos ver a la familia, pues escribíamos a nuestros padres, limpiábamos algunos uniformes que hacía tiempo que no lo limpiabas, después por la tarde salías de paseo o al cine, según el día. Las comidas eran especiales, no había clases, y si por algo no salías pues tenías la tarde libre para jugar o hacer lo que quisieses (T4).
Constatamos así cómo las diferencias entre alumnas venían fundamentalmente dadas por el hecho de que aquellas de origen social humilde permanecían en el centro la mayor parte del año, mientras que las más pudientes no solo recibían visitas de familiares con mayor frecuencia, sino que además podían visitar la casa familiar durante las vacaciones estivales y de carácter religioso.
El ideario del proyecto educativo del centro en los años cuarenta era acorde con lo que se esperaba en la época y por tanto caracterizado por la continuidad respecto a las líneas educativas y las directrices marcadas por el régimen de Franco. La misión era ofrecer una adecuada educación cristiana a las doncellas para orientarlas al matrimonio y, en última instancia, a que fuesen buenas madres de familia. Los testimonios recuerdan cómo, a modo de tradición, muchas chicas se casaban con su uniforme en la propia iglesia del centro. De acuerdo con Santos Vaquero (
Solo se daría la dote […] a la que saliese para contraer matrimonio y [...] ni un céntimo a las que lo abandonaran para ser monjas. Con esto queda clara la intencionalidad y el ideario del Arzobispo. Le preocupaba [...] la formación de madres de familia cristianas con el fin de que infundieran esa educación en los posibles hijos que pudiera haber en su matrimonio. Veía en la mujer la base de la familia cristiana, [...] pues conocía la despreocupación del hombre en estos menesteres y [...] que aquellas que entraban a formar parte de un convento nada de positivo realizaban en beneficio de la sociedad […]. Era un amante de la educación positiva, pragmática, abierta, pero severa, en el sentido estrictamente cristiano [...], como así lo estimaban Juan Luis Vives en
Los testimonios de las antiguas alumnas confirman que la naturaleza de la instrucción tenía por objeto que aprendiesen a llevar un hogar y a ser buenas esposas. Para ello recibían formación sobre cuestiones relacionadas con la economía familiar, la gestión de las personas de servicio y valores cristianos en los que educar a sus hijos. Además de matemáticas, lengua, ciencias o dibujo, estudiaban música, labores del hogar y religión; esta última, en consonancia con los principios rectores del centro y los preceptos de la época, era la asignatura que más se trabajaba, ofreciendo además la oportunidad de que las doncellas pudiesen adquirir nociones de latín. La educación física era una disciplina planificada directamente por los organismos del Movimiento. Como señala Rabazas Romero (
Se daba lo normal: salto de potro, juegos de pelota, ejercicios normales... Nos enseñaban todo con la total naturalidad. Hacíamos juegos con balón igual que lo harían los niños (T2).
Es también interesante mencionar cómo, si bien la formación primaria y secundaria en la época tenía un carácter homogéneo y no existía la atención a la diversidad, las antiguas doncellas entrevistadas apuntan a que los temarios curriculares trataban de adaptarse a las capacidades de las niñas. De esta forma, aquellas con mayores dificultades recibían apoyo, tanto de carácter teórico como práctico, para aprender los contenidos curriculares establecidos y no quedarse rezagadas.
En consonancia con los preceptos sociopolíticos imperantes, las profesoras, así como la mayoría de las personas dedicadas a las tareas de limpieza, costura y cocina en el centro, eran mujeres. De hecho, a excepción de los sacerdotes, médicos, encargados de la entrega de alimentos y, excepcionalmente, obreros, albañiles y operarios, los hombres tenían vetado el acceso al edificio. Respecto a las profesoras, se trataba en su mayoría de antiguas doncellas que, una vez terminada su formación, habían tomado la decisión de instruir a niñas en el espíritu en el que ellas habían sido educadas. Los testimonios confirman que todas las directoras del centro habían sido antiguas alumnas. En concreto, durante el período formativo de las alumnas entrevistadas, la directora era una antigua doncella noble procedente de Badajoz y pariente del Cardenal.
Había gente que había estudiado una carrera en el colegio y conseguía trabajo de lo suyo; y tenía dinero para estar fuera del colegio. Algunas que conozco estaban solteras y estaban por ejemplo trabajando en la diputación. Otras salían de allí y se casaban, la mayoría de ellas en el colegio, y eran madres de familia; si después trabajaban o no, depende de la circunstancia. La idea del fundador del colegio era ser buenas amas de casa y madres de familia, era la formación principal. Cuando lo formaron era natural que fuera así porque la mujer no trabajaba (T4).
El proyecto pedagógico originario, que mantuvo su esencia durante el período franquista, estaba diseñado para ofrecer formación cristiana e instruir a las mujeres como futuras madres de familia. Como sugiere Ballarín Domingo (
A pesar de que la esencia de los Estatutos del siglo XVI se mantuvo prácticamente hasta el cierre del centro, el espíritu originario se fue diluyendo desde principios del XIX, traduciéndose en una relajación de la disciplina y costumbres y, en última instancia, en un cambio del modelo educativo (Santos Vaquero,
El proyecto de educación integral -religiosa, moral y civil- abarcaba prácticamente todos los espacios físicos del centro, desde las aulas a las propias habitaciones. De acuerdo con los testimonios había unas diecinueve habitaciones que funcionaban como una casa a pequeña escala, con varios dormitorios pequeños y una especie de sala o salón de estudio donde se desarrollaba la vida social de las doncellas que compartían habitación. La dirección del centro asignaba una doncella de mayor edad, a la que llamaba
La formación allí era como de familia. Era muy raro que hubiera problemas. Se compartía todo entre unas y otras, daba igual la edad. Se ayudaba si alguna necesitaba algo siempre. No había diferencias entre nosotras por el lugar del que cada una provenía o el nivel de familia de cada una (T2).
En definitiva, los recuerdos de las alumnas entrevistadas a menudo parecen evocar más un hogar que un centro escolar al uso. Estos estarían justificados tanto por el propio método educativo como por la organización de la comunidad educativa en torno a la idea funcionalista de familia como agente transmisor de un modelo de vida integral.
El año 1988, momento en que la institución cesa su labor como centro educativo, supondrá un cambio significativo en la normativa relativa a los estatutos de limpieza de sangre, dote y linaje. Desde ese momento se permitirá el acceso de alumnas de todos los estratos sociales (Santos Vaquero,
El cierre del centro se produce definitivamente en 1990 para pasar a convertirse en la residencia universitaria femenina Nuestra Señora de los Remedios en 1994. Esta circunstancia, de acuerdo con los testimonios, estuvo principalmente motivada por los cada vez más limitados recursos económicos legados desde los tiempos del Cardenal Siliceo, así como por el hecho de que cada vez hubiese un menor número de alumnas. Se permitió no obstante que las doncellas que vivían en el colegio en ese momento, y que no contaban con otras fuentes de financiación, pudiesen permanecer allí hasta el día de su muerte.
Cerraron el colegio porque ya el clero era quien tenía el fondo de dinero para mantenerlo abierto. Como ya apenas quedaba fondo, y cada una estudiaba individualmente, decidieron cerrarlo; y algunas de las alumnas se quedaron a vivir allí. Estas que se quedaron al cierre del colegio fueron mantenidas por la diputación hasta su muerte (T2).
Durante el período de transición se llevó a cabo la rehabilitación del edificio. Durante el proceso, de acuerdo con el personal del museo entrevistado, tanto el material didáctico (pupitres, libros, material de laboratorio, etc.) como los objetos de uso cotidiano y personal (vajillas, porcelanas, cuberterías, etc.) y las obras de arte (antiguas piezas de cerámica nazaríes y algunas tinajas fechadas a finales del siglo XV y obras pictóricas que datan de los siglos XVI al XIX, entre las que destaca un óleo de la Virgen con el Niño del pintor toledano Juan Correa de Vivar), pasaron a almacenarse en los depósitos del centro por mandato de Patrimonio Nacional
Con este artículo hemos tratado de reconstruir una parte de la historia del Real Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Además de arrojar luz sobre la propia historia de las mujeres que allí se formaron, presentándolas como sujetos activos, a través de unos testimonios únicos e irrepetibles, se han evidenciado tanto las singularidades como las continuidades y las rupturas del modelo formativo del centro respecto al papel de la mujer en la sociedad de la época. La relevancia de recuperar la memoria colectiva de aquellas mujeres que vivieron su escolarización durante la dictadura es indiscutible al permitir, como señala Viñao Frago (
El proyecto educativo desarrollado en el Real Colegio de Doncellas Nobles, principalmente como consecuencia del cambiante contexto sociopolítico, experimentó cambios significativos desde los años cuarenta hasta la década de los sesenta. Estamos ante un período marcado por ciertas continuidades en lo que respecta al ideario inspirador del modelo de formación de las mujeres, primero acorde con las líneas maestras de la dictadura y después con los cambios sociales que precedieron a la transición democrática. Pero las rupturas también marcaron el funcionamiento del centro; rupturas en el modelo educativo de las mujeres, que se evidenció esencialmente en la última etapa, cuando empezaron a promoverse tanto la formación como el acceso al empleo de las alumnas y a fracturarse, de alguna forma, la tradicional dinámica de educación, matrimonio e hijos.
La investigación también ha puesto de relieve el carácter singular del centro. La regulación del acceso y la diversidad de estratos sociales a los que pertenecían las alumnas convirtieron al colegio en un centro único en la época. Podría además decirse que el modelo educativo fue de alguna forma pionero en lo que respecta a la institución de las
A pesar de las limitaciones propias de un estudio de esta naturaleza, este artículo añade a la literatura previa una nueva y privilegiada aproximación. Respecto tanto al espíritu y naturaleza de las prácticas educativas, como a las vivencias y recuerdos de las antiguas alumnas y de las personas que conocieron de cerca el funcionamiento del centro, constituyendo, en última instancia, un homenaje a unas mujeres cuya historia ha sido ampliamente silenciada.
Queremos mostrar nuestro agradecimiento a las mujeres que han participado en esta investigación, una de ellas ya fallecida, porque sin ellas no hubiese sido posible llevarla a cabo. Agradecemos también su generosidad a Ángel Santos y al historiador responsable del museo del centro.
Estos bienes se encuentran almacenados sin un plan de uso futuro. El personal del museo ha expresado su interés por exponerlo de alguna manera, pero la falta de fondos y de iniciativas privadas o de la administraciónn lo dificultan.